El
rasgo propio de la práctica psicoanalítica
“…el rasgo propio de nuestra práctica es no
tener patrones. Entonces, debemos indicar que, si en la práctica no tenemos
patrones, tenemos principios. Y es necesario tratar de formalizar esos
principios”[1].
Jacques Alain Miller en Introducción
al Método Psicoanalítico
En
esta cita encuentro el motivo del título de mi texto, ya que en psicoanálisis
no se trata de seguir etiquetas ni envolvernos en el enjambre de
estandarización, sino por el contrario, se trata de dar lugar a la
subjetivación del que viene con intención de analizarse.
Por
lo que habrán leído en la bibliografía sugerida para este encuentro, el
diagnóstico diferencial es polémico, dada la estrecha relación con la
psiquiatría desde sus inicios. Esta palabra que etimológicamente viene del
griego diagnōstikós y significa “a través del conocimiento”[2] en el sentido de ser capaz
de discernir, de reconocer; no fue en sus inicios un término médico. Es recién
en el renacimiento que cobra su especificidad médica en cuanto a entender la
causa de las enfermedades.
El
diagnóstico es un tiempo de discernir, cernir la singularidad del paciente,
necesario para la intervención del analista. No existe un estándar en la
práctica analítica, tomará el tiempo que requiera el poder llegar a un
diagnóstico acerca de la estructura de quien consulta, para tratar de concluir
algo de lo subjetivo, ya sea que corresponda a una Neurosis, Psicosis o una
Perversión.
Una
persona que consulta, no es un paciente todavía, hay un candidato a paciente,
una demanda de ser admitido como tal. Hay entonces, en una primera instancia, una
avaluación de su síntoma, o de sus síntomas; viene es a buscar un aval. A
partir de este momento, podrá ser admitido como paciente o no. En la avaluación subjetiva se trata de poder
localizar el lugar desde el que habla el sujeto.
En
el texto de referencia, Miller reflexiona sobre los principios metódicos del
análisis y ubica tres niveles: Avaluación clínica, Localización subjetiva e
Introducción al inconsciente. Entre la primera y la segunda sitúa “la
subjetivación” y entre la segunda y la tercera a “la rectificación subjetiva”.
El diagnóstico es un proceso en el que se podrá ubicar las posibilidades que
tiene cada sujeto de lograr estos movimientos subjetivos. Es una transversal en
el dispositivo.
En
ocasiones será difícil poder determinar la estructura del sujeto, más aún en
estos tiempos en que en la práctica se hace difícil poder dar un diagnóstico de
la estructura del paciente. Tiempos en que la biociencia y la tecnología dan
una respuesta inmediata hacia el malestar y la idea ficticia de control sobre
el síntoma. Ubieto y Pérez refieren que hoy en día “la gente se sitúa en una posición adánica y espera que la ciencia y la
tecnología funcionen como proveedores de solución a los problemas de la vida
cotidiana”[3]
Cuando
sospechamos de un paciente psicótico tratamos de ubicar los fenómenos
elementales, fenómenos que pueden existir antes del delirio y antes del
desencadenamiento. Fenómenos de automatismo, la irrupción de voces, del
discurso de otros, fenómenos que se presentan en la más íntima esfera psíquica
y que pueden haber tenido lugar en la infancia o en la adolescencia. Fenómenos
que conciernen al cuerpo, de extrañeza, despedazamiento, descomposición, de
distorsión de la percepción del tiempo o de dislocamiento espacial. Fenómenos
que conciernen al sentido y a la verdad, que no son abstracciones; cosas de la
experiencia analítica, es decir son del orden de la certeza absoluta, respecto
a la identidad, a la hostilidad de un extraño.
Son rarezas
en las que el sujeto tiene la certeza de que el mundo y todas sus dinámicas van
dirigidos directamente hacia él. Miller menciona que hay una encrucijada entre
la elección de la histeria y la psicosis “en
el caso de fenómenos corporales, por ejemplo, por la distancia tomada con
relación al cuerpo, o el sentimiento del cuerpo como otro, es difícil
distinguir entre psicosis e histeria”[4]
A través
del análisis de casos, podemos orientarnos sobre la práctica, esto nos ayuda a
ir verificando como dentro de la consulta y en cada caso hay un síntoma
singular que será abordado con sutileza en relación a la apuesta del analista.
En
el libro de Viviana Berger “fundamentos
de las entrevistas clínicas de orientación lacaniana” Guy Briole menciona
que la “…orientación no implica una
conducta que haya que seguir, ni una consigna, debe ser pensada, elaborada por
cada uno a partir de lo que para el haya resonado del paciente.”[5] Cada uno irá aprendiendo
desde la misma práctica y de acuerdo a la intervención que haga. No es una
clínica como evoca Miller “de la última
palabra” sino viva, progresiva, propia de cada sujeto.[6]A partir de aquí cada
analista practicante intentará hacer una apuesta en su clínica siguiendo su
singularidad e inventará una forma de hacer en su práctica.
[1] Miller, J.-A., “Introducción al método psicoanalítico”,
Paidós, Buenos Aires, 1997, p. 14.
[2] http://etimologias.dechile.net/?diagnosis
[3]
Ubieto J,R. y Perez Alvarez, M. “Niñ@s Hiper: Infancias hiperactivas, hipersexualizadas, hiperconectadas”,
España. Ned Ediciones, 2018, p. 33.
[4] Miller,
J.-A., “Introducción al método psicoanalítico”, Paidós, Buenos Aires, 1997, p.
25.
[5]
Berger, V. “fundamentos de las entrevistas clínicas de orientación lacaniana”,
Mexico, Akasha, p. 14.
[6] Cf. La conversation clinique, UFORCA,
Paris, Le Champ freudicen èditeur, junio 2020.
La
división subjetiva, una condición para la
entrada en análisis
Judith Serrano Serrano
Natalia llega muy angustiada a su
primera entrevista y refiere: - “Soy consciente de que ese hombre no me
conviene, quiero dejarlo pero no puedo, ¡dígame cómo hago!”
Para Lacan en el sujeto existe un saber no sabido:
«El inconsciente es testimonio de un
saber en tanto que en gran parte escapa al ser que habla. Este ser permite dar
cuenta de hasta dónde llegan los efectos de lalengua por el hecho de que
presenta toda suerte de afectos que permanecen enigmáticos. Estos afectos son
el resultado de la presencia de lalengua en tanto que articula cosas de saber
que van mucho más allá de lo que el ser que habla soporta de saber enunciado.» 1
J. Lacan, Seminario 20. Aún.
Frente al encuentro con un real el
sujeto se defiende, pero cuando sus armas no son suficientemente efectivas, se
produce un malestar y ante eso insoportable el sujeto busca alivio, en algunos
casos se inclinan por la psicoterapia y sus diversas prácticas, como fue el
caso de Natalia.
Buscan
en la psicología una respuesta a su malestar, hacen una cita y a veces, se
encuentran con un analista. Antes de
conocerlo ya le suponen un saber, podríamos decir incluso, que la transferencia
antecede a la llamada. Es a partir del amor de transferencia que se va
construyendo un lazo durante los primeros encuentros para progresivamente, dar
lugar al propio inconsciente. De ahí la
importancia de este tiempo previo, definido por
Lacan como: “Entrevistas preliminares”.
Un tiempo
en el que se pone en marcha la trasferencia como dispositivo analítico y se pone
a trabajar al sujeto para que pueda producir un saber que no está adquirido aún.
El que se irá construyendo en la medida que el sujeto consienta a querer saber y ceder algo de goce.
Este trabajo previo es fundamental ya que
permite generar las condiciones indispensables que precipitan el atravesamiento
del umbral y dar inicio al análisis como tal. Las entrevistas preliminares se
constituyen en un tiempo lógico para el sujeto de la demanda, ya que pasa del “instante
de ver”, como resultado de su encuentro con lo real, a un segundo momento que
es el “tiempo de comprender”, para luego y en el mejor de los casos llegar al “momento
de concluir”.
En el caso de Natalia, se puede
observar como intenta pasar del instante de ver al momento de concluir, sin
darse el tiempo de comprender lo que a ella le pasa y su relación con ese goce tan
propio pero que al mismo tiempo es vivido como extraño. La intervención de un
analista posibilitará el transcurrir de los momentos lógicos ya que, “(…) lo
esencial en la experiencia para abrir el espacio analítico es el sujeto (…) el
sujeto no pertenece al registro de los datos (…). A nivel de la objetividad el
sujeto no existe, y es responsabilidad del analista producir, crear, otro nivel
propio al sujeto. Es el efecto de una decisión del analista, cuestión ética del
psicoanálisis”. 2
Un analista no da nada por sentado, al
contrario, intenta invertir la demanda solicitando y al sujeto que hable y así,
a través de la enunciación, localizar la posición del sujeto posibilitando un
cambio de posición, un movimiento. Para esto es necesario que el analista se
ubique en el lugar del S2, pero a manera de semblante, dando lugar al SsS
(Sujeto supuesto Saber).
Como resultado del acto analítico el
sujeto es empujado al trabajo, maniobra destinada a romper el lazo entre S1 y
S2, de manera tal que al diferenciar al enunciado de la enunciación se produzca
la División Subjetiva. Esta hace referencia a la posición
del sujeto frente a su decir, logrando implicarse en lo que le sucede y se
responsabilizándose de su malestar.
Una vez atravesado el umbral los
efectos son evidentes, como bien lo describe Miller: “Un análisis que comienza
se desarrolla en un atmósfera de revelación. No empieza entonces necesariamente
cuando se emprende un proceso de encuentros regulares sino a partir del momento
en que el sujeto hace el esfuerzo de trasladar el acontecimiento del
pensamiento a la palabra. Así, el análisis se desarrolla, regularmente si me
permiten, como un fuego artificial de revelaciones.” 3
Natalia después de varias entrevistas,
logra preguntarse: - ¿Por qué aguanté tanto? La implicación subjetiva cobró lugar.
Bibliografía
1 Lacan, J. (2006). Seminario 20 Aún.
Buenos Aires: Eolia- Paidós
2 Miller, J.-A. (1998). Introducción
al método psicoanalítico. Buenos Aires: Eolia-Paidós,
Nueva Biblioteca Psicoanalítica. Pag. 66.
3 Miller Jacques-Alain. (2011) Sutilezas
analíticas. Paidós. Buenos Aires. Pag. 111
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