domingo, 10 de mayo de 2020

Los Carteles en APEL-SCZ, productos de las actividades para el Encuentro de Bibliotecas de la NEL 2019

    

Encuentros de Biblioteca

Participación de Asociadas de APEL SCZ.
Cartel: Un día imperfecto, cuento de Giovanna Rivero.


"Un día imperfecto" Una posible escritura del odiamoramiento. Teresita Díaz
"Un día imperfecto. Pasaje al Acto y Escritura". Fabiana Chirino
"Un día imperfecto. La violencia de un acto" Liliana Bosia
Un día Imperfecto -  Cuento de Giovanna Rivero

Giovanna Rivero, escritora cruceña, autora del cuento "Un día Imperfecto", el cual fue utilizado en el cartel express denominado Remolinos, nos relata en su voz la vida de Marcelino.
Este cartel tuvo la finalidad de instaurar un espacio donde pensar la escritura ligada al psicoanálisis de la orientación lacaniana. Los Productos del Cartel fueron presentados en el ultimo Encuentro de Bibliotecas de la Nel, el 8 de julio del 2019 junto al vídeo a continuación:




“Un día imperfecto”[1]
Una posible escritura del odiamoramiento*

Por: Teresita Díaz – Asociada APEL Santa Cruz

A partir de la lectura del cuento de la escritora cruceña Giovanna Rivero, “Un día imperfecto”, surge para mí un primer interrogante acerca de qué enseña la literatura al psicoanálisis. Es Jacques Alain Miller en “Piezas Sueltas” quien me acerca una frase de Jacques Lacan en relación a una posible respuesta, “… el psicoanálisis recibe de la literatura, en el sentido que la literatura brinda algo al psicoanálisis. Esta no es la palabra del santurrón que se humilla ante el artista que siempre nos llevaría la delantera mientras que nosotros, con nuestra tosquedad, solo podríamos intentar alcanzar lo que él por intuición abrió como espacio”.2 Lo que el artista por intuición abre como espacio, marca la vertiente desde la que Lacan nos invita a esta articulación posible entre el arte y el psicoanálisis.  

Fabiana Chirino y Teresita diaz. Psiconalistas, asociadas de APEL SCZ
En esta ocasión tenemos la palabra del artista que sabe de las pasiones y de cómo hacer con ellas en su acto creador y es así que Giovanna Rivero, nos dice en una entrevista que “la escritura (…) es como la vida, es su siamesa, es su espalda o su rostro. Hay épocas en la vida en que se escribe por explorar, porque hay deseo creativo, una pulsión de crear algo con la palabra y hay épocas en que se escribe por dolor solamente”.3 Este decir de la escritora, nos remite a la función de la escritura, y dos dimensiones en su uso, una de un impulso creativo teñido por lo lúdico y otra como una tramitación posible del dolor.  

De la colección de cuentos, “Sangre Dulce”, “Un día imperfecto” nos aproxima en su estilo narrativo a un uso particular de la escritura, con sus artificios, metáforas, metonimias y sobre todo el uso de un desplazamiento y mejor aún, de un aplazamiento del sentido final, o del desciframiento del cierre. Encontramos reiteradas veces al leer el cuento, el efecto de “eso” que la autora bordea sin decirlo, sin revelar de una vez.  ¿No es acaso esto, lo que nos enseña Lacan sobre lo real?   Lo real, o trozo de real, solo podemos bordearlo, sin asirlo. En “El ser y el Uno” Miller dirá de lo real “…que aparece allí, esencialmente en el pensamiento como lo evitado y como aquello que no se encuentra precisamente en el orden”4, cada vez que “eso” se aproxima, aparecen detalles, que sin estar de más y sin alterar la narrativa lógica de la historia hacen borde, detalles que están allí para señalar lo real.
La prosa de la autora convierte la escritura en un torbellino de detalles que giran cada vez a mayor velocidad, al modo de “… los círculos que Marcelino, va dejando en la arena, y que se encaraman en galaxias desordenadas…” continúa escribiendo las formas en que las pasiones producen sus embrollos “como los sentimientos, como la rabia y el amor, y esas ganas de hacer gemir a Carmen”.
Lacan en su seminario veinte, dice que el amor no es sin odio, dos caras de una misma moneda que ubica a modo de un funcionamiento moebiano nombrándolo “odiamoramiento”.  Por la cara del odio, suelen aparecer manifestaciones como la rabia, la venganza, el acto agresivo, violento; por medio del cual itera lo que no logra inscribirse. Lo que repite vela el programa de goce de cada uno en juego, un real no regulado y es ahí donde el amor puede presentarse como pasión, amor no civilizado. En esta vertiente podemos ubicar los numerosos casos de feminicidio muy al orden del día en Bolivia. Así lo anuncia el periódico “EL Espectador” del 17 de junio del presente año5; Horror en Bolivia: en menos de una semana ocho mujeres fueron asesinadas salvajemente.
Rivero, escribe que las pasiones que cruzan a Marcelino, él mismo no las puede entender, siendo víctima de una pasión desatada por el amor propio, herida de esposo, de macho. Desde el psicoanálisis sabemos que la virilidad está articulada al fantasma y es un intento de llenar la falla de la castración fundamental de todo ser hablante, falla que habla de la condición fundamental de desarmonía en las relaciones entre los hombres y las mujeres, lo que Lacan formula con el aforismo “no hay relación sexual”.
La escritura de Rivero, sin decirlo, nos va llevando a la pregunta por la existencia, al dolor de existir. No hay un significante que nombre el ser de un sujeto parlante. Cada uno tendrá su propia forma de decir sobre su existencia y de su deseo como excéntrico a toda satisfacción. Lacan dirá en su semanario Las formaciones del inconsciente, que “…aquello a lo cual confina el deseo, no solo en sus formas desarrolladas, enmascaradas, sino también en sus formas pura y simple, es el dolor de existir.”6. Un ex-sistir que habla de una exterioridad íntima del ser del sujeto, más allá de cualquier contingencia.
La autora en su relato va dando cuenta de las contingencias que contrarían el curso de la existencia singular, de Marcelino:
“… índice y pulgar son los únicos que le quedan. El trapiche se llevó los otros dedos, esa jornada fue perdida, no pudieron hacer la jalea con el jugo de caña porque la sangre lo había teñido […] Anoche cuando el patrón decidió reemplazarlo en la zafra “porque tus dedos no sirven pa agarrar montones” volvió temprano. […]la vida, no juega a favor, ni los minutos que rebotan como dados amaestrados, jamás un seis, un as. Y menos en ese preciso instante…”.
Antes del desenlace del movilizador relato, Rivero escribe de las certezas que “corroen el alma”, certeza que empujan al acto final.
Otras certezas se posan en su cerebro, moscas verdes de ojos fosforescentes, con la mierda de la traición en sus patas.”

Respecto al pasaje al acto  “la bofetada” que Dora da al Sr. K. a la que Lacan alude en el Seminario de “La angustia”, como un momento anterior del pasaje al acto, parafraseando lo contingente de cómo esto hace destino, escribe “…semejante bofetada, es uno de aquellos signos, de aquellos momentos cruciales en el destino, que podemos ver resurgir de generación en generación, con su valor de cambio de agujas en su destino”[i], y que lo que era ya no será más.
Heridas, heridas que se gangrenan y corroen lo poco de carne sana que le queda, por ejemplo, en el pulgar y el índice…”
Lo poco de carne sana que le queda, entre el pulgar y el índice, no alcanza, no abre una hiancia que posibilite que en ese lugar venga todo aquello que pueda significar un objeto que permita mantener el estatuto de sujeto, por ejemplo de macho o viril, el que hace gemir y llorar a Carmen.
En el cuento se borra allí justamente en la última línea, donde se precipita y bascula el ser del sujeto. La autora escribe,
 “… con voz atragantada. Hace presión con el pulgar, para que el índice Aguante el trabajo sobre el gatillo. Y dispara.”





[1]CUENTO: “Un día imperfecto” de Giovanna Rivero. Disponible One line: https://www.shortstoryproject.com/es/story/un-dia-imperfecto/








2- J-Alain Miller; Los cursos psicoanalíticos de Jacques-Alain Miller, “Piezas Sueltas”, pág. 87, Paidós, Bs As 2013. 


4- - J-Alain Miller; Curso de La Orientación Lacaniana, “El ser y el Uno”, curso no publicado del 2011, pag29 

5- Disponible One Line: https://elespectador.com/noticias/

6- Jacques Lacan; El Seminario, “Las formaciones del inconsciente””, Paidós, Bs AS 1999, pág.346. 

7- Jacques Lacan; EL Seminario, La angustia, Paidós, Bs As 2006, pág.129. 

  
*Producto de Cartel Exprés, desde abril a junio de 2019, en el Marco de la propuesta de Bibliotecas: Remolinos, Psicoanálisis y Arte.







Cartel “Psicoanálisis Y Literatura”
“Un día Imperfecto, Pasaje Al Acto Y ESCRITURA” *

Fabiana Chirino O.

El cuento “Un día imperfecto” de Giovana Rivero, narra la historia de Marcelino, un hombre que – tiempo atrás- ha perdido tres dedos de su mano derecha en el trapiche de la hacienda donde trabajaba y que ahora, pierde su trabajo y encuentra a su mujer, dirá la autora, “cabalgando en caballo de otro potrero”. Metáfora que localiza en Carmen - esposa de Marcelino y madre de sus dos hijos- algo del goce femenino, no todo regulado por la ley simbólica.

En el cuento se describe una escena, en la que Marcelino pasa de la abstracción del pensamiento, cuando se encontraba sentado haciendo “círculos en la arena con su dedo índice”, a la decisión y de allí, al acto. “De pronto, el índice huérfano, descolgado de la axila del pulgar, se detiene. No hay indecisión en la mano monstruosa”, escribe Rivero.

Decidido, Marcelino ordena a los dos niños esperar allí, mientras va a buscar el arma que heredó de su padre. “Aquí me esperan –dice Marcelino- incorporándose para ingresar a la choza. Los niños se quedan quietos”. Ubicándose allí en una posición de objeto, desde la cual no hay signo de objeción ni resistencia al goce del Otro. “Él sabe – continua Rivero- que lo que Carmen más ama en el mundo son sus hijos”, localizándolos allí como objeto de deseo de la madre, pero a su vez como objeto al que la pulsión de muerte de Marcelino se dirige.
Afiche de actividad

El final del cuento, no presenta un cierre de sentido, sino por el contrario abre más de una posibilidad para el desenlace de la escena. Queda un agujero de sentido que lleva al lector a “poner de lo suyo” para concluir el relato. Solo se sabe que Marcelino pasa al acto de disparar. “Ustedes saben por qué lo hago –dice Marcelino, con la voz atragantada. Hace presión con el pulgar, para que el índice aguante el trabajo sobre el gatillo. Y dispara”.

Sea que el desenlace termine en un triple homicidio o con un doble homicidio y un suicidio, lo que finalmente se ubica en el centro de todo acto, es la muerte del propio sujeto. Muerte, que está relacionada con la destitución subjetiva, cuando el sujeto sale de la escena, atraviesa el campo del Otro y del lenguaje, para “dejarse caer”.

Lacan, en el Seminario de La Angustia señala que “este dejar caer es el correlato esencial del pasaje al acto”[i]. Dejar caer donde el sujeto “aparece borrado al máximo por la barra” – siendo – “el momento del pasaje al acto el de mayor embarazo del sujeto”[ii]. Se trata de un momento donde la angustia, en tanto afecto que no engaña, se desencadena para cada sujeto a partir de una contingencia, un encuentro con lo real, donde “se revela – para cada cual- algo de lo más singular de su existencia”, que es su modo de gozar[1].
Para Lacan, el pasaje al acto implica el momento en que el sujeto “desde el lugar de la escena en la que como sujeto fundamentalmente historizado, puede únicamente mantenerse en su estatuto de sujeto- se precipita y bascula fuera de la escena”[iii]. Es lo que muestra el cuento, en el momento en que Marcelino cae de la escena del Otro, a partir del despido por parte del patrón y el descubrimiento de la escena de su mujer gozando con otro, que lo precipita fuera de la escena, pero que a su vez revela algo del goce más singular en Marcelino.

Este precipitarse, como señala Miller, es un “acto verdadero” puesto que implica “el suicidio del sujeto”. Muerte o suicidio en la medida en que, a partir del acto, el sujeto ya “no es el mismo antes que después. Es lo que justifica el término de mutación”, algo en su estatuto y en su relación con el significante, muta. Después de disparar, Marcelino no será nunca más el mismo.

En esta lógica, el pasaje al acto implica una transgresión, dice Miller, “es delincuente”, respecto al orden simbólico que atraviesa, “no hay acto verdadero que no comporte un atravesamiento, (…) de un código, de una ley, de un conjunto simbólico”[iv]. Por otro lado, el pasaje al acto también pone en juego la pulsión de muerte, que como lo recuerda Miller, es un concepto “homologado, ante todo, a la pulsión de muerte”[v] que para Lacan, va más allá de lo simbólico y constituye la dimensión del goce.

De allí que, todo acto verdadero – señala Miller- “apunta al corazón del ser: el goce”.  Condición de goce del sujeto que, a su vez prescinde del Otro, pues en el pasaje al acto, el sujeto abandona “los equívocos del pensamiento, de la palabra y del lenguaje, se sustrae a los equívocos de la palabra, así como a toda dialéctica del reconocimiento”. El pasaje al acto ya no se dirige al Otro, no busca ni su reconocimiento ni su interpretación. Como localiza Miller, se constituye en un “¡no! Un no proferido al Otro”.

Este será el punto que distinga radicalmente el pasaje al acto del acting out, que por el contrario se desarrolla en una escena constituida por la palabra y donde, el sujeto “necesita del Otro, necesita del espectador”[vi]. En “Un día imperfecto”, Marcelino muestra que se trata de una decisión que ya no apunta al Otro, que no busca reinscribir en el campo del Otro ninguna demanda, ninguna reivindicación, ningún mensaje.  No se trata de indignación ni de la búsqueda de restitución de la dignidad del sujeto, sino de un acto solitario y mudo.

En este contexto, ¿qué se puede decir del acto y de la escritura? La escritura es también un acto, un intento de inscribir a través del significante algo de lo real insoportable. Toda escritura bordea lo real, sin poder aprehenderlo del todo; donde los significantes enlazados transportan una significación que bordea lo imposible de decir, del desencuentro amoroso, la pasión, la angustia y la muerte.

La escritura es una manera de inscribir algo del orden de lo traumático, como muestran desde la antigüedad las tragedias, que “cuentan el modo en que el sujeto es traumatizado por las palabras”[vii].

Al respecto podemos retomar la lectura del Miquel Bassols sobre el texto de Lacan de Lituratierra, donde hace una distinción entre la letra y el significante “la letra de entrada, no se dirige al Otro”, enfatizando que “la letra está en lo real – mientras que- el significante está en lo simbólico”[viii], a nivel de la letra se produce un abarrancamiento, como un efecto de surco, una huella, una inscripción o escritura, mientras que a nivel del significante se produce un efecto de chorreamiento de sentido o significación de los significantes sobre el sujeto. El acto de escribir se ubicaría en la doble vertiente de la significación del lado de la articulación significante, pero además como inscripción de algo de lo real y que más allá del sentido, que es siempre fugado, transporta algo del goce singular.

Siguiendo a Jacques Alain Miller, existe una distinción entre una literatura del fantasma y otra literatura del sinthome[ix], la primera refiere a una escritura que conduce al Edipo y al sentido, que estaría de lado del significante y significación, mientras que la escritura del sinthome implica un modo de hacer con el goce Uno, es el efecto de la letra de goce como escritura. Es desde esta perspectiva, que la escritura tendrá distintos estatutos para cada sujeto, por ejemplo, para un sujeto psicótico “puede ser una invención, un tratamiento para vaciar el goce y al mismo tiempo fijarlo en una letra, como para otro escritor puede ser una manera de hacer con la angustia, de “alejar lo malo”, “reparar la herida fundamental, la desgarradura”, “exorcizar, conjurar y reparar” [x], dando cuenta de un goce singular implicado en su escritura y en el objeto de su obra.

Toda escritura implica algo del goce de quien escribe, pero no todos los sujetos pueden escribir su goce. La escritura se producirá como efecto contingente de un encuentro afortunado, donde algo se hace letra, inscribiendo un surco, una marca, siempre alrededor de un vacío.


Notas



[i] Lacan, Jacques (2006). Seminario 10 Las Angustia. Buenos Aires, Argentina: Paidós. Pág 128
[ii] Lacan, Jacques (2006). Seminario 10 Las Angustia. Buenos Aires, Argentina: Paidós. Pág 128
[iii] Lacan, Jacques (2006). Seminario 10 Las Angustia. Buenos Aires, Argentina: Paidós. Pág 128
[iv] Miller, Jacques Alain (2012) Jacques Lacan: observaciones sobre su concepto de pasaje al acto. Blog de la Nel Medellín. Disponible en: http://nel-medellin.org/miller-jacques-alain-jacques-lacan-observaciones-sobre-su-concepto-de-pasaje-al-acto/
[v] Miller, Jacques Alain (2012) Jacques Lacan: observaciones sobre su concepto de pasaje al acto. Blog de la Nel Medellín. Disponible en: http://nel-medellin.org/miller-jacques-alain-jacques-lacan-observaciones-sobre-su-concepto-de-pasaje-al-acto/
[vi] Miller, Jacques Alain (2012) Jacques Lacan: observaciones sobre su concepto de pasaje al acto. Blog de la Nel Medellín. Disponible en: http://nel-medellin.org/miller-jacques-alain-jacques-lacan-observaciones-sobre-su-concepto-de-pasaje-al-acto/
[vii] Moraga, Patricia (2019) “¿Es el psicoanálisis un modo (entre otros) de narrar?”. AMP Blog. Disponible en: http://uqbarwapol.com/es-el-psicoanalisis-un-modo-entre-otros-de-narrar-patricia-moraga-espanol/ 
[viii] Bassols, Miquel (2014). Lituratierra, en Cuadernos del INES N° 9. Lima, Perú: Centro de Investigaciones y docencia en Psicoanálisis de Lima. Pág 139
[ix] Miller, Jacques Alain. (1977) Analytica, Ornicar? N 4. Paris, pág 16-18.
 [x] Moraga, Patricia (2019) “¿Es el psicoanálisis un modo (entre otros) de narrar?”. AMP Blog. Disponible en: http://uqbarwapol.com/es-el-psicoanalisis-un-modo-entre-otros-de-narrar-patricia-moraga-espanol/ 


*Producto de Cartel Exprés, desde abril a junio de 2019, en el Marco de la propuesta de Bibliotecas: Remolinos, Psicoanálisis y Arte.



Un día imperfecto, la violencia de un acto *

Cartelizante: Liliana Bosia
Producto del cartel de Bibliotecas Remolinos: Psicoanálisis y literatura. Una lectura sobre la tríada Odio, Cólera e Indignación
Más Uno: Teresita Díaz

La primera lectura del cuento de Giovana Rivero “ Un día imperfecto” me dejo sin palabras y con una sensación de extrañeza que me tocó el cuerpo.
En un lenguaje descriptivo, justo de palabras, las suficientes y en un tono casi monótono y desafectado, Rivero nos cuenta una historia como tantas otras que leemos a diario en el periódico o vemos en el informativo de la TV. Una historia de amor, odio, engaño, reproches, resignación y obediencia , agresividad y violencia. Agresividad y violencia aparecen abruptamente en las ultimas oraciones del cuento, aunque la autora nos haya ido preparando para ellas.
Pero el último acto, al que nos induce pensar la autora, ¿es un acto pasional?, producto de la cólera que irrumpiendo desde lo real (pulsión) se conjuga con la indignación y no puede ser tramitado por las palabras?; ó ¿es un acto meditado y preparado desde la venganza?
Freud plantea en su texto de 1929," El malestar en la cultura" que hay un malestar que aqueja al sujeto, y ese malestar es causado por la cultura. Freud pone en el origen de la constitución subjetiva a la pulsión de muerte y esto lo lleva a considerar a la agresión como la condición que aqueja a los lazos sociales, ya que la pulsión de muerte es orientada al mundo exterior manifestándose como impulso de agresión y se pone al servicio de la auto conservación. De manera que toda civilización es construida a partir de someter la agresividad, la crueldad y la destrucción que le son propias al ser humano. [1]
Lacan articula la agresividad al narcisismo. En su artículo “El Estadio del Espejo” plantea la agresividad como constitutiva de la subjetividad en la conformación del yo. Entonces nos dirá, que de lo que se trata es de que el yo se constituye a partir de la transformación que sufre el sujeto por la identificación narcisista a una imagen, la propia, que es vivida como la imagen de un otro. El sujeto asume una imago que proviene del exterior y la constitución del yo se da bajo una premisa de exclusión que para el sujeto se da bajo la forma lógica de “ o él o yo “. Lógica que pone a la rivalidad determinante de la relación del sujeto con los otros los semejantes.
Quedando de este modo la agresividad en el eje imaginario y será la identificación idílica al padre, que permite la constitución del Ideal del yo, que a través de la función pacificante y normativa de las relaciones del yo y la cultura del complejo de Edipo le permitirá al sujeto introducir una distancia en esta relación dual y mortífera. [2]
Lacan en el Seminario V diferencia violencia y agresividad: “La agresividad provocada en la relación imaginaria con el otro con minúscula no se puede confundir con el conjunto de la potencia agresiva.”…”la violencia es ciertamente lo esencial en la agresión, al menos en el plano humano. No es la palabra, incluso es exactamente lo contrario. Lo que puede producirse en una relación interhumana es o la violencia o la palabra”.[3]
Entonces si bien la violencia es esencial en la agresión, para Lacan hay una oposición excluyente entre la violencia y la palabra , de modo tal que siguiendo el principio planteado por él de que sólo se puede reprimir lo que demuestra haber accedido a la estructura de la palabra, la agresividad al acceder a la represión queda del lado de la articulación significante. Diferente es lo que ocurre con la violencia, ésta queda excluida de la palabra, por ende de la articulación significante. Esto quiere decir que queda por fuera de la escena y por lo tanto la podemos considerar un pasaje al acto frente al sin salida de la agresividad. Si bien la violencia puede ser una respuesta para el sujeto, es una respuesta que queda por fuera de la articulación significante. Podemos tomar este cuento como un ejemplo de lo que queda por fuera de la cadena significante y se monta en un acto.
Ahora bien, se puede pensar una articulación entre literatura y psicoanálisis a partir de la pregunta ¿ qué escribe la escritura?. Gustavo Dessal nos dice que para él la literatura es la puerta secreta por la que se puede pasar a la infancia, es decir “a las marcas originarias que el discurso del Otro ha dejado en nuestro cuerpo. Esas marcas son el alfabeto secreto con el que la escritura cifra su mensaje”. [4]
La escritura es una posibilidad, para algunos sujetos, de bordear, de cernir algo de lo real. Es poder decir algo sobre un real, como la muerte en este cuento por ejemplo, real para el cual no hay representación. Es la posibilidad de poner en palabras algo de ese real que se vuelve insoportable. “Escribimos para hacer resonar el silencio de lo que no ha podido alojarse en el inconsciente, pero que sin embargo está allí, como un agujero en el saber”. [5]
NOTAS
  1. Freud, S.(1992), El Malestar en la cultura, apartado V, Obras completas, Tomo XXI. Ed. Amorrortu: Buenos Aires, págs. 105 -112
  2. Lacan, J. El Estadio del Espejo, en Escritos I, Siglo XXI ed.
  3. Lacan, J. Los circuitos del deseo, en el Seminario V. Paidós ed. 1999, pág. 467,468
  4. Dessal, G. Mi pequeña teoría, en Revista Enlaces #24. [ICF-CIC de BA], pág. 12
  5. Dessal, G. Ídem, pág. 13

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