SEMINARIO DE FORMACIÓN PERMANENTE 2021
"AL ENCUENTRO DE UN REAL"
En esta ocasión, trabajaremos orientados por el texto que da el nombre a este primer módulo 2021: “Al encuentro de un real”, de Jacques Alain Miller, una de las clases del curso de la Orientación Lacaniana Silet, dictada el 15 de marzo de 1995.
En los meses de mayo y junio, tres encuentros nos convocan a trabajar el argumento y pensar con otros, en la disciplina del comentario. Finalmente, nos encontraremos el 25 y 26 de junio con nuestra invitada internacional, María Hortensia Cárdenas –Miembro de la Nel y la AMP, AME de la Escuela Una, Directora Del CID Lima–, quien dará una conferencia y nos acompañará tanto en poner a la conversación lo elaborado en las actividades preparatorias, como en las elaboraciones por venir.
Nos espera un trabajo animado, causado por el deseo de formación, que a pesar del contexto adverso para los encuentros presenciales y sin retroceder, echa mano una vez más, ¡a las ventanas del zoom!
Directorio APEL SCZ
Fabiana Chirino
Liliana Bosia
Alejandra Hornos
No hay clínica sin real [1]
María
Hortensia Cárdenas
Empiezo
agradeciendo al Directorio de APEL Santa Cruz por la invitación a participar en
este Seminario de formación permanente, a Fabiana Chirino con quien empezó la
coordinación y en especial a Alejandra Hornos con quien mantuve intercambios y
me transmitió el trabajo de preparación que realizaron en la asociación. He
tenido el gusto de leer los textos que subieron al blog y considero que han
hecho una buena investigación sobre el tema que nos va a permitir avanzar un
poco más.
El título de la
conferencia “No hay clínica sin real”, introducido por Jacques-Alain Miller,[2] se
puede asociar directamente con “No hay clínica sin ética”,[3]
famoso texto de Miller de alrededor de 1984. Es una frase repetida
incansablemente: “No hay clínica sin ética”, quizás porque no se termina de
asimilar; queda a cargo de cada uno tomar en cuenta sus alcances e
implicancias. Podríamos abordar la ética en la clínica tanto desde la dimensión
del sujeto ético, de aquel que asume su bien decir en la experiencia del
análisis, un bien decir que no quiere decir hablar bien, no es un asunto de
retórica. Más bien alude a la enunciación entre cuyas líneas corre el deseo.
Pero para eso es necesario que el encuentro con el analista cobre un estatuto
analítico. Entonces aquí entra a jugar su partida el deseo del analista que
produciría que la interpretación no esté cargada de valores o ideales, sino que
sea una cuestión de ética.
Recordemos que, al
hablar de la práctica y los alcances de su poder, Lacan se propone diferenciar
el psicoanálisis verdadero del falso, en tanto el primero le permite al sujeto
aclarar su deseo más singular y el segundo, pensado como terapéutico, se reduce
a una práctica de pedagogía correctiva, con fines de sugestión social y de
servidumbre psicológica.[4] Por
eso el énfasis que puso Lacan en la dimensión ética se sostiene en la
producción de un deseo, que él nombró como deseo del analista, y que es
producto del mismo análisis
El inconsciente es
ético
Es una cuestión de
ética del deseo que reafirma que el deseo es su interpretación, como elabora
Lacan a lo largo de todo su Seminario 6.[5] Y el
deseo no está desarticulado del inconsciente. Leo aquí una cita de Lacan en
“Posición del inconsciente” que es un texto contemporáneo con el Seminario
11: “Los psicoanalistas forman parte del concepto de inconsciente, puesto
que constituyen aquello a lo que éste se dirige. No podemos por consiguiente
dejar de incluir nuestro discurso sobre el inconsciente en la tesis misma que
enuncia, que la presencia del inconsciente, por situarse en el lugar del Otro,
ha de buscarse en todo discurso, en su enunciación”.[6]
Lacan afirma en el Seminario 11 que el estatuto del inconsciente es
ético y no óntico.[7]
Si fuese óntico tendría relación con el ser, que es todo lo contrario a lo que
afirma Lacan en este seminario sobre cómo se presenta el inconsciente. Va abordándolo
desde distintos sesgos, dice que el inconsciente aspira a ser, que es del orden
del hallazgo, de lo no realizado, que surge como sorpresa, que tiene efecto de
división, que es discontinuo, que no funciona, que fracasa, que es evanescente,
que tiene una pulsación temporal, de apertura y cierre inmediato. Todas estas cualidades
que coloca al inconsciente en una dimensión nueva, distinta a la del
inconsciente freudiano. Sin embargo, hay que decir que no es sin el deseo del
analista que se produce esa apertura. La propia presencia del analista es una
manifestación del inconsciente, y a su vez, es la operación del deseo del
analista la que hace emerger el inconsciente.
Si el inconsciente es
del orden de lo no realizado, implica que o bien puede llegar a ser, o bien no
puede llegar a surgir. Si hablamos del inconsciente tomamos en cuenta lo
reprimido que “es aquello que se dice dada la ocasión, que un poco más y
llegará a ser. Un poco más y llegará a manifestarse. Pero si puede llegar a ser,
es dentro de la palabra. De eso se trata en la experiencia”.[8]
Entonces, tal como
lo presenta Lacan desde el inicio de su enseñanza, no se trata de querer hacer
el bien o ayudar o querer curar. No existe el inconsciente por fuera del deseo
del analista. En última instancia, el deseo del analista busca obtener lo más
singular de lo que constituye el ser, lo cual sólo se obtiene a través de una
reducción en la experiencia analítica. ¿Cuál es el resorte que hace que la práctica
sea efectivamente analítica y no pura sugestión? Es el deseo del analista
puesto en acto el que hace posible liberar la palabra para que se anude al goce
y produzca la suposición de saber y la creencia en el síntoma. Solo así el
sujeto podrá ser llamado a su singularidad.
Pero esto último
solo se puede alcanzar a partir de articular a la dimensión del deseo el
concepto de lo real como experiencia en la clínica. Miller cae en cuenta
mientras dictaba su seminario La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica,
que el esfuerzo de Lacan al dictar el Seminario 11 fue articular los
cuatro conceptos: inconsciente, repetición, transferencia y pulsión en un
concepto único: lo real. Dice que ese es el secreto del Seminario 11:
“traduce la
experiencia de lo real en la cura”. Y añade que “la experiencia de referencia
de los cuatro conceptos … es la experiencia referida a lo inasimilable”. [9]
Podemos ver en el Seminario
11 que Lacan hace una alusión a lo real, él plantea que la abertura que se
produce con su carácter evanescente hace que el inconsciente sea no realizado, el
inconsciente no es ni ser ni no ser, es no-realizado, no es nada, es un real
que querría realizarse.[10]
Lacan presenta el inconsciente del lado de lo no asimilable de lo real.
Un despertar
abrupto
Lo real es abrupto,
siempre introduce una discontinuidad.[11] Veamos
cómo Lacan trabaja el sueño en este seminario. Conocen el sueño del padre que
sueña que su hijo muerto está vivo y viene a decirle: padre, ¿acaso no ves que
ardo? Horror que lo desvela, es un despertar abrupto, marcas de lo real que
apuran el despertar y Freud lo interpreta como el deseo del padre de que su
hijo viva un poco más. Es la interpretación por la vía del sentido abrochado al
deseo. Hay los reproches entre un padre y un hijo; de uno: ¿no ves que ardo?,
del otro: ¡no pude salvarlo! Su ser padre está puesto en cuestión. Como dice
Lacan, el sueño gira en torno al “punto más cruel” de la pérdida del objeto: la
muerte del hijo. Lo insoportable de este hecho se podría pensar que es lo
central del sueño. Pero no es a eso a lo que apunta Lacan. El sueño se refiere
a lo real en tanto “nadie puede decir qué es la muerte de un niño ‒salvo el
padre en tanto padre‒ es decir, ningún ser consciente”.[12]
Aquí el padre no es analizable en tanto inconsciente, el padre queda como
ombligo ininterpretable que remite a lo real, un real no simbolizado. Es un
tope a la experiencia, el agujero con el que se encuentra muestra que no todo
puede descifrase, saberse. Hay que ir a buscar al padre más allá del sueño y
del sentido.
Por ejemplo, el
sueño del final de Raquel Cors, cuando logra librarse de la muerte, se agarra
de los brazos del analista para luego soltarse, saltar y salir.
Estos tres verbos implican un: “ya se acabó”. No solo se suelta del analista al final sino que, como ella dice: el analista
le permitió soltar las horribles identificaciones de esa niña que casi muere. El psicoanálisis la salvó de no ser un falo muerto.[13]
Se sueña para seguir durmiendo
dice Freud, Lacan añade que se despierta para seguir soñando. Estos sueños (el
del padre y el de Raquel) muestran que “el despertar es uno de los nombres de
lo real en tanto que imposible”.[14] ¿Un
análisis está hecho para aprender a dormir o para aprender a despertarse?
Miller ubica al psicoanálisis como el “duro deseo de despertar”[15] frente
a lo que aparece como “el deseo de dormir de un sujeto irritado por lo real del
síntoma”.[16]
“El goce es molesto”,[17] dice
Lacan en el Seminario 19, el goce permanece e insiste más allá del padre
edípico y del sentido que propone para resolverlo. El deseo del sueño tropieza
con el goce implicado. “Esto es el inconsciente. Defino este saber […] como
algo que solo puede plantearse a partir del goce del sujeto”.[18] Hace
falta el consentimiento del sujeto en análisis para que esa zona oscura se
revele. Pero, eso depende de la posición ética del analista.
Función
del padre, función del analista
La función del padre siempre es
fallida porque no puede dar sentido al goce y por eso traumatiza. En el Seminario
19 Lacan dirá que “un psicoanalista reproduce […] una producción de la
neurosis. […] Todo padre traumático está en suma en la misma posición que el
psicoanalista. La diferencia es que el psicoanalista, por su posición,
reproduce la neurosis mientras que el padre traumático la produce
inocentemente”. La neurosis es una
solución y es producto del padre que traumatiza, que transmite el no-todo femenino
en sus arreglos con una mujer, cuando hace de su mujer causa de su deseo.
Trauma entendido como acontecimiento de cuerpo, la marca que queda por la
invasión de goce, imposible de significar por el padre.
Decir que el analista y los
padres traumatizantes están en el mismo lugar significa que el analista puede
encarnar los poderes de la palabra, de la misma manera que en una neurosis los
significantes traumatizantes han marcado el cuerpo de un sujeto de un modo
preciso. La extracción de goce que se produce permite definir un acceso a lo
imposible de atravesar, lo imposible del saber. Por ejemplo, la voz opaca del
testimonio de María Cristina Giraldo queda vaciada de goce pero también queda
la materia del inconsciente como tal. Esa materia del inconsciente es lo real
del goce.
No hay clínica sin
real implica un psicoanálisis orientado hacia lo real, que a su vez significa no
orientarse completamente por lo simbólico. En otras palabras, no orientarse
solo por el Nombre del Padre sino también por el goce concernido en el síntoma
y en el fantasma. Es decir, servirse del padre para ir más allá del sentido,
extremar los límites de la experiencia del análisis para llegar a lo imposible.
Decirlo así supone orientarse por el final del análisis hasta llegar a bordear
y nombrar un goce singular que escapa a la ley.
Servirse del padre
El esfuerzo en un análisis es nombrar lo
innombrable. El padre sirve para nombrar. Los testimonios del pase lo
demuestran. ¿Qué es un padre para un hijo? No lo sabemos, cada uno está en
análisis en cuanto hijo y no como padre. Lo que hay para cada uno es su propia
versión del padre y el consentimiento que da a lo que se inscribe como programa
del goce. Veamos con qué ficción María Cristina Giraldo nombra al padre en
singular. En
su caso el padre es el que consiente al estrago, es un padre débil que no puede
poner límite al capricho, al estrago materno. Para María Cristina ser objeto
del goce de su madre se articula a su empuje a callar al Otro, como su madre,
posición fantasmática, punto de fijación y arrebato. Sin embargo, el
acontecimiento de cuerpo se dio en las piernas sueltas. Lo real queda
delimitado a partir del acontecimiento. El elemento traumático son los pies,
“las piernas al aire, sin soporte”, dice María Cristina, cuando siendo niña el
padre la carga frente al ataúd del abuelo y le explica que “no necesita
zapatos, no va a caminar porque murió”.[19]
¿Qué nombra con ese padre? La irrupción de un goce que hace síntoma con lo que
cojea, con lo que tropieza, y con eso se acomoda.
Fue su manera de servirse del padre. ¿Cómo lo nombra al final del análisis? El esguince en la voz es el nombre de su sinthome, su manera de nombrar la
opacidad del goce. Con esa invención puede darle la vuelta al uso de la voz en
el fantasma. Encuentra una nueva manera de servirse del padre, dicho de esta
manera por María Cristina en su sexto testimonio: “el padre que esguinza en el acontecimiento de cuerpo,
el goce excedente del estrago materno; el padre como nombre en la producción de
una torsión en el uso fantasmático de la voz, el padre sinthome que castra esa relación directa con el goce del Otro
materno”.[20]
Finalmente, lo único que un padre puede transmitir a sus hijos es saber cómo
arreglárselas con el goce opaco.
La repetición se
funda en el goce
Entones, podemos
plantear que no es solamente por la vía del inconsciente, articulado al sujeto
supuesto saber transferencial, que avanzamos en el análisis. Como dice Miller
en el texto que da el marco a este seminario de formación, “Al encuentro de un
real”, lo que nos orienta es el concepto de repetición, que no tiene nada que
ver con la transferencia en palabras de Lacan.[21]
Como continúa Miller en ese texto, la transferencia está articulada al cierre
del inconsciente a causa de la realidad sexual del inconsciente. Lo sexual
establece la juntura entre lo real y el concepto de transferencia. Es lo real
sexual que más adelante Lacan sancionará como no hay relación sexual. Hay la
repetición de los significantes, pero sobre todo, la repetición “tiene valor de
evitación de lo real como sexual”.[22]
Lo que descubre Lacan en este seminario es la permanencia del objeto, a partir
de lo cual la repetición siempre lleva al mismo lugar, es la “permanencia de lo
real en el mismo lugar” y la transferencia presentifica el objeto.
Lo interesante es
el lugar de la pulsión que articula la transferencia y la repetición para
producir goce. La relación del sujeto del inconsciente con el goce presente en
la realidad sexual se traduce con la fórmula del fantasma ($ ◊ a). Es ahí donde
desemboca el Seminario 11 con los cuatro conceptos fundamentales: en la
relación del sujeto del inconsciente y el objeto a. El ser del sujeto
encuentra su complemento en el objeto: sujeto y goce quedan íntimamente
articulados. Aquí entramos a una dimensión diferente a la de la repetición de
la cadena significante que “nunca acierta en lo real” sino que la repetición se funda en el goce, y toda la
repetición significante “se introduce en el ser humano a través del goce”. La
repetición significante no solo nunca acierta en lo real, el goce que el Otro
no atrapa, sino también busca el goce. El fantasma busca el goce, que es la
relación del sujeto con el goce bajo las modalidades del objeto a.
El fantasma y el
acceso a lo real
Un análisis promete
una cita con lo real y eso, podría decirse, es contingente, tal como lo
demuestran los testimonios de pase. Comencemos por el fantasma y preguntemos:
¿el fantasma atrapa algo de lo real? La respuesta de Lacan es que el fantasma
es defensa, pero también es la única vía de acceso al mismo real, Como dice
Lacan en “La lógica del fantasma”: “…no hay otra entrada del sujeto en lo real
que no sea el fantasma”.[23]
Para decirlo así tenemos
que tomar en cuenta que no hay el real o lo real de la clínica
para todos. Lo que hay es Un real en cada caso, lo singular que
testimonian los AEs. El concepto de Un real es de la última enseñanza de Lacan,
quien ha abordado lo real de distintas maneras a lo largo de sus seminarios y,
como se ha dicho muchas veces, el Seminario 11 inaugura un segundo
momento en la enseñanza de Lacan, más precisamente desde el abordaje de lo
real.
Si el fantasma
incluye al objeto a, este es un resto de lo simbólico que nos da una
idea de lo real. El testimonio de Graciela Brodsky ilustra el paso del fantasma
al encuentro con Un real. En su testimonio ubica el momento traumático infantil
de la risa de los padres después de una fiesta, a la que ella no puede dar
sentido y que se anuda a un síntoma fóbico en la infancia. Y en un segundo
momento, la fiesta del final, que es la fiesta al final de unas Jornadas de la
ECF en la que ve a su analista en la pista de baile, él anima el baile y ella está
en la mesa de mujeres solas, se angustia. La angustia la encaminó hacia el
tramo final del análisis.
Con la angustia cae
el velo que la protegía con la ficción fantasmática de ser la única, un
significante amo siempre presente, y el axioma arruinarle la fiesta al otro.
El analista partenaire supo jugar con ella en la transferencia y le hizo creer ser
una excepción, que ella se la creyó, hasta la fiesta del final inolvidable.
Graciela indica que “el lazo en la transferencia es un lazo sinthomático,
que anuda el goce del sujeto y de su cuerpo a un partenaire circunstancial”.[24]
La fiesta del final
trae abajo el significante ser la única, ella es una más entre las mujeres, las
del mal conjunto, queda excluida de la fiesta. Es una escena que se enlaza a la
fiesta edípica en la que los padres gozaban sentándola sobre un mueble alto
mientras ella lloraba. Después
tiene un sueño el que ella ordena: “¡que se acabe la fiesta!”. Estos tres
elementos: ser única, quedar excluida de la fiesta y ¡que se acabe la fiesta!
le permiten reconstruir su vida y su análisis. En la neurosis infantil, con su
síntoma fóbico, ella descubre que ya estaba presente la satisfacción
fantasmática de arruinarle la fiesta al otro: ella lloraba y el otro dejaba de
hacer lo que hacía.
Faltará
nombrar lo que no tiene nombre en el último tramo del análisis. El analista
hace una interpretación en francés de la que ella olvida el verbo de la frase,
una palabra que diría de su manera de aplastar, hundir el deseo del otro.
Después de mucho buscar la palabra, el analista se la repite, pero ella no la
reconoce, no es su palabra, “mi palabra no es de este mundo”; la palabra que
nombraba su ser desapareció, y no hubo un saber que pudiera colmar el agujero
que cavó. El analista dice: “Es el nombre que falta en el mar de los nombres
propios”.[25]
Es la palabra inexistente del (S A/), lo imposible de decir que estuvo desde el
inicio y marcó su encuentro traumático con el Otro de lalengua en la
escena del llanto ante la risa de los padres.
En
Sutilezas analíticas Miller indica que más allá de la fractura del
fantasma,[26]
de un fantasma que daba sentido, queda el fuera de sentido. Esto es así porque
la factura produce una separación entre el efecto de sentido y el producto de
goce. La fractura del fantasma aísla lo que resta: el sinthome como
aparato de goce. “Hacer el pase es una invitación a fabricar sentido, pero sentido
que denota el sinthome”.[27]
Graciela dice que sin el anudamiento del sinthome no se podría arribar a
lo que sería ilocalizable, ilegible. Y es para hablar de ese nombre propio
impronunciable que decide hacer el pase. Lo real saca a la luz la experiencia
de los límites del análisis, se topa con el agujero y no hay más que decir.
Entonces, siempre
terminamos topándonos con lo imposible. Lacan enseña que más allá del fantasma
hay lo imposible de la no relación sexual. El fantasma intenta velar la no
relación sexual y se arma de ficciones buscando volver posible lo imposible. Si
lo real está del lado de lo que no cesa de no escribirse, de lo imposible, el
atravesamiento del fantasma, caído el velo del fantasma, producirá la
confrontación con un no radical: el no hay relación sexual. Pero el nudo real
del fantasma también dejará al descubierto lo que hay, la pulsión que siempre
vuelve al mismo lugar. Hay la dimensión de lo real pulsional del fantasma que
en un análisis se puede construir y desentrañar, y hay lo real del
acontecimiento del cuerpo que se atrapa con el sinthome del final del
análisis. ¿Cómo abordar estas dos dimensiones? Para acercarnos un poco más a la
orientación por el final del análisis, Miller[28] propone
una elaboración con relación a la posición del analista que oscila entre dos
escuchas: la que acoge las variaciones del sentido que trae el analizante, que
acompaña el desciframiento inconsciente, y la escucha que se transforma en
lectura de lo escrito de la iteración del goce del síntoma, que es incurable y
queda como acontecimiento del cuerpo.
Lo que se dice en
un análisis se escucha orientado por lo real, por lo que no cesa de no
escribirse. Tomemos en cuenta lo que dice Miller sobre el fantasma en la
clínica: “Hay una cierta paradoja en que, en nuestra clínica, el término de
fantasma se haya encontrado en cierto modo borrado cuando al mismo tiempo nos
apasionamos por identificar y cernir el fin del análisis, como si, por una
escisión, reserváramos la pregunta por el fantasma para el fin del análisis y
lo borráramos del lado de la clínica. Es el lugar en donde se jugará para Lacan
el fin del análisis cuando definirá el pase como la solución al impasse
esencial del sujeto en su relación al significante”.[29]
En los testimonios de pase podemos ver la lectura que cada AE hace del
anudamiento del fantasma y lo real. El fantasma está soportado por lo real y
también vela lo real, se puede constituir como una defensa ante lo real. “En la
última enseñanza de Lacan fantasma y pulsión serán fusionados en el sinthome
como modo de gozar”.[30]
La ética y lo real
en la clínica
Quisiera dar una
última vuelta por el deseo del analista para volver a poner sobre la mesa la
juntura que hay entre la ética y lo real en la clínica. No solo en la
experiencia analítica que conduce al analizante al final de análisis, previa
fractura del fantasma, sino también en la formación del analista. Me parece
preciso cómo Silvia Salman ubica la emergencia del deseo del analista. Es
decir, a partir del momento en que “el analista haya cesado de desconocer la
función que tiene el objeto a en su deseo para así reintegrarlo a su
causa. O en otros términos (…) cuando ya no se está obligado a robar el goce a
escondidas del fantasma, que es el que le daba una significación al goce. Este
pasaje de analizante a analista implica una nueva topología del objeto, que
pone de manifiesto el lugar de la causa y ya no del velo. Correr el velo del
fantasma permite hacer surgir ese vacío que el objeto obturaba, y entonces el
analista en calidad de resto de la operación analítica podrá ocupar ese lugar
para otros”.[31]
El deseo del analista tiene como condición que el analista sepa lo que quiere
para poder operar con la escucha-lectura (leer el inconsciente, leer el
síntoma) y transferirlo al analizante: eso condensa la formación del analista.
Es el efecto de formación de haber podido reintegrar su deseo a su causa. Pero
todo esto puede ser efectivo si es que se ha dejado atrás el fantasma una vez
atravesado, porque el fantasma no sirve para la dirección de la cura. Lo que se
hace operativo es el saber hacer con el síntoma que nunca se reduce a cero, saber
hacer con él en la práctica analítica.
No hay clínica sin
real es traducido por Lacan como lo real imposible de soportar. Lo que busca el
inconsciente en la experiencia analítica es una elucubración de saber sobre Un
real. Como dice Miller, el inconsciente busca darle sentido a la libido
una vez instalada la experiencia analítica, “esa es la condición para que el
inconsciente sea interpretable” y lo que el inconsciente interpreta vía la
transferencia del sujeto supuesto saber es lo real. Pero no para
confirmar que hay un saber en lo real, sino que cada uno obtiene un saber sobre
lo real. Es importante remarcar esta distinción. El recorrido analítico es
un forzamiento a bordear lo fuera de sentido de lo real, más allá de las
ficciones que cada uno se armó fantasmáticamente para soportar lo real. El
“ouir” de Alejando Reinoso o el “esguince en la voz” de María Cristina Giraldo
son el puro encuentro con lalengua y sus efectos de goce en el cuerpo.
“Lo real del inconsciente es el cuerpo hablante”.[32]
Es el encuentro contingente del final, de lalengua con el cuerpo, que
produce un significante nuevo por fuera de la trama ficcional, que se repete
según su programa de goce y sin solución. Lo que resta al final es un modo de
gozar advertido, absolutamente singular e irreductible.
[1] Conferencia
dictada en el Seminario de Formación Permanente “Al encuentro de un real” de
APEL-Santa Cruz, 25 de junio 2021.
[2] Miller,
J.-A., “Nuevas inquisiciones clínicas”, Seminarios en Caracas y Bogotá,
Paidós, Buenos Aires, 2015, p. 478.
[3] Miller,
J.-A., “No hay clínica sin ética”, Matemas I, Manantial, Buenos Aires,
1986.
[4] Lacan, J., “El
psicoanálisis verdadero y el falso”, Freudiana 4/5, Barcelona, 1992.
[5] Lacan, J., El
Seminario, Libro 6, El deseo y su interpretación, Paidós, Buenos Aires,
2014.
[6] Lacan, J.,
“Posición del inconsciente”, Escritos 2, Siglo XXI Editores, México,
2003, p. 813.
[7] Lacan, J., El
Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis,
Paidós, Buenos Aires, 2010, p. 42.
[8] Miller,
J.-A., “El desnivel entre ser y existencia”, Freudiana
68, ELP, Barcelona, mayo/agosto 2013, Clase del curso de la Orientación
lacaniana “El Ser y el Uno” del 23 de marzo de 2011, inédito.
[9] Miller,
J.-A., “Nuevas inquisiciones clínicas”, op. cit., p. 471.
[10] Lacan, J., El Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos
fundamentales del psicoanálisis, op. cit., p. 38.
[11] Miller,
J.-A., “Nuevas inquisiciones clínicas”, op. cit., p. 530.
[12] Ibíd.,
p. 67.
[13] Cors, R.,
“27 – 28 – Uno” Primer testimonio, Bitácora Lacaniana. Número
extraordinario, Grama, Buenos Aires, abril 2019.
[14] Miller, J.-A.,
“Despertar”, Matemas I, Manantial,
Buenos Aires, 1994, p. 117.
[15] Ibíd.
[16] Ibíd., p. 118.
[17] Lacan, J., El Seminario, Libro 19, …o peor, Paidós,
Buenos Aires, 2012, p. 213.
[18] Ibíd., p. 77.
[19] Giraldo,
M. C., “La voz opaca”, Bitácora Lacaniana,
Número Extraordinario, Grama, Buenos Aires, abril 2017, p. 52
[20] Giraldo,
M. C., “Tres hombres”, Bitácora Lacaniana
N° 7, Grama, Buenos Aires, 2018, p. 133.
[21] Lacan, J., El Seminario, Libro 11, Los cuatro
conceptos fundamentales del psicoanálisis, op. cit., p. 41.
[22] Miller,
J.-A., “Al encuentro de un real”, Revista Lacaniana Nº 28, Grama, Buenos
Aires, 2020, p. 29.
[23] Lacan, J.,
“La lógica del fantasma”, Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, p.
346.
[24] Brodsky, G.,
“Partenaires”, Revista Lacaniana Nº 13, Grama, Buenos Aires, 2012.
[25] Lacan, J.,
“Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano”, Escritos
2, op. cit., p. 799.
[26] Miller,
J.-A., Sutilezas analíticas, Paidós, Buenos Aires, 2010, p. 161.
[27] Ibíd.,
p. 162.
[28] Miller,
J.-A., “El desnivel entre ser y existencia”, op. cit.
[29] Miller,
J.-A., “Presentación del Seminario 6 de Jacques Lacan”,
http://www.jornadaseol.com/026/index.php?file=lecturas/textos-de-orientacion/presentacion-del-seminario-6.html
[30] Ibíd.
[31] Salman, S.,
“Restos de un análisis”, El orden simbólico en el siglo XXI, Grama,
Buenos Aires, 2012, p. 289.
[32] Miller, J.-A., “El inconsciente y el cuerpo hablante”, https://www.wapol.org/es/articulos/Template.asp?intTipoPagina=4&intPublicacion=13&intEdicion=9&intIdiomaPublicacion=1&intArticulo=2742&intIdiomaArticulo=1
El estatuto real
del goce [1]
María Hortensia Cárdenas
Sigamos una vez más el hilo del goce
en la enseñanza de Lacan. Para llegar al estatuto real del goce es necesario
precisar lo que escapa al significante. La noción de sinthome es impensable sin ubicar el “no hay” que Miller desarrolla
en el Paradigma 6.[2] Este paradigma es el de la
no-relación, en el que el goce prescinde del Otro y el lugar del goce es el
cuerpo. Hay una inversión respecto a todo el recorrido de Lacan. Los primeros 5
paradigmas hacen este recorrido: primero el significante es causa de goce, y
luego el significante emerge del goce, ya que lo conmemora. La introducción
misma del significante depende del goce, y el goce es impensable sin el
significante. Hay una "circularidad primitiva" entre el significante
y el goce. A partir de aquí se redefinirá también la dirección de una cura y la
noción de síntoma, donde ya el partenaire no va a ser el Otro sino el goce. El
paradigma 6 toma como punto de partida el goce que reconduce a un Uno solo
separado del Otro, hay goce, hay lo real.
Empecemos con la oposición conceptual
entre ser y existencia, entre el ser y el Uno, para introducir lo real que cambia todo. El ser carece de ser,
es una paradoja, y es por eso que Lacan define el ser del sujeto del
inconsciente como una falta en ser. El inconsciente no tiene más ser que el
sujeto mismo. La expresión want to be
apunta no solo al acto de want sino
también al deseo que hay en want, a
la voluntad implicada ahí, el deseo de ser: want
to be. Es esto mismo que encontramos
en el deseo del analista que anima la operación analítica y que apunta a un
deber ser del inconsciente. Por eso es que Lacan dice en el Seminario 11 que el estatuto del
inconsciente es ético, porque es relativo al deseo, en primer lugar del deseo
del analista y lo que se opera en la transferencia de ese deseo.
Ahora, dando un salto podemos decir
que más allá del ser está lo real. ¿Cómo llegamos ahí? Por la vía del síntoma,
eso que se repite y produce malestar. Claro que un síntoma tiene una dimensión
de verdad articulada al ser pero también otra de real. No basta interpretar un
síntoma y producir efectos de verdad para curarlo. El síntoma es persistente,
siempre queda un resto que insiste. Lo real del síntoma es fuera de sentido.
El
cuerpo
El cuerpo siempre está
implicado en el síntoma, el goce es lo propio del cuerpo. Un síntoma testimonia
que ha habido un acontecimiento que marcó su goce, un goce que haría falta que
no fuese, como dice Lacan en el Seminario
Aún, después del cual el goce se trastornó y se desvió. Lalengua toca el cuerpo produciendo al
mismo tiempo una desnaturalización del goce, el cuerpo humano no es el del gato
que ronronea, como dice Lacan en “La tercera”, el ronroneo es el goce del gato.
En cambio, lalengua desnaturaliza el
goce y al mismo tiempo genera un goce humano, no natural, un plus de goce.
Tenemos un cuerpo, lo llevamos a
cuestas sin mayor conciencia de él, a menos de que surja dolor, cansancio,
placer o angustia. Las contingencias corporales producen el corte que permiten
conocer el cuerpo, pero no al cuerpo en su totalidad sino pedazos. El cuerpo
goza de objetos, el primero de ellos el objeto a.
El cuerpo que goza es la razón del
psicoanálisis. Este postulado empezó a tomar consistencia en la enseñanza de
Lacan a partir de El Seminario La
angustia. Los seminarios previos centran su elaboración en el significante,
el falo, la castración y el Edipo hasta que, por la vía de la angustia, nos
conduce al cuerpo y sus órganos a partir de una serie de acontecimientos
corporales. El plano real cobra una nueva cara cuando indica que la angustia
tiene como causa la inminencia de un objeto irrepresentable y, sin embargo,
enraizado en el cuerpo.
El cuerpo es el lugar de la angustia y
el objeto a recorta el cuerpo bajo
distintas modalidades que detallan pedazos del cuerpo que son causa de goce,
que dan cuerpo al goce. El objeto a
como un elemento de goce en el cuerpo será el inicio de un desarrollo de lo que
no es significante, y presenta por primera vez un objeto que no es como los
demás, con una dimensión totalmente novedosa: un resto irreductible a la
simbolización
En el trayecto de un análisis mediado
por la transferencia, nos topamos con una paradoja: el Otro contiene otra cosa
que produce amor, que es causa: el objeto a.
En su curso “El ser y el Uno” Miller precisa que el objeto no es más que el
medio para la vía de retorno de la pulsión sobre sí misma y, por lo tanto, es
un lugar de vacío susceptible de ser ocupado por diferentes objetos.[3] No olvidemos que el objeto a es el núcleo elaborable del goce, es
lo que tiene sentido del goce. Lo que se puede elaborar del goce fálico y del
goce del Otro que el sujeto supone, pasa por el objeto a. El objeto como conjunto vacío está marcado por los significantes
que se identificaron a él y se repite. Esto hace que el Otro no sea Uno.
Precisemos más: el campo del Otro es el del significante y por lo tanto el del
desierto de goce. Por eso el Otro no existe porque no goza. La existencia se
define a partir del goce, del cuerpo que se goza.
Si no es el sujeto entonces son los
objetos de la pulsión los que hablan como la enunciación inconsciente. El
inconsciente está hecho de la relación con nuestro cuerpo. La pulsión es
palabra. Más adelante Lacan hará una nueva lectura de la pulsión en su última
enseñanza: “las pulsiones son el eco en el cuerpo del hecho de que hay un
decir”.[4] Aquí ya no se trata de una
resonancia semántica, de sentido, sino de una resonancia corpórea que conmueve
el cuerpo pero que no quiere decir nada. Si el síntoma viene de lo real y
prosigue por lo simbólico buscando sentido, es una apuesta para la
interpretación el desabonar al sujeto de su pasión del significante y hacer
sonar el cuerpo. Lo que resuena en el cuerpo es la producción del síntoma desde
lo real y que es ineliminable. Lacan en “Televisión” dice que el inconsciente
testimonia de un real que le es propio,[5]
pero que es un real que se impone en la experiencia analítica. Son los dichos
del analizante los que nos llevan a un real inherente al análisis. Es la
repetición de un excedente de goce, inaccesible al lenguaje, de un goce
ininteligible. La cuestión que surge aquí es cómo el sujeto puede cernir ese
real por una vía que no es el sentido y hacerse responsable de su goce singular.
Tomemos el ejemplo del testimonio de Alejandro Reinoso. Grita ¡tengo hambre! Su
abuelo con un tono muy serio: Tú no sabes lo que es el hambre. Aquí se produce
la emergencia del objeto voz que traumatiza el goce del niño. El objeto voz
quedó silenciado.: ¡quédate callado! A partir de ahí él será serio, educado,
estudios, afectivamente moderado, pensar antes que hablar, se construye un
carácter, una serie de síntoma y el fantasma.
Cómo
se lee un síntoma
El psicoanálisis gira en torno a la
problemática que existe entre el sentido y el sinsentido, entre lo
interpretable y lo ininterpretable, entre el significante y la pulsión, Más allá de la escucha en análisis está la
lectura del síntoma que consiste en privar al síntoma de sentido. Es pasar de
la interpretación freudiana orientada por el Nombre del Padre a la
interpretación a partir del nudo de lo simbólico, imaginario y real, de lo que
no produce sentido. Esto es lo complicado porque la escucha tiene que ver con
el sentido y cuanto más sentido, más sentido hay. Por eso Lacan advierte de no
engordar el síntoma con el sentido porque de ahí no salimos,” no hacemos más
que prolongar su subsistencia”.[6]
Lacan busca mantener a distancia la
palabra y el sentido que transmite a partir de la escritura como fuera de
sentido, como letra, a partir de su materialidad, la materialidad de la
escritura. El S1 está entre el simbólico y lo real, es la letra del síntoma que
no cesa de escribirse. Es la letra como síntoma en el cuerpo que hace
acontecimiento en el cuerpo. Es decir, “la letra en tanto que produce el
acontecimiento de goce que determina la formación de los síntomas”.[7] Lacan dice en el Seminario
R.S.I.[8] que el síntoma es un desborde de lo real en
lo simbólico, el síntoma es efecto de lo simbólico en lo real, lo que del
inconsciente se traduce como una letra. En el caso de Alejandro Reinoso es la
voz silenciada anudada al serio. El niño grita ¡tengo hambre! y se produce la
respuesta del abuelo que aplasta el grito obligándolo a comportarse como
corresponde con la expresión ¡tú no sabes lo que es el hambre!, y a partir de
ahí hay que saber. A partir de lo incomprensible, intrusivo e insensato del
trauma se construye una respuesta. Es el trabajo psíquico que implica paliar el
efecto del trauma, de eso que carece radicalmente de sentido y produce que uno
se sumerja en la perplejidad más total o bien fuerza a la construcción
ficcional del fantasma, para darle un sentido al trauma e incluirlo en la trama
de una hystoria.
La raíz misma del síntoma es la
adicción, la reiteración inextinguible del mismo Uno, la reiteración de lo
mismo, el retorno del mismo acontecimiento. En “El ser y el Uno” Miller enseña:
“El goce repetitivo, el goce llamado de adicción y en el que se sitúa el sinthome no tiene relación más que con
el significante Uno, con el S1 solo, lo que significa que no entra en relación
con el S2 que representa al saber. El goce repetitivo se encuentra fuera del
saber. Podemos decir que es autogoce del cuerpo por el sesgo del S1 sin el S2.
Lo que hace la función de S2 en la materia, la función del Otro, es el cuerpo
mismo”.[9]
Miller dice que la interpretación como
efecto de reducción del sentido pasa por la dialéctica del deseo y los efectos
de verdad. Pero de lo que se trataría con la interpretación que apunta a la
fijeza del goce, a la opacidad de lo real, es reducir el síntoma a su fórmula
inicial, es decir, al encuentro material de un significante y del cuerpo, es
decir, al choque puro del lenguaje sobre el cuerpo.[10]
Tenemos el conocido ejemplo que dio Lacan de Michael Leiris cuyo goce de hablar
del laleo de niño es aplastado por su madre que corrige la forma correcta de
decir la palabra felizmente en
francés, que el niño dice lizmente.
La madre marca en ese instante la intromisión del lenguaje en el goce de lalengua aplastado por la ley,
traumatiza el goce del niño.
Lalengua
Siempre cuando vemos un caso lo
importante es ubicar la posición particular del sujeto, con sus respuestas al
goce y las soluciones que encuentra. Desde los inicios de su enseñanza Lacan
nos señaló que en el cachorro humano, prematuro biológicamente, tiene la
experiencia de cuerpo fragmentado, una experiencia que parte del encuentro con lalengua, sin sentido, previa al
lenguaje. Esa que requiere de un consentimiento (Bejahung) para salir de ese
sinsentido, para que pase al lenguaje. Entonces hay soluciones o respuestas
fallidas ‒aunque todas lo sean‒ algunas se desestabilizan ante el encuentro con
lo que sujetaba y daba un lugar en el mundo. El cuerpo no se constituye
naturalmente; Lacan dijo que es el lenguaje el que le regala al sujeto un
cuerpo.
La lalengua
es previa a la estructura por eso se indica que el goce conduce siempre a esa lalengua anterior. En el Seminario Aún Lacan dice que el lenguaje
está hecho de lalengua. Lacan
radicaliza su posición: “Si dije que el lenguaje es aquello como lo cual el
inconsciente está estructurado, es de seguro porque el lenguaje, en primer
lugar, no existe. El lenguaje es lo que se procura saber respecto de la función
de lalengua”.[11]
El inconsciente es un saber hacer con lalengua.
El inconsciente es real, cuando no se pueden ordenar los significantes ya que
al menos tiene que haber dos en los cuales uno pueda asumir el valor de otro.
Como hemos dicho, lalengua
desnaturaliza el cuerpo. La neurosis inventa los recursos para dar sentido a lo
que tiene a partir de lo cual o hay perplejidad o la construcción de una hystoria que es el fantasma.
El
goce en juego
El goce es en plural, podemos verlo en
la diferencia entre síntoma y fantasma: hay un goce del síntoma y hay un goce
del fantasma. Estos dos goces están juntos y disjuntos. En algún punto quizás
no se diferencian pero consiguen diferenciarse cuando algo del goce abrochado
al síntoma deja de saciarse en el fantasma, puede articularse por fuera del
padre y producirse un nuevo arreglo con el goce. Del acontecimiento de cuerpo
que introduce un exceso imposible de nombrar pasamos a recubrirlo de sentido
con el fantasma y con eso construimos nuestra vida, es la hystoria (con y) que
nos contamos para tener sentido. El síntoma y el fantasma definen el modo de
gozar de cada uno enlazado al Otro. En el camino del análisis surge la pregunta
por el ser y sus declinaciones, como por ejemplo: soy el objeto del deseo del
Otro, o qué soy en el fantasma del Otro, o qué clase de objeto soy. El ser del
sujeto puesto en juego que precipitaría a un sujeto al análisis en la búsqueda
de su ser de sujeto. El fantasma es lo que para el sujeto hace de pantalla a lo
real y cuya travesía se supone que le permite acceder a lo real. Pero el
fantasma no es solo pantalla, pantalla de lo real, sino a un mismo tiempo
ventana sobre lo real. En este sentido el fantasma es una función de lo real,
una función subjetivada, singularizada, de lo real.
Consideremos el orden simbólico. La
noción de sentido funda al Otro, a partir del sentido el Otro se distancia de
lo real. El sentido es lo que permite creer que el Otro es primero. El Otro del
lenguaje es completo, no está afectado por la inconsistencia. Es el Otro de la
estructura del lenguaje donde nada falta en el Otro, donde el Otro es todo. Muy
diferente de lalengua que es lo más
singular e íntimo de la lengua de cada uno.
La última enseñanza de Lacan muestra
que el Otro habla del goce, el lenguaje es un aparato de goce, pero no
solamente porque el objeto a está en
el Otro. Lacan postula finalmente que el Otro es el cuerpo, y es el cuerpo que
se goza, no se trata más del goce articulado a la ley del deseo sino que
corresponde al traumatismo contingente que se fija en el cuerpo. Pero
recordemos que el S1 del inconsciente real, ese que es goce
autoerótico, es el que hizo resonar algo en el cuerpo y después el sujeto –no
sin el Otro– le dio un sentido. Volvamos a decirlo: el Uno solo no tiene Otro
pero el Otro no es sin el Uno. El lugar del Otro ‒dice Miller‒ “es un lugar
hecho a partir del eclipse del Uno originario”.[12]
De este modo, el Uno con mayúscula es
el soporte de cada significante, es causa y materia de las ficciones que se
crean no sin esa marca de goce en el cuerpo. El goce primero perdido es
reducido a la captura del sujeto en el lenguaje. Se produce un menos de goce
del Uno que perturba el goce y a partir del cual el Otro puede tomar su lugar.
Este menos que afecta el goce del Uno lleva a apelar a otra cosa: al Otro y al
juego significante.
De la lectura del Seminario 20 podemos extraer que Lacan establece que el verdadero
partenaire del sujeto en cuanto al goce es el objeto a, que es el que sustituye al Otro cuando el objeto toma la forma
de la causa del deseo. Es decir que el verdadero partenaire del sujeto está
hecho de su propia pérdida de goce, de su objeto perdido. La sexualidad
femenina cobra un interés mayor en este punto. Del lado macho, el hombre piensa
que aborda a la mujer; pero no es así ya que solo aborda la causa de su propio
deseo desde el objeto a, como se
puede apreciar en los fantasmas masculinos. Del lado mujer, ella es no-toda
porque su goce es dual: hay la relación con el falo pero también con el goce
femenino, el del goce como tal. La mujer tiene una relación con el Otro en el
goce, el Otro está en el goce mismo, es así como podemos entender la
proposición de Lacan: “el goce femenino es radicalmente Otro”.[13] En “La tercera” Lacan
precisa: “El síntoma es irrupción de esa anomalía en que consiste el goce
fálico, en la medida en que en él se expande y se despliega esa falta
fundamental que califico como no-relación sexual”.[14]
Es decir, no hay relación sexual, hay síntoma, hay goce. No hay relación sexual
es no hay complementariedad entre dos regímenes de goce, el de un goce con
sentido y otro por fuera de sentido, por fuera de lugar y sin representación.
Hay el goce en tanto tal, el goce a secas, sin localización, ni nombre, ni
representación que Lacan llama goce femenino.
La
contingencia
Nuestra práctica orientada por lo real
en juego es también una brújula, estamos advertidos de que el sujeto está,
siempre, del lado del mal encuentro. Jacques-Alain Miller señala que Lacan pasa
del registro de lo simbólico a lo real a partir de la lógica matemática y del
tropiezo con lo imposible. La fórmula no hay relación sexual tiene como
correlato el sentido sexual, en tanto la no relación es correlativa del
encuentro en la relación amorosa. Se ve aquí la oposición entre lo necesario de
la no relación sexual y el encuentro que es contingente. Lo contingente del
encuentro con el goce deviene necesario y se repite para hacer semblante de
“hay relación”.
El real del psicoanálisis es el de la
no relación y es el real de la modalidad del encuentro, de la contingencia.
Porque se constata que todo lo relacionado entre los sexos tiene que ver con la
contingencia, se puede inferir que en esa relación no hay una necesidad que
trabaje. El acento está puesto en la contingencia y no en la necesidad.
El inconsciente se reduce a un saber y
por eso puede ser interpretado. En un primer momento, la interpretación apunta
al sentido del inconsciente, produce efectos de verdad pero que no tienen que
ver con lo real. Hay una juntura imposible entre lo verdadero y lo real. De
este modo se opera una reducción del
síntoma. La interpretación hace aparecer un efecto de verdad pero también hace resonar el goce
encerrado. En el análisis se constata que hay un agujero con lo que es
contingente; se comprueba que la contingencia aparece sobre el fondo de lo
imposible, que es lo real. “Lo que es
del orden del acontecimiento propiamente dicho es lo que no podría ocurrir;
todo aquello que sale del círculo de lo posible. Ese es el sentido exacto que
Lacan da a la contingencia”. [15]
En el registro de la contingencia se
sitúa la experiencia de goce. Se apunta en el análisis a elucidar el sentido
que tomó la contingencia que se expresa a partir de hechos de repetición. En El sinthome Lacan indica que hablamos
sin saber que somos hablados, sin conocer el sentido que toman las
contingencias.[16] Además, cada uno tiene su
propia construcción “delirante” como respuesta al agujero en el saber sobre lo
sexual. En el análisis se teje la trama de sentido, “organizando, articulando,
sistematizando los elementos de azar que la preceden”. [17]
Es el trabajo de reducción del significante y del goce.
Miller se pregunta [18] por qué una palabra del
Otro tomó un valor decisivo para un sujeto. La respuesta la encuentra más allá
de la articulación significante, la remite a la contingencia de una historia
particular, a algo que se encuentra y cesa de no escribirse. La tesis de Miller
es que “todo lo que concierne en el análisis al goce, a los modos de goce, a la
emergencia del modo de goce particular de un sujeto es siempre del orden de la
contingencia.” [19] El encuentro determina la
modalidad de goce que para cada uno es singular.
La interpretación por fuera del
sentido apunta a deshacer la articulación de destino. Es la vía hacia el sinthome que reconduce “al sujeto a los
elementos absolutos de su existencia contingente”. [20]
Con el sinthome no se trata más de
resolver el enigma del goce, es el tope con lo incurable, con lo irreductible
del goce, de lo que no se puede saber más, que permanece invariable. Es la
reducción al sinthome con la que se
obtiene el “yo soy eso” en su diferencia más absoluta, en lo que tiene de
incomparable.
Lo
real
Hagamos un breve recorrido por lo real
en la enseñanza de Lacan. Él lo retoma en “La tercera”. Primero lo dijo como lo
real es lo que vuelve siempre al mismo
lugar, como los astros. Es una repetición estúpida, dice Miller, y como tal
en ese momento Lacan descalifica lo real.
Luego
es lo real como imposible
es diferente al mundo de la representación, no se puede acceder a lo real por
la representación. Por eso es que lo real está tan cerca a la ciencia que se
dedica a buscar respuestas a lo real y escribe fórmulas. Lo real no está del
lado de lo representable, de lo universal, del todo. Lacan nunca quedó
satisfecho con lo real como imposible. En psicoanálisis lo real es diferente a
lo real como imposible de la ciencia.
En el Seminario 20 tenemos a lo
real como impasse. Pero impasse no como lo que impide, como resistencia,
sino que, luego de una larga secuencia de trabajo en el análisis, el analizante
se topa con el impasse, como punto de llegada. Lacan dice que lo real solo
puede inscribirse como impasse de la formalización. Después de todo el
recorrido que se hizo se topa con lo real que entra en el campo de lo
simbólico, un real que ingresa después de un largo trabajo y no por efecto de
trauma o contingencia.
Lacan dice: “Lo real no puede
inscribirse sino con un impasse de la formalización”.[21]
Es decir, los impasses bien estructurados permiten tocar lo real, lo que no
significa que lo simbólico accede a lo real. En el Seminario Aún Lacan dice de “los límites, los puntos de impasse, de
sin salida, que muestran a lo real accediendo a lo simbólico”.[22] “No siempre un impasse
merece ser leído como estancamiento”.[23]
Si seguimos a Lacan en “La tercera” cuando dice: “Llamo síntoma a lo que viene
de lo real”, ¿no sería ahí, el síntoma, un impasse bien estructurado?
Para Miller anhelar el impasse bien
estructurado es aquel que se demuestra, es decir, el sinthome. Un impasse es un atolladero, es problema, fracaso. ¿Qué
se hace con eso? Esa es una pregunta por el sinthome,
hay que soportar con el sinthome, eso
es el psicoanálisis: saber fracasar mejor, aprender del fracaso.
Este es el hilo conductor de los
seminarios de Lacan, así es como él avanzaba en su enseñanza.
Después Lacan define la clínica
psicoanalítica como lo real en tanto es
lo imposible de soportar.[24] Entonces, lo insoportable
es un modo de manifestación, de presentación de lo real. Soportar según el
diccionario significa e implica sostener algo, cargar un peso, aguantar,
también sufrir. Se necesita un cuerpo para soportar, hace falta un cuerpo.[25]
Última definición de lo real en Lacan:
lo real en psicoanálisis es un real sin
ley, lo dice en el Seminario 23. Así se diferencia el real del
psicoanálisis del de la ciencia. Pero es sin ley y fuera de sentido, donde la
relación causa-efecto –el del inconsciente transferencial‒ no vale al nivel de
lo real sin ley, no vale sino como una ruptura entre causa y efecto.
Es importante considerar esto en la
clínica. Miller lo señala[26] que no vale la pena buscar
una relación de causa-efecto entre los acontecimientos de la infancia y la
masividad del carácter real de lo que se presenta. Lo real no tiene
pre-historia, no tiene causalidad. La frase de Lacan, lo real es sin ley, frase
verdaderamente límite, significa que no busquemos una relación causa-efecto con
los elementos menudos de la primera infancia”.
Graciela Brodsky plantea que a partir
de esta orientación se produce una reformulación de la teoría del trauma. “El
trauma no es causa, el trauma no pertenece a la historia, no es causa, no es
efecto. Está escrito en el cuerpo, es siempre actual. No es relato de una
historia en lo que dice un paciente en sesión sino comentario de una
experiencia.
Troumatisme
El trauma está desde el principio,
tiene una dimensión estructural y constituyente para el sujeto, es inasimilable
e ineliminable, esa es la tesis freudiana. Al trauma Freud lo plantea en dos
tiempos. En un primer tiempo hay un acontecimiento que queda inadvertido, hasta
que en un segundo tiempo un segundo acontecimiento da sentido al acontecimiento
primero, y entonces el trauma se convierte en actual, se actualiza. Por
ejemplo, cuando G. Brodsky dice que en la fiesta de las Jornadas de la ECF se
actualiza la fiesta de sus padres riéndose cuando ella estaba encima del armario.
El segundo tiempo resignifica el primer tiempo y el trauma vuelve a tener la
fuerza del impacto que tuvo en su primer momento.
Lacan piensa el trauma de otra manera
a partir de su última enseñanza.[27] A partir de esta última
enseñanza sobre el trauma G. Brodsky plantea que habría que leer los
testimonios de otra manera. En su caso considera que no es que el primer
acontecimiento quede fuera de la construcción a la espera de uno segundo que lo
resignifique. No es que la fiesta de la ECF viene a dar sentido al primer
momento de la fiesta de los padres. La fiesta del primer momento ya es una
construcción. Es el esfuerzo del analizante por encontrar la causalidad de sus
síntomas. Es el principio de razón suficiente aplicado a la vida de uno. El
trauma se construye, el trauma es el sentido que se da a la irrupción del
sinsentido en la vida y el trauma se convierte en el colmo del sentido en lo
que explica el síntoma, en lo que explica la propia construcción del fantasma.
Desde esta lógica, el trauma viene después del síntoma, no es la causa del
síntoma. El trauma del acontecimiento está escrito en el cuerpo, es actual. Es
una experiencia en el cuerpo sinsentido, una experiencia que afecta el goce del
cuerpo, al cual se le da sentido y ese sentido incluye al trauma mismo.
Hay una dimensión necesaria del trauma
que proviene de la estructura misma del lenguaje, que es incompleto e
inconsistente, que deja siempre un resto imposible de nombrar, que se llama
real y que acompaña a un goce sin nombre que llamamos el goce como tal. Lacan crea el concepto de troumatisme que incluye la palabra trou en francés que significa agujero. Lalengua cava un agujero en lo simbólico porque revela la
insuficiencia de lo simbólico, y al mismo tiempo introduce en el cuerpo un plus
de goce que lo simbólico no consigue nombrarlo. A esta combinación entre lo que
se cava como agujero y lo que se introduce como exceso, que es lo imposible de
nombrar, lo recubrimos con sentido, con eso que llamamos fantasma, y con esa
construcción repleta de sentido, interpretamos nuestra vida. Con la ventana del
fantasma miramos a lo real.
[1] Conferencia en el Seminario de
Formación Permanente “De lo real y la doctrina del goce en la enseñanza de
Lacan”, organizado por APEL - Santa Cruz, 13 y 14 de noviembre de 2020.
[2] Miller, J.-A., La experiencia de lo real en la cura
psicoanalítica, Paidós, Buenos Aires, 2003, p. 269.
[3] Miller, J.-A., Curso de la
Orientación Lacaniana, “El ser y el Uno”, clase del 25 de mayo de 2011, inédito
[4] Lacan, J., El Seminario, Libro 23, El sinthome, Paidós, Buenos Aires, 2006, p.
18.
[5] Lacan, J., “Televisión”, Otros escritos, Paidós, Buenos Aires,
2012, p. 585.
[6] Lacan, J., “La tercera”, Revista Lacaniana N° 18, Grama/EOL, Buenos
Aires, 2015, p. 28.
[7] Miller, J.-A., “Leer un síntoma”,
Revista Lacaniana de Psicoanálisis N°
12, Grama, Buenos Aires, 2012.
[8] Lacan, J., Seminario 22, R.S.I.,
clase del 21 de enero de 1975, inédito.
[9] Miller, J.-A., op. cit., clase del 23 de marzo del
2011.
[10] Ibíd.
[11] Lacan, J., El Seminario, Libro 20, Aun, Paidós, Buenos Aires, 1985, p. 167.
[12] Miller,
J.-A., Curso de la Orientación Lacaniana, “El ser y el Uno”, clase del 16 de marzo de 2011.
[13] Miller,
J.-A., La fuga del sentido, Paidós,
Buenos Aires, 2012, p. 221. También: Lacan, J., El Seminario, Libro 20, Aun, op.
cit., p. 100.
[14] Lacan, J., “La tercera”, op. cit., p. 29.
[15]
Miller, J.-A.: La erótica del
tiempo, Tres haches, Buenos. Aires., 2001, p. 45.
[16]
Lacan, J., El Seminario, Libro 23,
El sinthome, op. cit., p. 160.
[17] Miller, J.-A., Sutilezas analíticas, Paidós, Buenos Aires, 2011, p. 89.
[18]
Miller, J.-A., El partenaire-síntoma,
Paidós, Bs. As., 2008, pág. 356.
[19]
Ibíd., pág. 357.
[20] Miller, J.-A., Sutilezas analíticas, op. cit.,
p. 89.
[21] Lacan, J., El Seminario, Libro 20, Aun, Paidós, Buenos Aires, 1985, p. 112.
[22] Ibíd., p. 113.
[23] Tudanca, L., “Impasses”, Papers 9, Un Real para el siglo XXI, IX
Congreso de la AMP, París, 2014,
http://www.congresamp2014.com/Papers/Papers-009.pdf
[24] Lacan, J., “Apertura de la
Sección Clínica, 1976”, inédito.
[25] Brodsky, G., “La clínica y lo
real”, http://www.congresamp2014.com/es/template.php?file=Textos/La-clinica-y-lo-real_Graciela-Brodsky.html
[26] Miller, J.-A., La conversación clínica, UFORCA, Grama,
Buenos Aires, 2020.
[27] Cf., Brodsky, G., “Trauma”,
conferencia organizada por el Grupo Lacaniano Montevideo, 11 de noviembre de
2020, inédito.
Gabriela Urriolagoitia en Santa Cruz de la Sierra
Seminario de Formación Permanente. Modulo II
manera, refirió que si bien los traumas irrumpen, angustian y el marco simbólico-libidinal se sostiene; puede que dicha continuidad no esté inscripta y es en este punto que el campo de las psicosis se evidencia. Ya sean psicosis de las catástrofes en relación con el mundo libidinal y de las significaciones, o la de los sutiles signos de ruptura que tienen el correlato de las externalidades. Finalmente, retomando los dos tiempos de la erótica del tiempo, logró “poner en letras lo real”, que se juega en las externalidades en las psicosis ordinarias.
os de textos d
Gabriela Urriolagoitia en Santa Cruz de la Sierra
Seminario de Formación Permanente
Esta actividad se realiza con la sostenida colaboración de los miembros de la NEL en Bolivia quienes con la transmisión de su enseñanza acompañan desde hace cinco años con esta actividad de intención. En este espacio de trabajo se ha trabajado el tema psicosis y el año pasado se ha comenzado a trabajar el goce a partir del Seminario XX.
Este seminario Encore (Aún) hay que entenderlo en su vertiente homofónica como Lacan nos convoca a hacerlo: En-corps (En-cuerpo). Todo lo que del goce parece funcionar sin el Otro es el eje que sostiene esta enseñanza en movimiento a la que Lacan nos tiene acostumbrados.
Hasta este momento de su enseñanza, el goce era siempre secundario respecto del significante, en Aún, el lenguaje y su estructura se ubican en un lugar secundario derivados de lo que llama lalengua. Entendiendo lalengua como la palabra antes de su ordenamiento gramatical y lexicográfico y por tanto separada del lenguaje.
Lacan plantea entonces una inclusión originaria y privilegiada del goce, entendiendo su esencia como efecto de la condensación de dos términos freudianos. Por un lado, la libido entendida en cuanto energía del deseo sexual y por el otro, la pulsión de muerte; por cuanto puede entenderse que todo lo que llega al límite del placer es goce.
Es en este contexto, Lacan planteó las estructuras de la sexuación con la finalidad de articular el goce propio de cada sexo; ubicando del lado hombre el goce fálico, finito y localizable y del lado de la mujer un goce Otro, suplementario al fálico; infinito en tanto no localizable. Efecto de lo planteado con anterioridad, el amor y el deseo se visibilizan en cada caso, según estas dos formas de goce.
Miller señala que en el seminario X Lacan ya presenta lógicamente la relación entre los sexos: “a la mujer no le falta nada”. Miller en su texto “La angustia Lacaniana” nos dice que con esta frase Lacan borra todas las construcciones que descansaban en la privación, la frustración, la castración, el falo imaginario y simbólico. Lacan alcanza una verdad que no es la verdad de la castración.
Es sorprendente la frase de Lacan porque hasta ese momento lo que saltaba a la vista en el psicoanálisis es que la mujer está afectada por la falta. Esta es una nueva evidencia que se aparece cuando Lacan pone entre paréntesis la significancia del falo para dar lugar al falo órgano.
Y aquí nos encontramos, según Miller, con una inversión inicial porque en el camino del goce, el varón es quien está perturbado, es quien encuentra de manera electiva el (- fi) bajo la forma de la detumescencia, es decir de cierto “no poder”. De modo tal que resulta el varón quien se relaciona con la falta, si se toman las cosas en el nivel de la copulación.
Entonces en el sujeto masculino la relación con el deseo y el goce es confusa, complicada. En cambio en cuanto al goce, al goce copulatorio, el sujeto femenino no pierde nada en el asunto, y en cuanto al deseo, la mujer tiene con el deseo del Otro una relación directa, no está mediada por (-fi), no tiene como intermediario al (-fi).
En este seminario decir que el falo está implicado como órgano quiere decir que está implicado como instrumento del deseo en la copulación humana. Si bien el falo significante está presente en el seminario de La Angustia, lo está como señuelo, esto es como un emblema de potencia, que conduce al sujeto masculino a la impostura y puede conducir a la mujer, si se identifica con él, a la mascarada.
Para Lacan la forma que tiene la mujer de superar la envidia del pene es ofrecer al deseo del hombre el objeto de la reivindicación fálica, el objeto no detumescente para sostener su deseo y esto es hacer de sus atributos femeninos los signos de la omnipotencia del hombre. La mascarada es entonces, convertirse toda ella en falo y en eso está un poco de su goce.
Me pareció interesante situar esta relación entre goce y deseo como antecedente de lo que luego Lacan conceptualizará como las lógicas de la sexuación en la última parte de su enseñanza. En el seminario XX, que nos dirá que “hay un modo de gozar para todos los que hablan, es el goce al que siempre le falta algo, justamente por el hecho de hablar. A este goce se lo ha llamado goce fálico y en este sentido todos lo que hablan (y no son psicóticos) gozan de ese modo, no son hombres sino que gozan del lado hombre. (2)
Pero hay otro goce, un goce loco, un goce deslocalizado, otro para el cual no hay significante universal, estrago del cual solo una mujer puede hablar.
Mónica Pelliza en Santa Cruz de la Sierra
Seminario de Formación Permanente
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Monica Pelliza, psicoanalista. Miembro de la la Nel y la AMP |

Epistemología y clínica se tejieron en una transmisión en movimiento, propia de la que se espera en nuestra orientación. La vasta experiencia clínica de la invitada y los casos presentados por los miembros de la Nel y asociados de APEL permitió un trabajo intenso en el que el propósito fue un trabajo entre todos.

A Mónica Pelliza, nuestro más sincero agradecimiento por su disposición, transmisión y enseñanza en estos dos días de intenso trabajo. Una transmisión, epistemológica y clínica pero también una transmisión que refiere a la disposición del analista de la orientación lacaniana al trabajo de Escuela. Ha sido ésta, una oportunidad de trabajo, que renueva y vivifica nuestro sostenido deseo.
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Monica Pelliza, psicoanalista. Miembro de la Nel y la AMP. En la primera sesion del modulo "Neurosis Obsesiva" |
Durante los días 16 y 17 del corriente, APEL - Santa Cruz, tuvo la oportunidad de contar con la presencia de la analista Mónica Pelliza, AME de la AMP y la Nel; quien fue nuestra invitada para llevar a cabo el primer módulo del Seminario de Formación Permanente en este 2017. "Neurosis obsesiva", fue el título que Mónica propuso para este seminario, un título simple al que seguramente alguna particularidad se le agregará a lo largo del trabajo, siendo su propuesta la de construir conocimiento a partir de la clínica y sus particularidades en la actualidad.

Retomar el Seminario V de Lacan y volver a varios textos de Freud en los que Mónica ubicó algunas cosas "ya pesquisadas" respecto al diagnóstico diferencial con la psicosis, fue el material base para comenzar a sumar otro material en la medida que avanzó el trabajo. La "Disciplina del comentario" fue el dispositivo de apertura de debate del material teórico y la "Discusión clínica" en base a casos presentados por los miembros de APEL se constituyó en el material necesario para seguir avanzando. Las neurosis obsesivas y las psicosis ordinarias, en relación al diagnóstico diferencial en la práctica actual, se instituyó en la punta de flecha de construcción de conocimiento en este seminario. Eje que nos pone en la vía de preparación para las próximas jornadas de la Nel en Bolivia, y al próximo Congreso de la AMP.
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Asociadas de APEL SCZ junto a Monica Pelliza, miembro de de la Nel y la AMP. |
El seminario permitió un intenso trabajo en dos días en que el propósito fue un "trabajo entre todos": espacio de exposición, presentación, intercambio y discusión. Mónica Pelliza logró dar curso a una "enseñanza en movimiento", modalidad propuesta por el psicoanálisis de nuestra orientación, esa que mueve y en ese movimiento crea resonancias, las cuales al ser atendidas se plasmarán en productos. Ya fue hecha la propuesta: A escribir para el próximo módulo, plasmar en escritura lo que resuena!
A Mónica nuestro más sincero agradecimiento por su disposición, transmisión y enseñanza en estos días de intenso trabajo. Una oportunidad que renueva y vivifica nuestro sostenido deseo.
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Gabriela Urriolagoitia, psicoanalista. Miembro de la Nel y la AMP |
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