martes, 4 de julio de 2017

Textos de las actividades preparatorias de APEL-SCZ para las IX Jornadas de la NEL "Violencia y Pasiones", realizadas en Guayaquil 2016.

De las pasiones a los afectos como efectos del lenguaje sobre el cuerpo. Teresita Díaz

Entre la pasión y la violencia. Liliana Bosia 
El narcisismo y el amor. Samantha Rojas
Algo de la violencia y la pasión en la pareja. Alejandra Hornos
Del odioamoramiento al odio desanudado. Maggie Jáuregui
Feminicidios, entre la violencia y la pasión. Fabiana Chirino

De las pasiones a los afectos como efectos del lenguaje sobre el cuerpo


Por Teresita Díaz

Éric Laurent en “Los objetos de la pasión” plantea  un interrogante referido al por qué hablar de las pasiones, ¿Por qué volver sobre esta vieja noción, de la cual la filosofía, la psicología y la antropología; a lo largo de los siglos se han ocupado y  aún sigue siendo causa de un trabajo? [i]  En cada época, filósofos como Platón
, Aristóteles, Santo Tomas de Aquino o también psicoanalistas como  Freud, Lacan, Miller, Eric Laurent; nos proponen seguir leyendo las pasiones en la singularidad de la  época. En estas jornadas, partiendo de Freud y Lacan, mi interés serán los afectos como efectos del lenguaje en el cuerpo y cómo se manifiesta  en la época actual.

Sabemos que el tema de los afectos y pasiones ocupó también a la filosofía, pensándolo como una dicotomía en la relación del alma y el cuerpo. Así lo pensaba Platón, que concebía  al hombre como el resultado de “una unión accidental entre el alma y el cuerpo […] dos entidades de naturaleza diferente que se veían obligadas a convivir provisionalmente, hallándose el alma en el cuerpo como ´un piloto en su nave´”. Nos sugiere en el “Fedón”  en los diálogos platónicos: “como un prisionero en su celda, en donde se privilegia el alma como lo que da vida al cuerpo”. Pero Aristóteles parece tener una posición más atemperada, al comienzo del “De ánima” sostiene que “es enormemente complejo decidir si los afectos son algo exclusivo del alma o si afectan al compuesto de alma y cuerpo. La primera constatación es que el alma no suele padecer sin que el cuerpo sea también afectado. El argumento decisivo parece ser que en caso de que existiesen afecciones que afectasen exclusivamente al alma habría que suponer a contra gusto que esta puede existir por sepa­rado. La conclusión es que las afecciones son algo a lo que les es intrínseca la materia, es decir, algo del cuerpo”. [ii]

Esta relación estrecha entre las afecciones y el cuerpo es lo que lleva a Freud, en sus estudios de 1893 a 1951, en  “Estudios sobre la Histeria”, a ubicar algo de lo que le sucedía a estas mujeres que experimentaban conversiones en el cuerpo. El objeto del psicoanálisis, en ese primer momento,  fue liberar el afecto penoso que acompañó en un primer momento a la representación de una escena traumática negativa y que no pudo ser liberado, pudiendo llegar a  enquistarse. En “Neuropsicosis de defensa”, Freud plantea que las parálisis parten de una escena traumática, escena de violencia sexual infantil por un adulto, donde la representación y el afecto tienen distintos caminos; la representación se reprime y se desplaza a otra de distinto contenido y el afecto no puede ser liberado. El síntoma histérico, se debe a que un afecto que no ha encontrado una descarga adecuada, se ha convertido en algo corporal. Por tanto, Freud plantea como objetivo de cura, la abreacción de los afectos, la catarsis por medio de la palabra, intentando hacer conscientes aquellos recuerdos reprimidos y el afecto sentido que estuvo ligado a ese acontecimiento como lo eficaz para la suspensión del síntoma.

Freud, en un comienzo,  habla del afecto como en la psicología descriptiva. Lo entiende como una emoción o un sentimiento que experimenta una persona, ya sea placentero o displacentero. Luego buscó explicarlo metapsicológicamente, en sus estudios sobre La pulsión, habla de afecto como la parte energética de la pulsión: el  quantum. Con este término se refiere a lo cualitativo de la  energía pulsional, donde el afecto  es entendido como la traducción subjetiva de una cierta cantidad de energía pulsional, que no necesariamente está ligada a la representación. Una energía pulsional que puede tener otro destino  o adquirir una cualidad diferente,  por ejemplo,  transformarse en angustia o en una parálisis histérica, etc. De esta manera, la  representación y afecto toman caminos diferentes. Lacan vuelve sobre esto, planteando al decir de Eric Laurent, que habría  “…un lazo entre pensamiento y el afecto que no sea de oposición sino de nudo”[iii], lo que vale decir que no hay representación, sin la presencia de afecto.

Tanto Lacan como Freud, parecen coincidir en que el afecto no está reprimido, o como lo plantea Lacan en el seminario de la Angustia: “puede estar desamarrado, ir a la deriva, desplazado de la escena, loco, invertido, metabolizado pero no reprimido”.[iv] Lo que esta reprimido son los significantes que lo amarran. Por eso en el Seminario de la Angustia propone como una vía válida  para estudiar los afectos la “función de llave”. Función, que  consiste fundamentalmente en insistir en la relación entre la palabra y el afecto, entre el lenguaje y la angustia, en un lazo posible de lo que del lenguaje afecta al ser viviente en su cuerpo.

Lacan diferencia afecto de emoción y vuelca todo su esfuerzo en distinguirlo así al final de su enseñanza, empuja al afecto hacia la pasión. Toma lo recogido de la tradición filosófica, toma las pasiones del ser: el amor, el odio y la indiferencia, pasiones que tienen que ver con la relación al Otro, con la falta en ser, que impulsa a ir a buscar en el Otro aquello que va a calmar y colmar la falta-en-ser. También toma  las pasiones del alma, las pasiones del “a”, como la tristeza y la manía.

Los desarrollos del psicoanálisis sobre el cuerpo van complejizándose  a medida que Lacan desarrolla su teoría. En sus primeras teorizaciones, en el Estadio del espejo desarrolla la relación del cuerpo con la imagen. Una relación que no es inmediata, donde el cachorro humano está delante de su imagen frente al espejo y sin los medios de reconocerla como suya, está afectado por una especie de excitación, de júbilo. Es desde el Otro que lo sostiene y desde esa  mirada, que el niño identifica la imagen como siendo el mismo. Es desde este punto exterior, el Otro, que permite fijar la relación imaginaria. Es necesario un punto de capitón, un broche que junte aquello que estaba separado al decir de Eric Laurent al referirse al Otro, esta conquista pasa por el descentramiento que produce lo simbólico.

En esta operación imaginaria, el cuerpo sigue siendo un enigma, lo que aparece es una imagen. El enigma sigue siendo la relación que existe entre un cuerpo, que es extranjero  y alguna cosa que es la pulsión, que no es el cuerpo, ni imagen, ni forma; pero que no deja de estar articulada sobre el cuerpo a través de agujeros. Agujeros, que por un lado refieren al efecto que afecta  al cuerpo, al efecto del lenguaje sobre el cuerpo, donde el baño de significantes mordió la carne produciendo una pérdida. Es en este punto,  donde Lacan ubica al objeto pequeño “a” como aquello que viene a dibujar un trayecto en torno del agujero que implica perdida, pero también donde el objeto “a” permite una recuperación de ese goce primero perdido por siempre, entendido como causa de deseo. El efecto del lenguaje sobre el cuerpo, es lo traumático que marca y afecta de manera singular a cada ser parlante orientando su manera de gozar.

Se manifiestan dos formas de saber sobre el cuerpo “…o por la imagen, la gestalt, la forma; o bien tiene una relación con su cuerpo por el goce provenientes de la zonas erógenas, zonas pulsionales que son agujero… a partir de 1970 Lacan va a deducir la relación con el cuerpo a partir de la certeza de goce que el agujero da al cuerpo”.[v] El cuerpo como imagen es correlativo al lugar de los afectos, emociones e identificaciones imaginarias. El cuerpo como efecto del lenguaje, será afectado en un modo particular, produciendo agujeros que determinarán su relación al deseo y el goce.

Cuando Lacan al final de su enseñanza desplaza el afecto a la pasión, ya no habla de sujeto del inconsciente como en las pasiones del ser, ahora se trata del parletre, a la relación del parletre con su cuerpo. En donde Lacan toma de la tradición filosófica de  Platón o de santo Tomas de Aquino que son sus antecesores de la línea en la que situará su teoría de los afectos, donde hay un cuerpo que es afectado, perturbado  por la estructura, por el lenguaje. Es un movimiento que permite comprender la pasión en relación al Otro goce, goce que viene a perturbar todo equilibrio posible. Un goce fuera de una posible representación, donde hay una imposibilidad de decir bien, en el hecho de que hay algo exterior a la palabra con lo que el sujeto no logra estar en sintonía.

En esta época, de la falta de orientación y de límites que da el nombre del padre, a través del significante fálico, es posible cada vez asistir a fenómenos de identificación imaginarios que se producen en el cuerpo, por ej.  la identificación entre adolescentes de una institución de acogida. Esto  es  diferente a  la época de Freud en que jóvenes se identifican a otra que sufre por amor, contagiando a las demás de esta afectación subjetiva. Ahora se puede ver como ante una desilusión amorosa, el grupo de pares se identifica mortificando el cuerpo, quemándose el brazo con el resto de gas de frascos de desodorante, produciéndose que maduras, escribiendo el nombre de la amada con hojas de afeitar; todo esto como prueba de amor y  también como la prueba de aguantar, por ser macho y de no mostrar debilidad, que estaría de lado femenino  o posiblemente  la dificultad ante la no complementariedad de los sexos, ante el no entender , el no saber qué quiere una mujer y no  saber cómo abordarlas. ¿Se podría pensar en una acto violento en donde no les es posible dar lugar a la palabra, donde la norma macho pasaría por el aguantar,  hasta el extremo de marcar con quemaduras el cuerpo, lo que diría que la  norma no es suficiente, en tanto que no regulariza, acota el goce? Donde el traumatismo del lenguaje juega su equivoco entre  la palabra que no alcanza para nombrar aquello que quedo extimo y el tratamiento que se hace del goce en el  cuerpo, goce imposible de normatizar, educar, pero tampoco de ignorar.



Notas

[i] Daimon. Revista Internacional de Filosofía, nº 65, 2015, 119-132
ISSN: 1130-0507- http://dx.doi.org/10.6018/daimon/182691
[ii] Ibíd.
[iii] Eric Laurente, Los objetos de la Pasión, pag.8.  Editorial Tres Haches
[iv] Lacan, Jacques (1962-63), El Seminario X. La Angustia. Paris, Seuil, 2004.
[v] Eric Laurent, Los objetos de la Pasión, pág. 69. Editorial Tres Haches.

Bibliografía

-Lacan, Jacques (1970), « Radiofonía », Otros Escritos, Paris, Seuil, 2001, págs. 403-447.
-Lacan, Jacques (1972), « Televisión », Otros Escritos, Paris, Seuil, 2001, págs. 509-545.
-Miller, Jacques-Alain (1988), «A propósito de los afectos en la experiencia analítica» en   Matemas, II, Buenos Aires, Manantial,




Entre la pasión y la violencia

Por Liliana Bosia

Me quede pensando luego de nuestra última reunión de cartel en dos puntos: el primero, en relación a un hecho de prensa "amarilla" o de "cotilleos" como dirían los españoles,  en el cual una pareja muy joven vive una relación que ellos llaman "pasional", donde la violencia está instalada y es vivida por ambos, según dicen, como algo " natural"; es decir, la instalación de la violencia como un rasgo cotidiano.

Entonces, surge la pregunta: ¿Qué relación cabe entre la pasión y la violencia?

La otra vertiente que fui bordeando en estos días, refiere a qué relación existe entre la violencia y la agresión?, esta última pregunta me llevó a recordar un texto de Gabriela Urriolagoitia que trabajé hace un tiempo para una actividad de extensión, el texto "La clínica psicoanalítica frente al maltrato"[i], texto que orientó mi aproximación a  los conceptos  de violencia y agresión.

Freud plantea en su texto "El malestar en la cultura", que el malestar que aqueja al sujeto, es causado por la cultura en tanto, en el origen mismo de su constitución está la pulsión  de muerte[ii]. Si seguimos a Freud en considerar la pulsión de muerte como constitutiva del sujeto, esto nos lleva necesariamente a referirnos a la agresión como la condición que aqueja a las relaciones humanas, en tanto la pulsión de muerte se orienta al mundo exterior manifestándose como impulso de agresión y esto la pone al servicio de la auto conservación. 

Lacan, en el estadio del espejo, indica que la agresividad es constitutiva de la subjetividad en la conformación del yo. En esta operación, de lo que se trata, es que el yo se constituye a partir de la transformación que sufre el sujeto por la identificación narcisista a una imagen.  "Al asumir una imagen que proviene del exterior, la constitución del yo se da bajo una premisa de exclusión que para el sujeto se presentifica como una lógica ' o él o yo', con lo que la rivalidad será lo que determina la relación del sujeto a los semejantes y la agresividad es por lo tanto, el efecto  constitutivo en tanto es correlativa de la posibilidad de auto conservación del sujeto tal como lo planteaba Freud".[iii]

La agresividad queda en el eje imaginario (a-a') y será la identificación edípica al padre, constitutiva del Ideal del yo, que a través de su función  pacificante y normativa de las relaciones del yo y la cultura, permitirá introducir una distancia en esta relación dual y mortífera.

Lacan en su texto de los Escritos I "La agresividad en psicoanálisis", diferencia agresividad y violencia, dirá que hay una diferencia en la agresividad en el plano imaginario y lo que sería la potencia agresiva. Pero si bien la violencia es esencial en la agresión hay una oposición excluyente entre la violencia y la palabra, de modo tal que la agresividad al acceder a la represión queda del lado de la articulación significante. En cambio, la violencia al quedar excluida de la palabra, de la articulación significante, y desapareciendo la distancia que lo simbólico introduce en el sujeto, queda por fuera de la escena y por lo tanto un pasaje al acto se produce frente al sin salida de la agresividad. De esta manera, la violencia se convierte en una respuesta para el sujeto, siendo una respuesta que queda por fuera de la articulación significante.

Notas:


[i] Gabriela Urriolagoitia. La clínica psicoanalítica frente al maltrato. Revista virtual de la Nel: The wannabe N° 6. Año 2008.
Disponible en: http://nel-amp.org/the_wannabe_08/tw/06/index.html
[ii] Ibid.
[iii] Ibid.


El narcisismo y el amor

Por Samantha Rojas

En el Seminario I “Los escritos técnicos de Freud”,  Jacques Lacan dedica tres capítulos a trabajar, por medio de la lectura “Introducción al narcisismo” de Freud,  lo concerniente al narcisismo, la noción de imago y el yo ideal – ideal del yo; con el norte de dilucidar lo que compete al amor de transferencia y a la noción de amor.

Siguiendo a Freud en la teoría de la libido, el narcisismo es aquel momento medio entre autoerotismo y libido objetal. El autoerotismo es una libido primordial, el pasaje al narcisismo, Freud lo presenta como punto a investigar, “…la hipótesis de que en el individuo no existe desde un principio, una unidad comparable al yo, es absolutamente necesaria. El yo tiene que ser desarrollado. En cambio, los instintos autoeróticos son primordiales. Para constituir el narcisismo ha de venir a agregarse al autoerotismo algún otro elemento, un nuevo acto psíquico” [1].

En su seminario primero, Lacan hace una distinción interesante respecto al lugar que la imagen tiene para las especies, denomina al reconocimiento de la imagen y el Umwelt, su medio ambiente, en tanto propio como primer narcisismo. Nos indica que esto es genérico para todos los seres vivos, recordándonos como ciertas especies de aves desarrollan sus gónadas al ver otro de su especie. Sin embargo, en el ser humano hay algo más, con Freud diríamos un nuevo acto psíquico: “En el hombre, por el contrario, la reflexión en el espejo manifiesta una posibilidad poética original, e introduce un segundo narcisismo. Su pattern fundamental es de inmediato la relación con el otro. El otro tiene para el hombre un valor cautivador, dada la anticipación que representa la imagen unitaria tal como ella es percibida en el espejo, o bien en la realidad toda del semejante”[2]

El nuevo acto psíquico, es el encuentro del infans, en algún momento de su historia, con una imagen que reconoce con júbilo como propia, permitiéndole anticipar una unidad corpórea a la que puede llamar yo mediante la sanción del Otro. Por tanto, el estadio del espejo es plausible comprenderlo como una identificación a una imagen, que manifiesta una previa formación del yo: “…antes de objetivarse en la dialéctica de la identificación con el otro y antes de que el lenguaje le restituya en lo universal su función de sujeto”[3].

Es en esta relación imaginaria con el otro donde se establece la relación de tensión agresiva,  identificación primaria que Lacan con Freud llama yo-ideal, correlato del narcisismo, que evidencia  que “Yo es otro”. Los celos, el odio, la sospecha de que el otro dañe, da cuenta de la consistencia paranoica del yo. Lacan en “Los cuatros conceptos fundamentales del psicoanálisis”, nos muestra esta característica que atañe a la relación con el otro, advierte que elegida la vida, la afánisis del ser queda denotada por el agujero estructural,  el Otro es ajeno, se percibe como gozador, el Otro goza de mí.
A modo de conclusión, la tensión agresiva tiene su génesis en la formación del yo.  El narcisismo tiene carácter imaginario, su correlato es el yo-ideal, porque tiende hacia la promesa de síntesis futura, a recobrar la omnipotencia pre edípica y posibilita todas las identificaciones secundarias futuras.

Lacan nos dice que es posible encontrar al yo-ideal en el mundo de los objetos, esta confluencia de imagen y objeto, enloquece de amor.  La  locura plantea la relación entre el amor y el narcisismo.
Lacan, menciona como pasiones del ser: al amor, al odio y a la ignorancia. Estas tres pasiones se ubican entre los registros, configurando el ser del sujeto. El amor se encuentra entre el registro imaginario y simbólico. Dirá respecto al amor: “El amor, no ya como pasión, sino como don activo, apunta siempre más allá del cautiverio imaginario, al ser del sujeto amado, a su particularidad” [4]. El don de amor, es la palabra de amor, sin la palabra lo que hay es amor padecido.  ¿Cómo es el amor como pasión?

Freud en “Introducción al narcisismo”, nos advierte de dos formas de elección de objeto, la narcisistica y la anaclítica. La elección de amor narcisística, consiste en la elección de objeto mediante la imagen del propio yo, Freud enumera lo que se ama:
1. Lo que uno es.
2. Lo que uno fue.
3. Lo que uno quisiera ser.
4. A la persona que fue una parte de uno mismo.

Por otro lado la elección de objeto anaclítica, ama:
1. La mujer nutriz.
2. El hombre protector.

El amor como pasión imaginaria, se inscribe en esta elección de objeto narcisística, por ello Lacan habla del cautiverio imaginario, porque se trata del yo y no de brindarle lugar al otro, a la particularidad del otro.


BIBLIOGRAFIA

Freud, Sigmund.  “Introducción al narcisismo” Tomo 3. Biblioteca Nueva. 1ra Edición. Siglo XXI Editores, Buenos Aires
Lacan, Jacques. “Seminario I: Los escritos técnicos de Freud”. Versión en PDF.
Lacan, Jacques. “Seminario XI: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”. 1ra edición. Ed Paidos. Buenos Aires, 2006.
·       Lacan, Jacques. “Escritos 2. El estadio del espejo como formador de la función del yo (je) tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica” Versión PDF.
·         Evans, Dylans. “Diccionario Introductorio de Psicoanálisis Lacaniano” 1ra edición. Ed Paidos. Buenos Aires, 2005.
·         Moraga, Patricia. “El mal”. Disponible en: http://virtualia.eol.org.ar/029/template.asp?Bordes-de-la-practica/El-mal.html



[1] Freud, Sigmund.  “Introducción al narcisismo” Tomo 3. Biblioteca Nueva. 1ra Edición. Siglo XXI Editores, Buenos Aires. Pág., 2019
[2] Lacan, Jacques. “Seminario I: Los escritos técnicos de Freud”. Versión en PDF. Pág., 57
[3] Lacan, Jacques. “Escritos 2. El estadio del espejo como formador de la función del yo (je) tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica” Versión PDF. Pág., 34
[4] Lacan, Jacques. “Seminario I: Los escritos técnicos de Freud”. Versión en PDF. Pág., 126




ALGO DE LA VIOLENCIA Y LA PASIÓN EN LA PAREJA *


Por Alejandra Hornos H.


Una interrogación acerca de la relación entre violencia y pasión, es lo que orientó este trabajo de cartel. Al comenzar a ahondar en el tema, rápidamente se pudo ubicar que  se trata de “violencias y pasiones”, tal cuál es el título del evento que nos convoca este octubre en Guayaquil. El plural señala la multiplicidad y variedad de las manifestaciones de ambos conceptos, es por ello que se convino pensar esta relación respecto a las relaciones de pareja.

La clínica muestra que la violencia imprime su sello característico a las relaciones entre sujetos y con un matiz muy siniestro, a las relaciones amorosas. Siniestro, responde a un  concepto de lo “extraño inquietante” que Freud desarrolló en 1919. En él ubica que lo que antes era familiar, emerge bajo un aspecto amenazante, peligroso. Se trata de algo conocido desde siempre, que ha estado oculto. Lo esperable es que toda relación de pareja comience con el amor, sin embargo, cuando la violencia irrumpe en la relación y ésta comienza a fluctuar entre el amor y el odio, es cuando se produce el juego dialéctico entre lo familiar y lo extraño. De lo esperado del amor a lo inesperado del odio. Es en este contexto que el odioamoramiento, neologismo creado por Lacan, puede nombrar algo de esta inquietante experiencia. Cómo puede suceder que donde el amor habitaba, advenga el maltrato, la palabra que hiere, el golpe e  inclusive la muerte? Cuál es la relación entre pasión y violencia en esta instancia del vínculo de pareja en la que el lazo amoroso deja de serlo?

De la pasión y la violencia

El tema de las pasiones no es muy notorio en Freud, la distinción que alcanza afecto/pasión en el desarrollo que él hace, no adquiere la misma especificidad que toma en Lacan. La pasión es un tema que recorre toda la enseñanza de Lacan, siendo ésta la palabra con la que intentó tocar en lo vivo a los psicoanalistas dislocando el afecto, término más difundido en la teoría psicoanalítica.[i]

Al principio de su enseñanza, Lacan define al sujeto del inconsciente como “falta en ser” y bajo esas coordenadas, presenta al amor, el odio y la ignorancia como aquellas pasiones del ser que siempre guardan una relación con el Otro. La misma “falta en ser”, es la que determina la pasión de ir a buscar en el Otro aquello que lo colme.[ii] Al final de su enseñanza, a partir de los años ´70, el sujeto será definido como parlêtre, introduciendo toda la problemática del goce y de la relación con el cuerpo. Es a partir de este momento que hablará de las pasiones del alma, apuntando -entre otras- a la tristeza y a la manía. Tratar las  pasiones del ser como pasiones del alma supone siempre, de antemano, el primer tiempo de la enseñanza de Lacan.[iii] Se produce un giro en su enseñanza: de “la falta en ser” del sujeto completada con las pasiones del ser, al abordaje del sujeto directamente en su relación con el cuerpo. Ya no se trata solo de las pasiones del sujeto como “falta en ser”, sino de alguna otra cosa. Lacan se referirá al parlete con su cuerpo de un modo inverso a lo que hacía hasta entonces y logrará establecer una diferencia interesante entre pasión y afecto, ubicando que la primera tiene una relación con el “Otro goce” y el afecto tiene relación con el cuerpo propio.[iv]

Eric Laurent refiere en su texto “Las pasiones y sus objetos” que llamamos pasión a una articulación del inconsciente con lo real del goce. Es a partir de esta articulación, de las pasiones del a, que hay un modo de soldadura entre el saber del inconsciente y el goce, saber del inconsciente que está tomado allí sobre lo viviente del cuerpo.[v] En cambio la violencia es un concepto que excede al ámbito psicoanalítico, se trata de un término ambiguo, colmado por numerosos significados. Es un fenómeno universal que atraviesa todos los órdenes de la vida, hay violencia en el lenguaje, en el juego, en la política, en las religiones, etc. La violencia resulta previa al lenguaje, así lo evidencia la historia del hombre desde sus inicios, por tanto es posible también pensarla como un real de orden estructural en la humanidad. Algunos autores manifiestan que es tan difícil conceptualizar la violencia como el tiempo, la vida o la muerte. 

Freud no desarrolla la noción de violencia de manera explícita en su obra pero sí desarrolla la agresividad en términos pulsionales, siendo la violencia una de las formas en que se presenta la pulsión de muerte. Es Lacan quien permite abordar con mayor precisión la noción de violencia, ubicando que por un lado la violencia es lo esencial de la agresión y que “no es la palabra sino estrictamente lo contrario. Lo que puede producirse en una relación humana es o la violencia o la palabra”.[vi] La violencia no es significante, se excluye del plano simbólico y se constituye en acto.

Ivonne Bordelois, en su libro “Etimología de las pasiones” nos advierte que quienes remontan el curso de la palabra en la historia asisten a una suerte de teatro de sombras, las cuales de pronto se animan y transmiten oráculos olvidados pero extraordinariamente vivientes.[vii] Teniendo como brújula lo enunciado por Bordelois y remontando etimológicamente la palabra violencia, podemos observar que proviene del latín violentia cualidad de violentus. Vis significa fuerza y lentus como sufijo tiene valor continuo; por tanto violencia nos remite a quien continuamente usa la fuerza. Los romanos llamaban vis, vires a esa fuerza, al vigor que permite que la voluntad de uno se imponga sobre la de otro. En el Código de Justiniano se habla de “fuerza mayor que no se puede resistir”. El vocablo latino vis proviene de la raíz prehistórica indoeuropea wei que significa fuerza  vital.[viii]

Violencia, en su raíz de origen: fuerza vital, una fuerza vital que se impone, que no se puede resistir. La violencia permite ser ubicada en el registro imaginario a partir de la agresividad constitutiva y en lo simbólico como lo contrario a la palabra aunque puede teñirla en su cualidad de violenta o violentada. En lo real, esta fuerza vital que está en el alba del acontecer humano se articula a lo real del goce.

Erick Laurent nos advierte en “La violencia no es una pasión”[ix], justamente lo que el título enuncia e invita a acercarnos a lo que hay de real en las pasiones. Este real puede ubicarse en lo que atañe a esa fuerza vital que se impone en la pasión; a eso de violento que la pasión expone, a lo que de pulsional late en ella. Germán García en su texto “La insistencia de las pasiones”[x] refiere que las mismas no son la expresión de la pulsión pero que algo de lo pulsional mortífero suele habitar en ellas. La pulsión sin objeto, autoerótica en su esencia, rebela que es desde esta soledad que parte el montaje pulsional y que es la pasión, en su en lace al objeto la que permitirá amortiguar el montaje pulsional. Esto es lo que permite entender los señuelos retóricos de captación de objetos siendo por ello que el lenguaje de las pasiones se deduce de la relación entre las pulsiones y las defensas del yo.


El odioamoramiento, una pasión del alma

“Amor y odio, caras de una misma moneda” y “Porque te quiero te aporreo” son frases, entre muchas otras, repetidas en el acervo popular. Dichos en los que amor y odio se entrelazan y en los que se evidencia lo violento como una constante. Lacan subraya en su seminario “Aún” que Freud inventó una pasión, el odio amor, la odioamoración, como pasión original nunca vista antes. Una pasión que designa los estragos madre-hija en Freud y que Lacan aislará como invención propia del psicoanálisis introduciendo este concepto en su Seminario XVII.[xi] Concepto que da cuenta de la mortífera relación madre-hija como efecto de la fallida instauración de la metáfora paterna, implicando un núcleo irreductible de goce en la mujer, ilimitado, sin medida. Un goce que escapa a toda significación fálica y que puede incluso llegar a la devastación subjetiva en la relación con el partenaire. Se trata de una condición ligada a la pulsión de muerte, violenta, arrasadora.

Ivonne Bordelois, considera que la raíz “-eis” se adscribe a términos relacionados con la pasión, sostiene que si bien no es la única, es sin duda la más plural y misteriosa.[xii]  Palabras con esta raíz abarcan nociones tan diversas como velocidad, movimiento, presencia de lo sagrado y sexualidad, en particular la femenina. Los vástagos de “-eis” no se agotan en lo anteriormente nombrado, habiendo otra derivación, el ois-tros griego que los diccionarios definen como delirio profético, inspiración, deseo vehemente, locura, aguijón y tábano[xiii]. Bordelois nos ilustra: Oistrao es estar furioso, oistrolateo es poner furioso, excitar la pasión. En lituano oistra, aistra; significa pasión violenta[xiv].

Los significados de las palabras que atesoran las raíces mencionadas, el desarrollo histórico de la pasión, así como el tratamiento del concepto del Otro goce que Lacan despliega en su  seminario XX, parecen estar y valga el adjetivo, pasionalmente entretejidos. En este seminario, Lacan devela de qué se trata la pasión como éxtasis, esta pasión develada en el barroco, momento que permite percibir el Otro goce y su irrupción.[xv] El discurso sobre las pasiones a partir de la preocupación cristiana del movimiento del alma hacia dios, es una referencia fundamental de la definición del Otro goce. No es por azar que del mismo “-eis” del griego, descienda también la ira latina del propio dios vengador del antiguo testamento[xvi] y tampoco lo es que este “-eis” señale la concomitancia de lo veloz, de lo divino y lo pasional. Los dioses, fuerzas animadoras del cosmos son necesariamente veloces, con la velocidad de la luz que conlleva en sí misma esa intensidad indetenible que es rasgo fundamental de la pasión. La pasión es intensa y ya sea en su vertiente constructiva o destructiva tiene de base esa fuerza vital que se impone, tiene algo de violento en su esencia, por su imposición e intensidad y porque no en toda su intensidad puede apresarse en el significante.

La mística está centrada en un goce, contrariamente al romanticismo no construye su discurso sobre el amor al objeto perdido. Los místicos están invadidos de un goce, y si bien tienen  cosas que los invaden sin ningún órgano que los contiene, el cuerpo tiene una resonancia con el Otro que testimonia de una presencia, de un efecto de real.[xvii] El psicoanálisis inventa una pasión que designa la presencia de este Otro goce que viene a perturbar todo equilibrio posible y que en las otras orientaciones analíticas fue percibido como la acción de la madre mala. Donde en los analistas había la tentación de poner la madre en todas partes, Lacan pone a la mujer. Rectifica la cosa, y nota que el goce fundamental que perturba todo equilibrio posible es el goce del Otro, de los dioses que viene a perturbar, es el goce de “la mujer”. [xviii]

Odioamoramiento, momento de intensa pasión del a, fluctuación del amor al odio íntimamente ligada al cuerpo, anudada a la sexualidad y a la palabra que intentará limitarla. Sin embargo ante el fracaso de la misma, lo pulsional mortífero en acto. Lo que entre violencia y pasión se articula en el momento de la fluctuación del amor al odio, tiene que ver justamente con lo que la palabra no llega a limitar, el empuje vital que se impone y que no puede ser acotado, tramitado mediante la palabra y por tanto irrumpe violento. Un goce donde hay algo exterior a la palabra,  se articula lo pulsional de la violencia con el “Otro goce” propio de la pasión del ‘a´, “Otro goce” en el que hay algo exterior a la palabra, algo que el lenguaje no logra aprehender.


* Trabajo preparatorio para el IX Jornadas de la NEL en Guayaquil, producto del Cartel “Qué relación cabe entre Violencia y Pasión?” -  Cartelizantes: Alejandra Hornos, Fabiana Chirino, Maguie Jauregui, Samanta Rojas, Teresita Díaz. Más Uno: Liliana Bosia. Cartel, inscripto en el trabajo clínico que se realiza en el Cartel “Lo real de la pasión, entre trauma y pulsión”. Más Uno: Mónica Pelliza.


[I]       Eric Laurent (2004). “Los objetos de la pasión”, Buenos Aires, Editorial Tres Haches. Pág. 8
[II]      Eric Laurent (2004). “Los objetos de la pasión”, Buenos Aires, Editorial Tres Haches. Pág. 9
[III]     Ibíd. Pág. 10
[IV]     Ibíd. Pág. 95
[V]      Ibíd. Pág. 74
[VI]     Jacques Lacan (2007) El Seminario V “Las formaciones del inconsciente, Bs. As., Editorial Paidós. Págs. 467-468.
[VII]    Ivonne Bordelois (2006). “Etimología de las pasiones”, Bs. As, Ed. Libros del Zorzal. Pág. 9
[VIII]   Diccionario etimológico. Disponible en:  http://etimologias.dechile.net/?violencia
[IX]     Eric Laurent (2016). "La violencia no es una pasión". Entrevista.
            Disponible en: https//nelguayaquil.wordpress.com/?s=Eric+Laurent
[X]       Germán García.  “Insistencia sobre las pasiones”.
            Disponible en: file:///C:/Users/Smallo/Downloads/2109-6184-        1-SM.pdf
[XI]      Eric Laurent (2004). “Los objetos de la pasión”, Buenos Aires, Editorial Tres Haches. Pág. 107
[XII]     Ivonne Bordelois (2006). “Etimología de las pasiones”, Bs. As, Ed. Libros del Zorzal. Pág. 30
[XIII]    Ibid. Pág. 37
[XIV]    Ibid. Pág. 40
[XV]     Eric Laurent (2004). “Los objetos de la pasión”, Buenos Aires, Editorial Tres Haches. Pág. 104
[XVI]    Ivonne Bordelois (2006). “Etimología de las pasiones”, Bs. As, Ed. Libros del Zorzal. Pág. 30
[XVII] Eric Laurent (2004). “Los objetos de la pasión”, Buenos Aires, Editorial Tres Haches. Pág. 106
[XVIII]  Eric Laurent (2004). “Los objetos de la pasión”, Buenos Aires, Editorial Tres Haches. Pág. 108



Del Odioamoramiento al Odio desanudado*

Maggie Jáuregui O.**

Durante los años de la Gran Guerra, Freud organiza y sintetiza sus conceptos de metapsicología (1914 - 1918). Con la introducción del concepto de narcisismo (1914), las pulsiones sexuales dirigen su libido hacia el yo o hacia los objetos, manteniendo aún la oposición de estas pulsiones con las de autoconservación. En “Pulsiones y Destinos de Pulsión” (1915) describe que, “luego que la etapa puramente narcisista es relevada por la etapa del objeto, placer y displacer significan relaciones del yo con el objeto” (Freud, 1992b pág. 132).  
Relacionará el amor del yo a los objetos en tanto son placenteros y el odio cuando estos son fuente de displacer para el yo. Dice Freud: “este odio puede después acrecentarse convirtiéndose en la inclinación a agredir al objeto, con el propósito de aniquilarlo”  (Freud 1992b:132). Planteando la polaridad entre amor y odio, advierte que ambos afectos “no han surgido de la escisión de algo común originario, sino que tienen orígenes diversos” y expresando sobre el complicado origen del odio, lo relaciona con “la lucha del yo por conservarse y afirmarse” (Freud 1992b pág.132).

En 1920 Freud advierte que “más allá del principio del placer” se encuentra esta tendencia de “todo lo vivo a volver atrás, hasta el reposo del mundo inorgánico” (Freud 1975a:60). A partir de ello, planteará que hay una predisposición al odio, ubicándolo del lado de la pulsión de muerte y el amor del lado de la pulsión de vida. Existe una “compulsión a la repetición” que  la entrama con lo pulsional, para dar cuenta de  “un carácter universal de las pulsiones” (Freud 1975a:60).

Esto se relaciona con lo planteado en “Pulsiones y Destinos de Pulsión” al sostener que el odio es más antiguo que el amor, surge ante la repulsa del mundo exterior que produce displacer. Este rechazo original de lo displacentero, llega a ser lo que genera el exterior, con unos límites siempre vacilantes con lo interior del yo. Plantea Freud, que amor y odio no se oponen uno a otro, sino más bien se manifiestan indisociables en su principio; como polaridades de origen distinto, se oponen a la indiferencia. No plantea que el amor se transforme en odio o viceversa, sino que ambas tendencias persisten de manera ambivalente.

Para esta reversibilidad entre amor y odio, Lacan creó el neologismo “odioamoramiento”, dice en el seminario 20 que “no conocer para nada el odio, es también desconocer el amor” de modo que “no se conoce amor sin odio”. Así mismo, hay un juego de palabras homofónicas en francés entre los verbos “hait” que significa odio y “est” que significa es, identificando el ser con odiar, si no se odia no se es; agregando además que “el verdadero amor desemboca en el odio” (Lacan 1992b págs. 112- 113).

Mucho antes, en el Seminario 1, Lacan ya decía que el odio es una de las “pasiones del ser”, junto con el amor y la ignorancia. Estas tres pasiones están registradas en el psiquismo, cada una en el anudamiento borroméico. En la unión entre lo simbólico y lo imaginario sitúa el amor, entre lo imaginario y lo real: el odio; y en la unión entre lo real y lo simbólico: la ignorancia.
Del amor dirá, que no es lo mismo el amor como don activo que la pasión del amor. En el primero, que se constituye en el plano simbólico, “amar es amar a un ser más allá de lo que parece ser” (Lacan 1992a pág. 402). El amor como don activo, apunta al ser del sujeto en su singularidad, más allá del semblante. Es por ello, que se puede aceptar al otro en sus debilidades, sus errores, sus fallas; dando cuenta de un “más allá” de la relación especular.

En cambio, el amor de quien desea ser amado, implica la vivencia imaginaria con el otro, “es esencialmente una tentativa de capturar al otro en sí mismo, como objeto” (Lacan 1992a pág. 401). En este plano es que se efectiviza el odioamoramiento, en el plano especulativo de la relación con el otro. En una tensión agresiva que puede derivar a lo más paranoico del yo, “hay amor padecido pero no don activo de amor” (Lacan 1992a pág. 403). Hacia el límite con el registro de lo real, la irrupción en un instante de algo indeterminado, imprevisible arremete contra el semblante, provocando un tope al amor. A partir de allí, de ese límite real, el odio - dice Lacan - se obstinará en todo lo contrario al bienestar del otro. El odio, pasión, pathos entra en escena ubicado entre lo imaginario y lo real. Mientras el amor aspira al desarrollo del ser del otro, el odio aspira a lo contrario, a su envilecimiento, su pérdida, su destrucción, su negación total. 

En el trabajo de Freud “Sobre algunos mecanismos neuróticos en los celos, la paranoia y la homosexualidad” (1922) da cuenta de este proceso de amor y odio en la paranoia persecutoria: “en la cual las personas a quienes primero se amó devienen los odiados perseguidores”. Del mismo modo sucede en los celos exagerados, “donde los odiados rivales se trasmudan en objetos de amor” (Freud 1975c:225). Épocas en que Freud, en “Psicología de las masas y Análisis del yo” (1921), sostiene que casi toda relación afectiva prolongada, tales como la relación de pareja, amistad o entre padres e hijos; existen sentimientos de hostilidad, muy comúnmente reprimidos, dando cuenta del “sentimiento de ambivalencia”, al que Lacan conceptualizará como “odioamoramiento”.

Cuando  en 1953, Lacan habla de “la floculación difusa del odio” como característica de la civilización, se refiere a que “el odio en nuestro discurso cotidiano se reviste de muchos pretextos, encuentra racionalizaciones extremadamente fáciles” (Lacan 1992a pág.403). Así da cuenta del sentido simbólico con el que se puede revestir el odio en la cultura, sosteniendo que en las guerras “algunos sujetos privilegiados lo realizan plenamente” (Lacan 1992a pág.404). 

Ahora, en esta época, en que el “orden simbólico ya no es el que era” y donde prevalece el “quiebre de la moral civilizadora” de la época de Freud o sea la caída de la función reguladora, cuyos efectos eran la pérdida de goce y la represión; cabe preguntarse qué deriva para el odio si el nombre del padre no anuda los tres registros. 

Miller, nos recuerda que, desde el estructuralismo, Lacan nos presentó una dependencia de un registro sobre otro, de tal modo que “de lo imaginario se extrae lo que será simbolizado” siendo este último entendido como orden y ley. Del mismo modo, “lo real estaba penetrado por lo simbólico, así era como todo se mantenía unido” (Miller 2013 pag.59). Sin embargo, en el seminario 20 cada uno de los registros es UNO en sí mismo, introduciendo la disyunción de los tres registros, cada uno es independiente de otro. En el Seminario 23 vuelve a insistir que las instancias Imaginario, Simbólico y Real debemos considerarlas como realmente separadas, y que “encontrar un sentido implica saber cuál es el nudo y unirlo bien gracias a un artificio” (Lacan 2006 pag.71). Por tanto, la deriva de registros sueltos precisa de un anudamiento que surja de la invención sinthomática, artificio sin el cual, se tiende a una floculación, ya no difusa del odio, sino explosiva, exhibida sin los disfraces de la represión, característica cada vez más frecuente en los lazos actuales: el odio pleno, sólido.

Referencias bibliográficas:
Freud, S. 1975a Más allá del principio del placer. O.C. Vol. XVIII Ed. Amorrortu. Bs. As.
Freud, S. 1975b Psicología de las masas y análisis del yoO.C. Vol. XVIII. Ed. Amorrortu. Bs. As.
Freud, S. 1975c Sobre algunos mecanismos neuróticos en los celos, la paranoia y la   
               homosexualidad. O.C. Vol. XVIII. Ed. Amorrortu. Bs. As.
Freud, S. 1992a Introducción al Narcisismo OC. Vol. XIV Ed. Amorrortu. Bs. As.
Freud, S. 1992b Pulsiones y Destino de PulsiónOC. Vol. XIV  Ed. Amorrortu. Bs. As.
Freud, S. 1992c  Malestar en la CulturaOC. Vol. XXI  Ed. Amorrortu. Bs. As.
Lacan, J.  1992a Seminario 1 Los escritos Técnicos de FreudEd. Paidós. Bs. As.
Lacan, J.  1992b Seminario 20 Los escritos Técnicos de FreudEd. Paidós. Bs. As.
Lacan, J.  2006   Seminario 23 El Sinthome Ed. Paidós. Bs. As.
Miller,J.A. 2013 Piezas Sueltas Ed. Paidós. Bs. As.


* Trabajo realizado en el Cartel “¿Qué relación cabe entre Violencia y Pasión?”. Cartelizantes: Alejandra Hornos, Fabiana Chirino, Maggie Jáuregui, Samantha Rojas y Teresita Díaz. Más Uno: Liliana Bosia. Este cartel se inscribe en el trabajo clínico del Cartel: “Lo real de la Pasión, entre trauma y pulsión”. Más Uno: Mónica Pelliza. Hacia las IX Jornadas de la NEL: Violencias y Pasiones. Octubre 2016 Guayaquil, Ecuador.

**Miembro de la Asociación Psicoanalítica de Estudios Lacanianos de Santa Cruz, Bolivia (APEL- SC). Grupo Asociado a la NEL.

Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. agosto de 2016



FEMINICIDIOS, ENTRE LA VIOLENCIA Y LA PASIÓN

Fabiana Chirino O.

Uno de los temas que más ha conmovido los últimos tiempos a la opinión pública en nuestro medio, es el considerable aumento de casos de agresiones y asesinatos a mujeres por parte de sus cónyuges o parejas. Casos de feminicidio que han movilizado acciones entre activistas, instituciones y usuarios de las redes sociales, pues se trata de hechos de violencia recurrentes que conducen a pensar en una “epidemia”, pero también en un malestar que no se tramita más por la vía de la palabra y que se repite a modo de un real que no cesa de no inscribirse.
En el feminicidio, la violencia se dirige a la pareja mujer –a aquella que en algún momento fue amada-, lo que remite a lo que Freud denominó la dualidad a nivel de las pulsiones, donde ubica a la “pulsión de muerte, de destrucción o de agresión como copartícipe con iguales derechos junto a Eros, que se da a conocer en la libido”. Freud, en la construcción de su teoría de las pulsiones, rastreó a Empédocles, uno de los grandes pensadores griegos, cuya doctrina – considera Freud- “es tan próxima a la teoría psicoanalítica de las pulsiones que uno está tentado de afirmar que ambas serían idénticas” [i].

Para Empédocles “existen dos principios del acontecer, así en la vida del mundo como en la del alma, dos principios que mantienen eterna lucha entre sí. Los llama philia (amor) y neikos (discordia)”, dos fuerzas que se alternan sin cesar en la vida de los sujetos, en procesos y “períodos en que una u otra de las dos fuerzas fundamentales conquista la victoria, de suerte que una vez el amor y la vez siguiente la discordia, imponen de manera plena su propósito y gobiernan al mundo”. Así, Freud, diría que philia y neikos, son, por su nombre y por su función, “lo mismo que nuestras dos pulsiones primordiales, Eros y destrucción”[ii], las cuales coexisten en el modo en que el sujeto se relaciona con los objetos del mundo.

De este modo - siguiendo a Freud- se puede plantear que en el feminicidio se pone en evidencia la conquista de la pulsión de muerte, destrucción y agresión sobre la pulsión de vida, en relación al objeto de amor, que pasa, por la vía de la pulsión mortífera, a ser odiado y destruido.

Para Lacan, el amor junto al odio y la ignorancia, son pasiones denominadas del ser. Lacan en el Seminario 1 “Los escritos técnicos de Freud”, señala respecto a las pasiones: “sólo en la dimensión del ser, y no en la de lo real, pueden inscribirse las tres pasiones fundamentales”, ubicando estas tres pasiones entre distintos registros. Así, se pude ubicar “en la unión entre lo simbólico y lo imaginario, esa ruptura, esa arista que se llama el amor; en la unión entre lo imaginario y lo real, el odio; en la unión entre lo real y lo simbólico, la ignorancia” [iii]. Siendo la ignorancia una pasión que pocas veces se toma en cuenta pero que sin embargo define la posición de quien recurre a un analista, pues no sabe –y pocas veces quiere verdaderamente saber-, sobre el goce que lo habita. Lacan dirá al respecto: “el sujeto que viene a analizarse se coloca, como tal, en la posición de quien ignora. Sin esta referencia no hay entrada posible al análisis: nunca se la nombra, nunca se piensa en ella, cuando en realidad es fundamental”[iv].

En los casos de violencia hacia la pareja y en los feminicidios, se pone en evidencia que es el mismo objeto amado, el que resulta ser odiado con similar intensidad y pasión. Respecto al amor, Lacan señala en el Seminario 20 “Aún”, que “el amor, aunque se trate de una pasión que puede ser la ignorancia del deseo, no por ello es capaz de privarlo de su alcance. Cuando se mira de cerca, se pueden ver sus estragos”. Sin embargo, el estrago se instala en la dimensión de la demanda de amor, donde quien ama quiere únicamente ser amando y no saber del deseo del Otro. Sobre este aspecto Lacan dirá “…el amor pide amor. Lo pide sin cesar. Lo pide... aún. Aún es el nombre propio de esa falla de donde en el Otro parte la demanda de amor”[v]. Por lo tanto, será la demanda la que apunta a la falta del Otro, pues aquello que el sujeto le pide al Otro, es justamente lo que le falta, instalándose así –dirá Lacan- el circuito gozoso de la demanda.

En los casos de feminicidio, muchos de estos asesinatos se dan cuando las mujeres han decidido romper finalmente la relación maltratante o cuando han iniciado otra relación. Se trata del punto donde, la falta y el deseo del Otro se tornan insoportables. Lacan en su texto “La Dirección de la cura y los principios de su poder”, plantea que: “… en la medida en que el sujeto, al articular la cadena significante, trae a la luz la carencia de ser con el llamado a recibir el complemento del Otro”, instala la demanda de eso que le falta, sin saber que ese mismo objeto que pide como complemento, es el que falta al Otro. “el Otro, lugar de la palabra, es también el lugar de esa carencia. Lo que de este modo al Otro le es dado colmar, y que es propiamente lo que no tiene, puesto que a él también le falta el ser, es lo que se llama el amor, pero es también el odio y la ignorancia”[vi]. De modo que la pasión se instala en relación al Otro, pero fundamentalmente, a nivel de la falta en el Otro.

Mientras el amor se aleja del saber, el odio – dirá Lacan- “es justo lo que más se acerca al ser, que llamo el ex-sistir. Nada concentra más odio que ese decir donde se sitúa la ex-sistencia” [vii]. Ex - sistencia que Miller vinculará con el concepto de extimidad, “el término extimidad se construye sobre intimidad. No es su contrario, porque lo éxtimo es precisamente lo íntimo, incluso lo más íntimo” [viii] . En este sentido, en la base del odio al otro se encuentra lo más íntimo del sujeto, que es aquello de lo cual no quiere saber, “lo éxtimo es lo que está más próximo, lo más interior, sin dejar de ser exterior” [ix].

Para Miller, en el odio al otro “hay algo más que la agresividad. Hay una consistencia de esta agresividad que merece el nombre de odio y que apunta a lo real en el Otro”[x], que es el modo de gozar del Otro. Para Miller “se odia especialmente la manera particular en que el Otro goza” [xi]. Sin embargo, lo que allí se juega es la suposición de un exceso de goce atribuido al Otro; se trata de la imputación de un goce excedente al Otro, que por otro lado implica una sustracción del goce propio del sujeto. “El asunto se ubica en otro nivel, que es el de la tolerancia o la intolerancia al goce del Otro, en la medida en que es esencialmente aquel que me sustrae el mío” [xii].

En los casos de feminicidio, agresión y asesinato hacia las mujeres se torna evidente, que lo que se pretende destruir en el Otro, es ese goce ajeno, éxtimo, pero a la vez propio, con el cual el sujeto no puede hacer otra cosa, más que eliminarlo de forma violenta. Como señala Miquel Bassols " el odio llegó a ser incluso ese principio activo que genera ese ´exterior´"[xiii] a partir de un rechazo original que traza las fronteras, siempre vacilantes, con lo "interior". Se trata del modo en el que el sujeto se aleja y pretende destruir a aquello íntimo que involucra su propia modo de gozar. Así, eso que los hombres imputan a las mujeres a las que han agredido es, justamente, un exceso de goce, vinculado aveces a la infidelidad, a la demanda, al engaño, etc. que remite al propio goce femenino, íntimo y rechazado. 

Si la destrucción, están del lado de la pulsión de muerte, el odio es una pasión; mientras que la violencia, se opone a la palabra en una relación excluyente; o se habla o se actúa. Lacan en el Seminario 5 señala, “la violencia es ciertamente lo esencial en la agresión, al menos en el plano humano. No es la palabra, incluso es exactamente lo contrario. Lo que puede producirse en una relación interhumana es o la violencia o la palabra”[xiv]. En los casos de feminicidio, la violencia hacia la mujer pareja, da cuenta de una dificultad de tramitar lo insoportable del propio goce a través de la palabra, ante lo cual el pasaje al acto violento toma su lugar.

La violencia puede ser considerada un síntoma de la época, solidario de la caída del semblante del Nombre del Padre, la precariedad del orden simbólico y el empuje al plus de gozar, prevalentes en la actualidad. Aspectos que tendrán efectos en la subjetividad y en el modo en que los sujetos, hombres y mujeres hace lazo entre sí en un contexto donde la violencia da cuenta de “la presencia de una pulsión desamarrada del significante, donde ningún discurso parece tener la posibilidad de sostenerse”[xv]Se trata de una época en la que, ante el desencuentro amoroso, falla la palabra como auxilio para velar algo de lo insoportable de la no relación sexual, que posibilite modos de hacer lazo con el otro.

Amores tóxicos, amores líquidos, amores estragosos, o el cierre de los sujetos al campo del amor a través de modos de soledad más o menos generalizadas, nos conducen a pensar en que la violencia, en tanto acto, implica un borramiento del sujeto y de su responsabilidad por su modo de gozar en el amor y su modo de sostener el lazo con el Otro sexo. Eric Laurent señala "El crimen de género, es por excelencia la marca de una nueva manera de vivir la relación entre los sexos..."[xvi]. Así, la violencia emerge en la relación entre un hombre y una mujer dando cuenta de su malestar y extravío, frente a un real, que no logra ser abrochado ni por lo simbólico, ni por lo imaginario, y que deja al sujeto errante, borrado en el acto de matar al otro, en sí.

Notas





[i] Freud, Sigmund (2004). “Análisis terminable e interminable”, Obras completas, tomo 23, Buenos Aires, Amorrortu editores. Págs 247-248
[ii] Freud, S. (2004). “Análisis terminable e interminable”, Obras completas, Tomo 23. Buenos Aires:  Amorrortu editores. Págs.247-248. 
[iii] Lacan, J. (año). Seminario 1 “Los escritos técnicos de Freud”; Buenos Aires: Paidós. Págs. 393-394.  
[iv] Lacan, J. (año). Seminario 1 “Los escritos técnicos de Freud”; Buenos Aires: Paidós. Págs. 393-394.  
[v] Lacan, J. (año) Seminario 20 “Aún”. Buenos Aires: Paidós. Págs. 146-147.
[vi] Lacan, J. (AÑO). “La Dirección de la cura y los principios de su poder”. Escritos 2. LUGAR: Siglo XXI editores. Pág. 607.
[vii] Lacan, J. (año) Seminario 20 “Aún”. Buenos Aires: Paidós. Págs. 146-147.
[viii] Miller; J. A. (2010). “Extimidad”. Buenos Aires: Paidós. Pág. 14
[ix] Miller; J. A. (2010). “Extimidad”. Buenos Aires: Paidós. Pág. 14
[x] Miller; J. A. (2010). “Extimidad”. Buenos Aires: Paidós. Pág. 53
[xi] Miller; J. A. (2010). “Extimidad”. Buenos Aires: Paidós. Pág. 53
[xii] Miller; J. A. (2010). “Extimidad”. Buenos Aires: Paidós. Pág. 55
[xiii] Bassols, M. “El odio como vínculo y ruptura”. Disponible en http://miquelbassols.blogspot.comConsultado el 12 de julio de 2016
[xiv] Lacan, J. (2007). El Seminario 5 “Las formaciones del Inconsciente”. Buenos Aires: Paidós. Pág. 467-468.
[xv]  (Ons, 2009). Ons, Silvia (2009) La violencia contemporánea. Notas sobre la paranoia social. En Violencia/s. Editorial Paidós. Buenos Aires. Argentina
[xvi] Laurent, E., (2013) "Psicoanálisis y violencia: sobre  las manifestaciones de la pulsión de muerte. Entrevista a Eric Laurent", A violencia:social de época, Scriptum-EBP, Belo Horizonte.





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