martes, 10 de marzo de 2020

Los Carteles en APEL-SCZ. Actividad preparatoria IX ENAPOL: "Odio, Cólera, Indignación. Desafíos para el Psicoanálisis" 2019

En el marco de las IX ENAPOL: "Odio, cólera e Indignación. Desafíos para el Psicoanálisis", acercamos estos textos que han sido el producto de trabajo en cartel de miembros de la Nel y asociados de Apel , como resultado de una de las actividades preparatoria para este encuentro en Brasil, que renueva los deseos de formación y difusión de la orientación que nos causa.

"El Celosodio, una expresión de la falta de relación sexual" Fátima Escóbar


Productos de Carteles publicados en el Boletín 37  "a-ritmo propio NEL" :


"Indignación y Reinvindicación, Giro Infernal por el Otro" Fabiana Chirino
"Montar en Cólera" Liliana Bosia





El CELOSODIO, UNA EXPRESIÓN DE LA FALTA DE RELACIÓN SEXUAL




María Fátima Escóbar
APEL-Santa Cruz-Bolivia
Eje: el odio
Julio 2019



Los celos, concomitante inevitable del amor, en las relaciones entre hombre y mujeres, son señalados a menudo en los medios de comunicación como la causa de los “crímenes pasionales”. En el psicoanálisis nos orientamos por lo singular, así, en este trabajo expongo algunas reflexiones a las que me llevó la lectura de un caso conocido a través de los medios masivos como el “feminicida reincidente”.


Breve relato de los hechos


 http://eju.tv/2016/04/asesino-reincidente-no-recibira-sancion-segundo-feminicidio-no-sumatoria-penas-bolivia/
A fines de noviembre del año 2013, la ciudad de Santa Cruz-Bolivia, es conmocionada por las declaraciones públicas de M., un hombre de casi medio siglo, divorciado; quien mata con un barrote de fierro a su pareja sentimental C., una joven de 28 años. El caso, vuelve a ser noticia dos años después, porque M., mata con el mismo método a su ex esposa K. Este hecho último, adquiere mucha cobertura mediática, no sólo por “feminicida reincidente”, sino porque M., entre ambos homicidios, se había casado en la cárcel con A.


La lectura


Con relación al primer homicidio -del que existen abundantes declaraciones en los medios: periódicos y televisión- M. niega -en su primera declaración- ser el autor del mismo. Se limita a reconocer una relación amorosa con la occisa: 

“…casi éramos concubinos. Y quiero manifestar que con la misma hemos perdido dos bebes. (…) Ella almorzaba conmigo. La relación era firme, cenaba conmigo y se iba a mi departamento (…) También manifestar que ella manejaba mis tarjetas de créditos y plata en efectivo, como algunos bienes que compraba (…)”. 

La relación firme a la que se refiere M., consistió en dar lo que tiene: regalos, dinero, todos sus bienes sacrificados en el altar del amor. Como sostiene Rosa López (2012), dos saberes inconscientes entraron en sintonía, para velar la relación sexual inexistente. 

Un par de días después, como autor confeso del hecho homicida, el relato de M., adquiere otra coloratura. Aquel día, se encontró con C., aproximadamente a las 9:00. Él le pide un dinero, que ella debía cobrar por él, ella le dijo que no lo tenía, y abrazándolo lo invita a dar un paseo a Porongo (localidad distante a 15 km de la ciudad), en su auto -regalo de M. En medio de la ruta descampada, se detienen. Ella se puso más cariñosa y lo llama por otro nombre: “X”. M., reclama por el equívoco a tiempo de leer un mensaje que acababa de ingresar al celular de ella, que decía: “¿Qué haces muñeca?”, lo que lo llevó a increparla: 

“…¿por qué me hacía eso si yo había dejado mi familia (K. e hijos), todo por ella, inclusive plata y muchas otras cosas más?. Ella me dijo que la disculpe. Me entró un odio, una furia. Y ella me abrazó, y me dijo nuevamente: “X” (…) Ahí me perdí, tomé el fierro, la golpeé la primera vez en su cabeza en la parte de su nuca y empezó a sangrar. Y volví a darle, no recuerdo cuantas veces, hasta que ella cayó al suelo (…) luego me senté en la tierra unos cinco minutos, y me dije: ¿qué hice?”.



Maria Fatima Escobar, psicoanalista. Asociada
de APEL SCZ


Aquella relación firme, dio paso al odio criminal. ¿Qué ocurrió? El drama de los celos -que seguramente estaba desde un inicio de la relación- se encarnó en una terceridad, que no importa por su realidad, sino porque señala el trastocamiento del fantasma de M., desencadenando no el odioenamoramiento lacaniano, sino tal vez el “odio patológico”, como sostiene Juan Carlos Ibilluz (2018), para resaltar la salida por lo peor de un partenaire: el homicidio. El odio cuando un sujeto es privado del goce del encastre (Gerardo Arenas, 2014), de lo que encaja y hace existir la relación sexual que no la hay. ¿Qué dejó de encajar? La completud imaginaria se fractura: él no se reconoce en los ojos de ella. Él que había dejado todo por ella, constata en su propia interpretación fantasmática, que él no es todo para ella. Como argumenta Lacan (1972), el amor es impotente, no los amantes, debido a que ignora que no es más que el deseo de ser Uno, lo que conduce a la imposibilidad de la relación entre los dos sexos. No hay relación sexual. Imposible inscribir las relaciones entre hombres y mujeres. Así, M., no considera otro argumento alternativo que encarrille los acontecimientos en el terreno de la dialéctica. Como sostiene Ricardo Nepomiachi (1990), los celos son un modo de evocar el drama, el drama que según Lacan introduce la lengua y es que la referencia falta, la única referencia es el agujero. 

A diferencia de los celos, el amor, precisa Gerardo Arenas (2014), en su lectura de Lacan, no define la relación entre dos sujetos, sino un lazo que media entre el sujeto y aquello que hace de él algo único -esa singularidad en la que radica, nada menos que su dignidad-su narcisismo diría Freud (1914), la trama desde la cual debe conquistar unos modos de amar, velando el agujero. El caso analizado, enseña el fracaso del amor para suplir la relación sexual que no existe. Los celos aquí no son signo de amor. Celosodio entonces, porque rechaza al ser y apunta ciegamente a la destrucción del otro (Rosa López, 2012). 
Esta misma lectura se puede hacer con relación al homicidio de K., a quien M., le quita la vida en su propia celda, hecho del cual no existe declaración alguna. En una de las tantas entrevistas televisivas al único testigo y “cómplice”, éste relató lo siguiente: 
“El ingeniero M., una semana atrás me dijo que su mujer se la hacía, que le era infiel y que iba a vender un departamento en 50.000, y que se iba a escapar con su amante; y que la iba a matar a su mujer”. 
Al parecer, la “misma” escena criminal: la certeza de ser engañado, burlado. Desconoce el divorcio ya existente con la occisa. K., es su mujer y le es infiel, frente a lo cual sólo hay una salida: matarla. 

Quisiera cerrar este artículo con algunas preguntas en relación a otras aristas del fenómeno: ¿Se puede sostener que el pasaje al acto y la penalización no consiguen drenar “el mal” (goce) en este sujeto? En consecuencia ¿La iteración del acto criminal en Ramírez, autorizaría a prevenir el homicidio de A.? ¿El goce está del lado de lo que controla este sujeto, para que no se escape la satisfacción, o desde lo que lo sobrepasa? 


Bibliografía:

Arenas, Gerardo; Cólera, indignación y goce del encastre; en Revista Dialnet, N° 3, 2015; disponible en enhttps://dialnet.unirioja.es/ejemplar/399415.
Freud, Sigmund (1914); Introducción al narcisismo, en OC, Vol. II, Madrid, Ed. Siglo XXI, 1981.
Ibilluz, Juan Carlos; El caso Eyvi Agreda. ¿Ideología patriarcal o patología de odio? Revista Ideele N° 280; disponible en https://revistaideele.com/ideele/content/el-caso-eyvi-agreda.
Lacan, Jacques (1970); El Seminario XX. Buenos Aires, Ed. Siglo XXI, 1976.
- (1985) Escritos I, Buenos Aires, Siglo XXI, Editores: Introducción teórica a las funciones del psicoanálisis en criminología (1950).
Nepomiachi, Ricardo; Los celos en la vida amorosa, en Perversión y vida amorosa 2, Buenos Aires, Ed. Manantial, 1990.
Rosa López, en Letras Lacanianas, No. 6; disponible en http://letraslacanianas.com/images/stories/numero_6/clinica/11_letras_6_clinica.pdf

Fuentes: Diario “El Deber”, 4, 5 y 7 de diciembre de 2013.
Diario “El Deber”, 6,7 y 8 de abril de 2016.
UNITEL, (Prod. Ejcut.) Noticiero central [Programa televisivo], Santa Cruz, Bolivia. Programa de televisión abierta 6 y 7 de abril de 2016.



Indignación y Reivindicación, Giro Infernal por el Otro

Cartelizante: Fabiana Chirino O
Rasgo: Indignación y Reivindicación
Más Uno: Carlos García
Cartelizantes: Carlos García, Erendira Molina, Carla Gonzáles, Angélica León y Fabiana Chirino O.

La indignación, “es un afecto que, como su nombre lo dice, tiene que ver con la dignidad”[1], existiendo entre ambos, un lazo “esencial, no azaroso”[2]. Siguiendo sus distintas acepciones, la indignación, es un afecto y a la vez un efecto o reacción del sujeto ante una situación vivida como indigna, en tanto toca algo de la propia subjetividad y singularidad.
Ante hechos en los que la singularidad del sujeto es rechazada o vulnerada, la indignación se vive como una sensación de segregación del campo del Otro, de sus derechos, justicia o dones de amor. Sintiendo, como señala Arenas “los efectos en la carne”[3], pues algo del goce es tocado, resonando en el discurso y en el cuerpo.
La indignación también se presenta cuando algo que se esperaba, funcione de una manera, no lo hace. Goce del encastre, que hace existir una relación, “y la cólera que puede desencadenarse cuando la cosa no funciona”[4]. Lacan en su seminario 6 señala que la cólera surge cuando “lo real llega de golpe (...) en el momento en que nosotros hemos hecho una muy bella trama simbólica, o todo va muy bien, el orden, la ley, nuestro mérito y nuestra buena voluntad. Uno se da cuenta, de golpe, de que las clavijas no encajan en los pequeños agujeros”[5].
Lo que no marcha, lo que no encaja, remite a lo contingente del encuentro con lo real, de la no relación sexual y la inconsistencia del Otro. Así, la indignación puede surgir cuando el Otro, idealizado como completo, desconoce la singularidad del sujeto, emparentándose este hecho con la pérdida del amor del Otro, que es “un lazo que media entre el sujeto y aquello que hace de él algo único -esa singularidad en la cual radica nada menos que su propia dignidad”[6].
Sin embargo, “no va de suyo que el sujeto soporte dignamente su singularidad, ya que, por ejemplo, puede sacrificarla en el altar de sus lazos amorosos”[7]. En muchas ocasiones, renuncia a ella en virtud del deseo del Otro. Este aspecto, remite al programa de goce del sujeto, que en la articulación imaginaria y simbólica del fantasma, pretende hacer consistir al Otro, ejerciendo desde allí una violencia interpretativa sobre el partenaire, lo que atenta “contra su singularidad” y que como efecto, “no puede sino indignarlo”[8].
Ante la indignación, son múltiples los modos de actuar. Desde “actos muy éticos y creativos”, hasta “la cólera, la segregación, la violencia, la venganza”[9] y la reivindicación, podríamos añadir.
Miller, en el Seminario El Ser y el uno, ubica la reivindicación como una reclamación vinculada a la demanda: “exigencia pulsional, significa reivindicación, reclamación. Por consiguiente, se trata de un enunciado y Lacan hizo de él, en su grafo, una demanda”[10]. Sin embargo, más allá de la mirada, palabra, dones o signo de amor del Otro, lo que el sujeto demanda en la reivindicación es su reinscripción en el campo del Otro, dirigiéndose para exigir de él, una respuesta, una nominación, un reconocimiento.
Actualmente, son múltiples los movimientos que pretenden reivindicar algo de los derechos y singularidad de los sujetos. Colectivos LGTB, movimientos indígenas, agrupaciones de ambientalistas, asociaciones ciudadanas, plataformas de mujeres, etc., realizan actos dirigidos al Otro social y del Estado, para reinscribir simbólicamente, algo de lo real de un goce dejado por fuera.
Sin embargo, la reivindicación se constituye en una falsa salida, en tanto produce un nuevo giro alrededor del Otro. Pues al dirigirse al Otro para demandar una reinscripción de lo desalojado, el sujeto sostiene la ficción de un Otro completo y consistente, que es capaz de reinscribirlo todo. Los actos reivindicativos apuntan al Otro y a la inscripción simbólica de la singularidad de un modo de gozar segregado, pero por otro lado, sostienen una lógica grupal donde la identificación y los ideales comunes producen, paradójicamente, el borramiento de la singularidad.
Tejida desde lo imaginario y simbólico, la reivindicación deja intocado lo real. He ahí, su punto de engaño. Apuntando a la consistencia del Otro, lo que el sujeto encuentra, señala Lacan, es el “fracaso de una correlación esperada entre un orden simbólico y la respuesta de lo real”[11]. De allí que la reivindicación, la reclamación y demanda al Otro, se constituye en un intento de hacer encajar, lo simbólico a lo real. Misión imposible.
Frente a los actos reivindicativos, la posición analítica no apunta a desestimarlos o alentarlos, sino a interrogarlos. Como indica Leguil, el psicoanálisis “no empuja a los sujetos a dejarse llevar por sus pasiones sino a abrir los ojos sobre la dimensión de goce que habita en el corazón de toda pasión”[12]. Se trata de interrogar a cada uno, por el goce propio tocado en el encuentro con lo real de la inconsistencia del Otro y la inexistencia de la relación sexual, para producir un pasaje de la indignación, a la dignidad del síntoma.
Para el psicoanálisis no existe sujeto colectivo, sino modos de gozar singulares y la ética del síntoma, apunta a localizar ese modo singular con el que cada uno se las arregló con lo real del malestar de la civilización y la pulsión de muerte. El psicoanálisis, señala Renzo Pita, “puede revelar la estructura libidinal de las masas y del orden social en general. Con ello puede prevenir falsas salidas, falsos escapes que hacen creer a los seres hablantes que se han liberado de sus cadenas”[13]. Falsas salidas que lo atan, podríamos decir, al giro infernar por el Otro.
La dimensión ética de la dignidad, va más allá de Otro y apunta al modo en que cada sujeto sostiene su singularidad respecto de su goce, introduciendo un “saber alegre ya que reinyecta lo contingente y lo posible allí donde todo parecía ya escrito por adelantado”[14].
NOTAS
  1. Etinger, D. (Enero, 2006). “El agujerito y la clavija”. Página 12. Recuperado de: https://www.pagina12.com.ar/diario/psicologia/9-61568-2006-01-12.html. p.2.
  2. Arenas, G. (2015). Cólera, indignación y goce del encastre. Revista Estrategias – Psicoanálisis y salud mental-. 2 (3). Extraído a: http://sedici.unlp.edu.ar/handle/10915/46006. pp. 57-59
  3. Ídem.
  4. Ibíd., p. 59.
  5. Lacan, L. (2015). Seminario 6. El deseo y su Interpretación. Buenos Aires: Paidós.
  6. Arenas, G. (2015). Cólera, indignación y goce del encastre. Revista Estrategias – Psicoanálisis y salud mental-. 2 (3). Extraído a: http://sedici.unlp.edu.ar/handle/10915/46006. p. 59
  7. Ídem.
  8. Ídem.
  9. Ídem.
  10. Miller, J-A. (2011). Seminario Ser y el Uno. Inédito. p. 42.
  11. Lacan, J. (2015). Seminario 6 El deseo y su interpretación. Buenos Aires: Paidós.
  12. Leguil, C. (1999) “Entrevista a Clotilde Leguil”. Revista Estrategias, Psicoanálisis y Salud Mental. Recuperado de: https://revistas.unlp.edu.ar/Estrategias/article/download/2095/1999/. p. 13.
  13. Pita, R. (Marzo, 2018). “Cinco apuntes sobre una crisis política”. Blog Nel Lima. Recuperado de: https://nellimablog.com/2018/03/18/cinco-apuntes-sobre-una-crisis-politica/. p.3
  14. Leguil, C. (1999) “Entrevista a Clotilde Leguil”. Revista Estrategias, Psicoanálisis y Salud Mental. Recuperado de: https://revistas.unlp.edu.ar/Estrategias/article/download/2095/1999/. p.13.


Montar en cólera

Liliana Bosia
Cartel preparatorio IX ENAPOL, Cartel A: Cólera
Más Uno: Liliana Bosia
Rasgo: Cólera e indignación, ¿qué articulación posible?

La propuesta del IX ENAPOL nos presenta la tríada: Odio, Cólera e Indignación; desafíos para el psicoanálisis. Significantes a través de los cuales, como nos indica el argumento del IX ENAPOL, intentaremos leer el malestar de nuestra época, impulsado como siempre por la pulsión de muerte.
Para formar parte de uno de los carteles preparatorios a este encuentro elegí como tema de investigación : La Cólera. Lo elegí en función de lo poco que he trabajado el mismo y a partir de preguntas: ¿La Cólera es una pasión?, ¿es un afecto? , ¿hay alguna articulación posible con la indignación?.
Fiel a mi estilo partí del diccionario, según Dirae cólera proviene del latín cholera y este a su vez de un vocablo griego , cuyo significado es bilis, significado éste que nos remite al cuerpo. Otros significados son: enojo, enfado, ira.[1] Esta última acepción me llevó a buscar nuevamente en el diccionario su definición, para encontrar que la ira es uno de los Siete Pecados Capitales.
Los Siete Pecados Capitales son una clasificación de los vicios mencionados en las primeras enseñanzas del cristianismo para educar a sus seguidores acerca de la moral cristiana. De acuerdo a Santo Tomás de Aquino el término capital no hace referencia a la magnitud del pecado sino a que da origen a otros pecados. Según Wikipedia puede ser descripta como un sentimiento no ordenado, ni controlado de enojo. “ Estos sentimientos se pueden manifestar como una negación vehemente de la verdad, tanto hacia los demás como hacia uno mismo, impaciencia con los procedimientos de la ley y el deseo de venganza fuera del trabajo del sistema judicial , llevando a hacer justicia por sus propias manos” [2]
Lacan toma de la filosofía el concepto de Pasión, más precisamente del Tratado de las pasiones de Descartes; según Eric Laurent [3] el tema de la pasión recorre toda la enseñanza de Lacan: “con esa palabra intentó tocar en lo vivo a los psicoanalistas dislocando el “afecto”, término más difundido en la teoría psicoanalítica” [4]. Mientras que para Freud el afecto se opone al pensamiento (representación), Lacan enlaza, con el término pasión, el pensamiento y el afecto como un nudo y no como una oposición. Lacan incluye dentro de las pasiones del ser, es decir a aquellas que están en relación al Otro, a: el amor, el odio y la ignorancia.[5]
Entonces, ¿que nos dice Lacan sobre la cólera?, en el Seminario 6 nos dice que en lo que se refiere al ser es fundamentalmente una dimensión simbólica, pero resulta que a veces ocurre dentro de eso simbólico una irrupción de lo real, que suele ser muy perturbadora. “Es difícil percatarse que un afecto fundamental como el de la cólera no es otra cosa que esto: lo real que llega en el momento en el que hemos hecho una muy bella trama simbólica, en que todo va muy bien…De repente nos damos cuenta de que las clavijas no entran en los agujeritos. Ése es el origen del afecto de la cólera. Todo se presenta bien para el puente de pontones en el Bósforo, pero hay una tormenta que agita el mar. Toda cólera es agitar el mar”.[6]
Podríamos entender que con la frase “las clavijas no entran”, Lacan se refiere a un imposible, a algo de lo real imposible de cernir del todo por lo simbólico.
Decir que la cólera es una irrupción de lo real cuando la trama simbólica estaba tejida es decir que algo de lo real irrumpe en la cadena asociativa quebrando el enlace del S1 y S2, tomando el cuerpo del sujeto, recordemos que una acepción de cólera es bilis, la bilis, según Fernando Vitale, remite a una amargura y a afectar el cuerpo.
Ya Descartes en su “Tratado de las pasiones” conjuga indignación e ira: “De la misma manera, el mal hecho por otros, no siendo contra nosotros mismos, nos produce sólo indignación; y cuando es contra nosotros, nos mueve también a la ira.” [7].
Cuando hablamos de indignación lo hacemos en relación a otro significante: dignidad y justamente la indignación aparece cuando la singularidad de un sujeto se ve o bien cuestionada o bien rechazada. Cuando, como también nos dice el argumento, la digniddad es violada. En algunos casos puede surgir la cólera, al ser privado el goce del encastre; hay casos, como vemos en el episodio de Relatos Salvajes:”Bombita”, donde la contingencia de un hecho de tránsito desencadena una serie de frustraciones en el presonaje. Fustración a ser escuchado, que provoca en el ingeniero (personaje en cuestión) la imposiblidad de hacer un reclamo ante lo que él considera una injusticia, ante la cual él se indigna. Indignación que podría subsanarse con una disculpa del funcionario público o un supervisor del mismo; que nunca llega. Así las imágenes del film nos muestran como la cara del personaje se trastoca, se enrojece, eleva la voz y sintiendose indignado pasa a una acción violenta, para preparar luego su venganza.
Venganza que pagará más tarde ante la ley y la sociedad con su libertad pero que parecería le devuelven su dignidad y podría nuevamente permitirle que las clavijas vuelvan a encajar y gozar una vez más de un encastre.
Podemos decir con Beatriz Udenio, que a diferencia del cine el psicoanálisis no viste al trauma, no lo vela. A contra pelo de ello un analista intenta que el sujeto hable hasta rozar el límite de lo decible “enfrentando el efecto de unheimlich, su ruido inaugural”. [8]
Del cartel preparatorio para IX ENAPOL, Cartel A: Cólera
Más Uno: Liliana Bosia
Cartelizantes: Luciana Méndez, Darío Calderón
NOTAS
  1. https://dirae.es>palabras>cólera
  2. https://es.wikipedia.org/wiki/Pecados_capitales
  3. Laurent, E. “ Los objetos de la pasión”. Ed. Tres Haches
  4. Ídem, pág. 8
  5. Lacan, J. Seminario 6: “El deseo y su interpretación” Ed. Paidós
  6. Ídem, pág. 159
  7. Descartes,Tratado de LAS PASIONES DEL ALMA (1649), segunda parte, art. 65 “la indignación y la ira”. https://psicopsi.com/Descartes-Art195-De-la-indignación
  8. Beatriz Udenio (EOL) Sobre relatos salvajes de Damián Szifron. Boletín OCI #7


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A continuación los trabajos de cartel.
































En el marco de las X Jornadas de la Nel : "¿Qué madre Hoy?", acercamos estos textos que han sido el producto de trabajo en cartel de miembros de la Nel y asociados de Apel , como resultado de una de las actividades preparatoria para este encuentro en la Nel México, que renueva los deseos de formación y difusión de la orientación que nos causa"









Voracidad, Capricho y Estrago Materno.


¿Cuál es el fundamento de la articulación entre deseo materno, goce y estrago?, ¿Qué desarrollos sostienen la articulación en esta misma línea, la condición de maternidad, feminidad y capricho?.

Para esbozar una respuesta posible a estas interrogantes, partiré de la referencia de Lacan en el Seminario 5 donde señala que "la madre es una mujer a la que suponemos ya en la plenitud de sus capacidades de voracidad femenina..."[i], aludiendo a la condición estructural de lo femenino como aquello que se constituye en una capacidad de devoración, del hijo o del partenaire. Lo voraz en una mujer que se hace madre tiene que ver con su deseo, que se rige bajo una ley caprichosa que no es la del nombre del padre que ordena, regula y prohíbe. Lacan lo indica en el Seminario El Reverso del Psicoanálisis: "el papel de la madre es el deseo de la madre. Esto es capital. El deseo de la madre no es algo que pueda soportarse tal cual, que pueda resultarles indiferente. Siempre produce estragos”[ii].

Lo estragante de este deseo está vinculado al capricho, pues es un deseo, siempre de otra cosa, de un poco más, de un más allá del falo. Por ello Lacan usa la metáfora de la “boca de cocodrilo”, que puede cerrarse en cualquier momento devorando al sujeto que se encuentra allí, incauto. “Es estar dentro de la boca de un cocodrilo, eso es la madre. No se sabe qué mosca puede llegar a picarle de repente y va y cierra la boca. Eso es el deseo de la madre", dirá Lacan en el Seminario 17[iii].

Sin embargo, lo que puede detener o hacer de tope a la boca de cocodrilo, es el falo, efecto de la función operatoria de la metáfora paterna, que Lacan señala como algo tranquilizador, “hay un palo, de piedra por supuesto, que está ahí, en potencia en la boca, y eso la contiene, la traba. Es lo que se llama el falo.(…) Así que fue en este nivel como hablé de la metáfora paterna”[iv]. Esta función, limita, acota algo de ese deseo sin ley o más bien, regido por una ley del capricho o voluntad, que es un goce.

Sobre la condición caprichosa del deseo materno, Miller en su Seminario Los usos del lapso, señalará que lo que una mujer quiere, es querer y que, “querer el acto, una voluntad, es un goce”[v], goce que está especialmente recortado en la feminidad, ya se trate de su propio querer o del querer del Otro. Para Miller, la obra de Lacan señalará afinidades entre feminidad y voluntad, pues es “del lado de la mujer que la voluntad se desprende con un carácter absoluto, infinito, incondicionado”[vi], condición que ya en el Seminario 5 ubicará en relación a la madre, “se trata del capricho que figura en eso que se repite como enseñanza del capítulo del deseo de la madre, supuesto por el nombre del padre en la metáfora paterna” [vii].

Miller localizará la distinción entre la función de deseo y la de la ley, ubicando que “allí donde el padre tiene la ley, la madre tiene el capricho”[viii]. Relación entre capricho y ley, que se corresponde con la relación de lo simbólico y lo real. Lo real es sin ley, es azaroso, contingente, sin sentido y, lo simbólico, aquello que ordena, busca regularidades, diferencias, relaciones, causalidades, sentido. Sin embargo, lo simbólico no puede aprehender lo real del todo, es impotente en esa tarea pues siempre quedará un resto. Respecto al capricho Miller dirá que “es una voluntad fuera de la ley. La ley está ahí, se la ve venir con sus intenciones, su látigo, sus compromisos, ahí están los vínculos amos verdaderos, los compromisos de discurso; la ley está allí para frenar la voluntad”[ix], más la ley, no logra acotar el capricho que es lo que sale de su ordenamiento y razón.

Pero, por otro lado, Miller dirá que el capricho, al obedecer a una voluntad, es también una ley, no del deseo que incluye a la castración y a la falta, sino del goce. De allí que la asocia con el imperativo categórico de Kant, donde el “tú debes” tiene como contracara el “yo quiero”. Este aspecto se escucha permanentemente en clínica con niños en la voz de las madres cuando dicen: “yo quiero que mi hijo… esto o aquello”, “él o ella debe hacer tal cosa”, “lo único que quiero es el bien para mi hijo”. Para Miller, lo que ambos tienen en común “aun cuando el imperativo categórico no es alguien, es la ley que quiere eso”, es la calidad de absoluto del “yo quiero”. “Un capricho no se discute, como tampoco el imperativo categórico. Pueden guardarse sus buenas razones”[x] – dirá Miller. De la misma manera, esta lógica se escucha en la clínica y en la vida cotidiana, cuando algunas madres dicen a sus hijos “esto es así, porque sí”, “porque soy tu madre”, “porque lo digo yo”. No se discute, es una voluntad y un imperativo.

Para Miller, en el capricho como voluntad sin ley se encuentra positivizada “la asignación del capricho a la mujer como madre – lo que da cuenta de - las afinidades entre feminidad y voluntad”[xi]. Esta condición de goce, más allá del falo, pero no sin relación a él, es lo que encontramos como el punto potencial de estrago en toda madre, pues detrás de una madre hay una mujer, más o menos advertida de ello, dividida o no, taponada o no, por el hijo.

Lacan en el Seminario 19, señalará que no era posible universalizar a la mujer, “aunque solo sea porque la raíz del no toda es que ella esconde un goce diferente del goce fálico, el goce llamado estrictamente femenino (…) La mujer es “no toda” porque su goce es dual” [xii]. En el Seminario 20 Aún, Lacan explica con precisión que el ser no-toda en la función fálica no significa que no esté inscrita del todo, “no es verdad que no esté del todo. Está de lleno allí” [xiii], lo que ocurre es que además de estar allí, está por fuera. Silvia Elena Tendlarz, dirá que una mujer no toda “presenta la duplicidad entre el goce fálico y el goce suplementario que se ubica del lado de S(A/)”[xiv].

Será desde esta posición de falta en ser que la mujer se dirige al hombre en busca del falo, que solo podrá encontrar a modo de tapón en el hijo en tanto objeto a causa de su deseo. Completitud imaginaria que ubica a la madre no del lado de la posición femenina sino en una posición masculina, en tanto tiene el objeto a que recubre imaginariamente su falta. Así, la maternidad se constituye, señala Tendlarz “en una forma de suplencia de La mujer que no existe, funciona como tapón del no toda”[xv]. Es por ello que una mujer vehiculiza algo del goce femenino, Otro goce, goce suplementario, en la maternidad, dando cuenta de los arreglos singulares de cada madre, una por una, con la función fálica y el goce que la habita.
De la voracidad del deseo materno, al capricho sin ley más que el de la voluntad, la obra de Lacan nos conduce a las vías del estrago, que va más allá de las buenas o malas intenciones de las madres y remite a la cuestión estructural del goce femenino en toda madre. En esta perspectiva, ¿qué decir de lo estructural y contingente del estrago?.

A nivel estructural el estrago se produce cuando no ha operado la metáfora paterna o cuando en su modo fallido, no ha permitido acotar algo de ese goce que deja capturado al sujeto como objeto del Otro materno, ya sea en el fantasma de la madre, como objeto fetiche o como objeto resto “dejado caer” del deseo del Otro. Estas tres posibilidades tendrán efecto de estructura, en el modo en que el sujeto configure un lazo con su cuerpo, con el otro, el goce y el deseo. Se trata de que el “palo en potencia” juegue su papel, lo que dependerá a su vez, del lugar que el hijo ha venido a ocupar en el deseo de la madre, pero también, del lugar que la madre en tanto mujer ocupa en el deseo del padre como hombre. Lo que posibilitaría la “separación entre madre y mujer”[xvi].

La pregunta por la feminidad dirigida a la madre y la imposibilidad de responder a ella con un universal de La Mujer, también puede producir estrago. Lacan en su texto El Atolondradicho, dice "el estrago caracteriza la relación de una mujer con su madre, cuando la niña o la mujer parecen esperar de la madre más sustancia que de su padre”[xvii]. Es decir, estructuralmente hay un imposible, que se constituye en la fuente del exceso de la espera femenina respecto de la madre como mujer. “Esta desmesura se encuentra correlacionada al real de la posición femenina - en el sentido de real como siendo del orden de lo imposible- lo imposible como 'lo que no cesa de no escribirse'”[xviii].   Esta lectura nos conduce a lo estructural del estrago en términos del No hay, No hay significante de La Mujer que la madre, ni ningún otro ser hablante, pueda transmitir.

Es así que cada mujer “será el resultado de su propia invención”, a partir de los significantes que provienen del discurso del Otro, de los semblantes que la madre y la cultura pueda transmitir y del arreglo singular con su propio goce. Sin embargo, es una construcción que no es universal ni ofrece garantías. En este punto, el estrago se produciría cuando la hija queda fijada en la desmesura de la demanda dirigida a la madre, suponiéndola toda.

Es por ello que la cuestión del estrago se produce por la conjunción entre mujer y madre. Ivana Bristiel dirá que “si se pierde esta distancia necesaria, que Lacan remarca, el niño devendrá “objeto” materno. La conjunción madre-mujer es estragante, la separación es lo que le permite al niño transitar ese estrago primero sin quedar fijado en él”[xix]. La distinción de la mujer y la madre, permitiría al hijo, no quedar capturado como el objeto que completa y tapona a la madre y que el goce de la madre como mujer, se dirija hacia el hombre.

Marita Hamman señala que el estrago “es efecto de un goce deslocalizado que irrumpe arrasando al sujeto, quien carece de soporte para situarse respecto de ese goce sin nombre ni medida” (mientras que el síntoma intenta fabricar alguno) [xx]. Se tratará de un temprano encuentro con el deseo y el goce de la madre en tanto mujer, que dejará una marca en lo real del cuerpo y el goce del parletre. De allí que, como señala Gustavo Dessal, en su conferencia Maternidad, locuras y estragos [xxi] existen casos, donde la marca del estrago materno no se borrará jamás, persistiendo una condición de melancolización que el sujeto podrá ubicar, hacer algo con ella, pero siempre estará allí, como una marca de su encuentro con el goce de la madre.

A nivel de la contingencia, podemos pensar el estrago como la respuesta del sujeto ante el encuentro con el deseo y goce del Otro, Marie-Hélène Brousse, vinculará el estrago con el hecho de que la madre “queda como el Otro no tocado por el intercambio fálico y la ley simbólica – donde - ella permanece como el objeto único del hijo”. Ante ello, una respuesta posible es ser el fetiche de la madre, que se asienta en el supuesto “que el Otro traumático (es decir, el Otro de la satisfacción sexual) está completo” [xxii]. Otra respuesta  será el intento de “arrancar a la madre lo que de todas maneras no entrará en el intercambio que no hay, y que, en tanto que arrancado, se convierte en un desecho" [xxiii], esta respuesta produce una desfalicización del objeto, con efectos de caída del deseo.

En este contexto, el estrago se constituiría en efecto de una insondable decisión del sujeto, como señala Brousse: “la elección del estrago ataca el valor fálico que el objeto tiene para el sujeto y funciona disociando los objetos a de su valor fálico. Es entonces una mortificación del falo, en la cual el imperativo superyoico de goce acaba con el deseo y su causa"[xxiv]. Marita Hamann, habla de un efecto estragante, que resulta como efecto de “algunos dichos maternos que, de la mano del superyó, avasallan al sujeto y ponen en marcha un circuito pulsional mortificante”, se trata de un encuentro contingente con unos dichos que son tomados por el sujeto como marcas de goce.

Ante lo estructural de la condición de estrago y lo contingente del encuentro con el goce de la madre, el análisis permitirá respecto a los dichos maternos, “refutarlos, inconsistirlos, indecidirlos, indemostrarlos”, para inventar un deseo en su lugar. Separar al sujeto del sentido gozoso de los dichos maternos, para localizar un goce propio y hacer con ello de una manera posible “separar lo que proviene de la madre de los efectos de lalangue sobre el cuerpo, que se atribuyen a la madre en la medida en que ha sido ella quien transmitió la lengua”.

El análisis dará entonces la oportunidad a una mujer de saber hacer con la soledad del Uno. Consentir al goce que hace a cada una radicalmente Otra para sí misma, pero también permitirá consentir a lo real del amor, “prestándose a ocupar el lugar de sinthome para un hombre”[xxv], y consentir a una maternidad “no toda” estragante.


Referencias Bibliográficas

[i] Lacan, J. (2011). El Seminario, Libro 5, Las formaciones del Inconsciente. Buenos Aires: Paidós. p. 212.
[ii] Lacan, J. (2004). El Seminario Libro 17, El Reverso del Psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós.p.118
[iii] Lacan, J. (2004). El Seminario Libro 17, El Reverso del Psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós. p.118.
[iv]  Lacan, J. (2004). El Seminario Libro 17, El Reverso del Psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós.p.118.
[v] Miller, J. (2010). Usos del Lapso. Buenos Aires: Paidós. p. 160
[vi] Miller, J. (2010). Usos del Lapso. Buenos Aires: Paidós. p. 160
[vii] Miller, J. (2010). Usos del Lapso. Buenos Aires: Paidós. p. 160
[viii] Miller, J. (2010). Usos del Lapso. Buenos Aires: Paidós. p. 160
[ix] Miller, J. (2010). Usos del Lapso. Buenos Aires: Paidós. p. 160
[x] Miller, J. (2010). Usos del Lapso. Buenos Aires: Paidós. p. 166
[xi] Miller, J. (2010). Usos del Lapso. Buenos Aires: Paidós. p. 127
[xii] Lacan, J. (2012). El Seminario, Libro 19, O peor.  Buenos Aires: Paidós. p 101
[xiii] Lacan, J. (2005) El Seminario, Libro 20, Aún. Buenos Aires: Paidós. p. 166
[xiv] Tendlarz, S. (2005). Las Mujeres y sus goces. Buenos Aires: Colección Divas. p. 153
[xv] Tendlarz, S. (2005). Las Mujeres y sus goces. Buenos Aires: Colección Divas. p. 153
[xvii] Solano E. (2003), Dolor de la Feminidad: entre el ser y la existencia. En Clínica lacaniana, Buenos Aires: Tres Haches. pp. 49 y 50.
[xviii] Solano E. (2003), Dolor de la Feminidad: entre el ser y la existencia. En Clínica lacaniana, Buenos Aires: Tres Haches. pp. 49 y 50.
[xx] Harmann, M. (2014). Estrago. Eva-Lilith, Boletín de las VIII Jornadas de la NEL. disponible en: http://ampblog2006.blogspot.com/2014/08/eva-lilith-boletin-de-las-viii-jornadas.html
[xxi] Dessal, G. Seminario “Maternidad, locuras y estrago”. Cochabamba - Bolivia. 17, 18 y 19 de Mayo de 2018.
[xxii] Brousse, Marie-Hélène (2016). Saber hacer femenino con la relación. Las tres R: astucia, estrago y arrebato. 23 sep. XV JORNADAS "MUJERES", ELP. Disponible en: http://mujeres.jornadaselp.com/lazoamp/saber-hacer-femenino-con-la-relacion-las-tres-r-astucia-estrago-y-arrebato/
[xxiii] Brousse, Marie-Hélène (2017). Una dificultad en el análisis de las mujeres: el estrago de la relación con la madre. Ética & Cine | Vol. 7 | No. 2 | pp. 29-35. Disponible en: http://journal.eticaycine.org/IMG/pdf/JEyC_Julio_2017_06_Brousse_Una_dificultad.pdf 
[xxiv] Brousse, Marie-Hélène (2016). Saber hacer femenino con la relación. Las tres R: astucia, estrago y arrebato. 23 sep. XV JORNADAS "MUJERES", ELP. Disponible en: http://mujeres.jornadaselp.com/lazoamp/saber-hacer-femenino-con-la-relacion-las-tres-r-astucia-estrago-y-arrebato/
[xxv] Solano-Suárez, E., (2011). “Lacan, las mujeres”, La Causa freudiana, París, Navarin, n°79, p. 277.






Entre los cuerpos de la ciencia y lo jurídico: el cuerpo hablante




Por Alejandra Hornos


Desde el psicoanálisis, estamos advertidos, que la maternidad está lejos de ser un hecho natural; sabemos que en lo humano, lo natural está perdido. Esta experiencia involucra una serie de circunstancias cambiantes, secuencias y sucesos, eventos favorables o adversos; en los que no hay garantías del “buen encuentro” a producirse, entre una madre y un hijo. Sus vicisitudes imaginarias, serán efecto del trayecto de un campo simbólico, en el que se inscribe un acontecimiento de cuerpo. La maternidad se constituye entonces, en una experiencia que varía de mujer a mujer e inclusive, en la vida de una misma mujer (Barros, 2018:12).

En este mundo, en el que la ciencia se mueve al compás del discurso capitalista eludiendo el orden de lo imposible, la maternidad cobra espacio en contextos que en otros tiempos eran impensables. Los nuevos modelos familiares y el avance tecnocientífico planteado por las tecnologías de reproducción humana asistida, pluraliza aún más, la experiencia de la maternidad. El binomio padre- madre en la época del Otro que no existe, queda en cuestión. El padre, ya no es lo que era, su estatuto es el de un padre humillado y a su lugar vienen “Los derechos del hombre”, instrumentos simbólicos que intentan coordinar las relaciones entre las personas. La importancia del lazo social suple la inexistencia del Otro y no hay un lugar de garantía social, que diga cómo deben ser las cosas.  La acción de la ciencia, introduce nuevos objetos y se instala la urgencia de crear reglas de asociación entre los individuos. Con el objetivo, de establecer leyes que respondan a los principios de los “derechos humanos" correlativos a un “Estado de derecho”, surgen los comités de ética (Tendlarz,1998:8). El “cuerpo jurídico” se hace presente.
Este “cuerpo jurídico”, propio de las Instituciones, intenta normar la experiencia de la maternidad en lo que a ellas les compete. Si bien las instituciones no pueden existir más que en el registro de lo simbólico, no se agotan en el mismo, ya que la fundación, el funcionamiento y transmisión de una institución, está sostenido por elementos inconscientes en relación al deseo de quienes la conforman. El encuentro con lo contingente, con lo traumático del parlêtre, es inevitable. Las dimensiones imaginarias y simbólicas se enlazan en un espacio que posibilita la proyección de deseos, ya sea para realizarlos o defenderse de ellos, uniéndose a los ideales de la institución.
Más allá de la poderosa capacidad de trabajo que implica la función maternal, Marcelo Barros en su libro “La madre”, nos advierte que su función excede los cuidados expertos o negligentes. Se trata de una función de transmisión de un deseo, que no sea anónimo y en tanto tal, no puede ser comprado o vendido, no es plausible de ser convertido en mercancía. La función materna es tal, en tanto la sustente un deseo y no hay institución y cuerpo jurídico o científico; que pueda forzarlo. Sin embargo, podrá ofrecer las coordenadas, el contexto, para que algo de ello suceda.
En la época actual, la maternidad interrogada a partir de la multiplicidad de madres que los avances científicos y jurídicos posibilitan; ubica allí un real que escapa a la gobernabilidad discursiva. Hay que tener presente que todos los hijos son, en el fondo, adoptivos. Se trata del rescate de lo que se halla en una posición de objeto a, en el filo del ser y el no ser, entre el brillo fálico y el desecho. No hay respuesta científica y jurídica que responda qué es el niño para su madre y esa madre para el niño. Más allá de tener hijos, lo que se pone en juego en la maternidad es la oposición esencial entre el narcisismo y el amor de transferencia, solo desde la transferencia se puede “parir” algo (Barros,2018:15). La adopción de un hijo biológico o no, legal o simbólica, da lugar a una maternidad; un acontecimiento libidinal que puede tener lugar en las circunstancias personales y las configuraciones familiares más variadas. 
Entre el cuerpo científico y el cuerpo jurídico, que intentan normar la maternidad, el psicoanálisis se ocupa del “cuerpo hablante”. Un cuerpo, que al ser escuchado puede gestionar soluciones singulares atendiendo ese resto de goce imposible, que como analistas sabemos, que siempre queda. Ese real de la maternidad que lo jurídico no puede apresar.
El psicoanalista, más allá de lo jurídico y de lo científico, da lugar a lo analítico, se institucionaliza en el discurso que le es propio, intenta prescindir de los semblantes de las garantías que propone la civilización a la inquietante cuestión de lo que hablar quiere decir. Respecto a la maternidad, no será sin atender la particularidad del deseo que produjo al niño (Laurent, 2010:157).


Bibliografìa
  •           Barros, Marcelo. “La madre. Apuntes lacanianos”. 2018. Editorial Grama. Argentina. P:12
  •        Tendlarz, Silvia Elena. “El psicoanálisis frente a la reproducción asistida”. 1998. Editores contemporáneos. Buenos Aires. P:8
  •      Laurent, E. (2010) El niño como reverso de las familias en Uniones del mismo sexo. Diferencia, invención y sexuación. Ed. Grama. Buenos Aires, 2010. P.157



LA ESCUELA…  
COMO UN DESTINO POSIBLE DEL AMOR


Liliana Bosia
Fabiana Chirino
Alejandra Hornos
Teresita del valle Díaz


Jaques Alain Miller en el Banquete de los analistas, texto elegido para el trabajo en cartel, propone una articulación inédita entre el deseo, el amor y la Escuela, al plantear que existe una relación del sujeto con el inconsciente (clínica), con los analizantes (ética) y una relación con los otros analistas (política), signada primero por el amor al inconsciente y después por la satisfacción hallada en el saber, habilitando la construcción de un lazo social con otros pares marcado por la disparidad con la que Lacan caracterizó a su  Escuela.

Escribir algo de nuestro trabajo en este Cartel, es comenzar a inscribir nuestro deseo de sostener un lazo con el psicoanálisis de la Orientación Lacaniana y  la Escuela, lo que nos remite a la cuestión del amor. Freud ubicaba en el inicio de la transferencia al amor, como motor de un análisis, pero también como obstáculo. Lacan definió la transferencia a partir del Sujeto Supuesto al Saber, por lo que se trata de un asunto de amor y saber; “[si] desde el comienzo se define la transferencia por el saber, necesariamente debemos encontrar la cuestión del saber al final”[i]  . Y es Miller quien dirá “la liquidación de la transferencia en términos Lacanianos es una desuposición del saber” [ii], de modo que todo análisis comienza con el amor, la entrada en análisis es por la transferencia, mientras que la salida se da por el pase.

Lo que sostiene un análisis no es el deseo de saber, sino el amor al saber cómo trabajo de transferencia. En la transferencia la pasión amorosa es una pasión por la ignorancia, es un no querer saber del sujeto acerca de su falta en ser. Sólo al final de un análisis esta pasión por la ignorancia podrá advenir en deseo de saber. Entonces el final del análisis no termina con un saber,  dado que es el momento “en que respecto del saber, se pasa del amor al deseo” [iii].

Al respecto, Miller plantea que “el pase está justamente más allá del amor al saber, lo que no significa más allá del saber. Más allá del amor al saber comienza el deseo de saber, que pasa por el trabajo para producir saber” [iv]. Entonces podríamos decir con Miller que en el pase emerge otra relación con el saber, relación que ya no tendría efecto de amor, en tanto el que tiene efecto de amor es el saber escondido, ignorado, supuesto. Se trata en el pase de pasar de un saber escondido a “un saber a cielo abierto […] enseñable a todo el mundo” [v], siendo el espacio en el que se transfiere este saber, la Escuela.

La estructura de la Escuela es coherente con el pase. Lacan funda la Escuela, como un espacio donde los analistas dan cuenta de su trabajo y fundamentalmente de su proceso de transformación - “transmutación” a partir de su experiencia analítica, vale decir donde un analizante da cuenta de su pasaje a analizado, mostrando cómo deviene analista por algo extraído de su propio análisis, lo que será expuesto, “pasado” a la comunidad.

De ese modo la Escuela como conjunto, lugar, espacio de trabajo, refugio, banquete, distintos modos de nombrarla, es el espacio vacío donde se produce el lazo y encuentro de los analistas para sostener el trabajo en cuanto a la transmisión del psicoanálisis, la práctica clínica y la producción, movidos no solo por el amor al inconsciente o al psicoanálisis sino por el deseo de saber, horizonte al que conduce un análisis.

El contexto y los referentes a partir de los cuales Sigmud Freud construyó el psicoanálisis se han transformado, las formas de hacer lazo se han  modificado. Un nuevo orden simbólico opera en el siglo XXI. Sin embargo se constata la vigencia de la propuesta de Lacan del amor asociado a la transferencia de trabajo en las diferentes épocas, lo que hace de la Escuela el refugio de los analistas, un refugio en el cual se vigoriza y se observa el saber y hacer de los analistas. Una Escuela que suma a la vigencia del psicoanálisis, en la lógica que les es compartida: no-todo.  La cual está articulada en la lógica del amor, pero no ese amor como espejismo que engaña, sino ese amor que soporta la falta. 

Podemos decir con Lacan que “Al comienzo del análisis está la transferencia” y al comienzo del camino hacia la Escuela también. Cuando la transferencia de amor pasa al amor de transferencia se pone en movimiento algo del deseo de cada quien. En la dimensión del análisis y en la dimensión de la formación, el amor pasa. Pasa, en el sentido de cruzar de un lugar a otro, lugares simbólicos en los cuales el amor cobra diferentes estatutos. También se trata de una vigencia del amor  ya que este es el que permitirá los diferentes  pases. La acción y efecto de pasar de una  a otra parte del recorrido, no es sin  el amor.[vi]

Texto presentado en el VII Coloquio de las tres Delegaciones de la NEL en Bolivia (La Paz, Cochabamba, Tarija) realizado en La Paz los días 7 y 8 de septiembre de 2012 sobre "El Goce y el Amor entre la Necesidad y la Contingencia".



[i] Miller, Jacques Alain (2000). El Banquete de los Analistas. Cap. IV. Argentina. Paidós. Pág. 191
[ii] Miller, Jacques Alain (2000). El Banquete de los Analistas. Cap. IV. Argentina. Paidós.  Pág. 188
[iii] (Miller; 2000: 189)
[iv] (Miller; 2000: 190)
[v] (Miller; 2000: 192)
[vi] Lacan, Jacques (2012). Otros Escritos. Cap. V Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela. Argentina. Paidós.


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