El pasado miércoles 3 de agosto tuvo
lugar el primer encuentro del segundo módulo del Espacio de Investigación Clínica de la
Sección NELcf – Santa Cruz de la Sierra. “El síntoma y el sinthome” es el tema
que nos invita al trabajo. Un trabajo que inicia ubicando que el cambio
que de ortografía de la palabra síntoma apunta a una “evolución y progreso” en
la enseñanza de Lacan y de ninguna manera a una “evolución y reemplazo.” De
esto nos ocuparemos de esta evolución. El primer encuentro trabajamos con relación
al texto freudiano “Inhibición, síntoma y angustia”, el segundo lo haremos
alrededor de los capítulos “El secreto del síntoma y “Síntoma y pulsión” del
curso de Jacques-Alain Miller, “El partenaire-síntoma”.
Les acercamos en este enlace el texto
que presentó Edgar Marcelo Guzmán – integrante de GEPOL, Sucre– a quien
agradecemos el animado trabajo y disposición para continuar en este espacio de
investigación que genera encuentros en los que ubicar articuladamente episteme
y clínica. En este primer encuentro Alejandra Hornos comentó la elaboración de
Edgar y puso a la conversación el historial clínico de Isabel Von R para situar
en la clínica el síntoma desciframiento, pero también el cuerpo como sustancia
gozante.
El próximo miércoles 17 avanzaremos un
paso más ubicando la articulación significante y goce. Lo que traerá como
efecto el unlust del síntoma y la referencia al cuerpo, hito ineludible
para el avance en la última enseñanza de Lacan.
Los esperamos el próximo miércoles 17
de agosto a las 19:00 en el espacio del ESIC.
Coordinación ESIC
Raúl Arancibia
Fabiana Chirino
Alejandra Hornos
“Inhibición, síntoma y angustia”
Edgar
Marcelo Guzmán
Integrante de GEPOL, Sucre
El
síntoma psicoanalítico se presenta siempre en una doble vertiente, en el caso
de “Inhibición, síntoma y angustia” de Freud, de la idea del síntoma como
portador de un mensaje cifrado se desprende una lectura que introduce una nueva
dimensión ligando el síntoma a la pulsión, relacionado con la inhibición y la
angustia.
La
primera aproximación está orientada por la inhibición. Freud la describe
asociada a la función del yo sin ser per se algo patológico – cualidad
que si es propia del síntoma - alcanzando esferas múltiples de la vida, como la
función sexual, la nutrición, la locomoción e incluso la capacidad del trabajo.
A partir de estas restricciones del yo, “el síntoma ya no podrá ser descrito
como un proceso que ocurra dentro o actúe dentro del yo”.[1]
Entonces, más allá de la inhibición, se
puede identificar inicialmente al síntoma como “…un signo sustitutivo de una
expectativa de satisfacción de un instinto, un resultado del proceso de
represión”[i].
El mismo Freud describe al yo como la instancia psíquica represora
encargada de impedir el acceso a la consciencia a determinado tipo de
contenido. La relación de la represión con lo sintomático es sin embargo
cuestionada desde una reflexión previa ¿Cuál es el destino del impulso
instintivo activado en el ello y que tiende a la satisfacción? ¿Cómo el
displacer puede ser la satisfacción de un instinto? La solución freudiana es muy práctica: “…la
descarga de excitación propuesta en el ello no tiene efecto a consecuencia de
la represión, consiguiendo el yo inhibirla o desviarla”.[2]
A partir de una serie de razonamientos
sobre la represión como intento de fuga, el papel del yo y el surgimiento de la
angustia se van articulando para llegar a una idea: la del surgimiento del
síntoma como impulso instintivo obstruido por la represión y la función del yo
entre el ello y superyó. Esto evidencia la idea fundamental del yo como
extensión del ello, siendo el yo la verdadera sede de la angustia, resultando
esta la reproducción de un estado afectivo.
Freud recalca la importancia de
reconocer en los afectos la implicación de sucesos traumáticos y la noción de
pulsión como concepto límite, implicando de esta manera al cuerpo.
Sobre la fuente que origina la
represión, Freud precisa que solamente en el caso de los estímulos externos
existe un mecanismo protector que permite activar un intento de fuga en el yo,
lo cual no implica la formación de síntomas. Esto es porque el síntoma surge
del estímulo instintivo obstruido por la represión, es decir, proveniente del
interior del organismo como concepto límite entre lo anímico y lo somático.
El síntoma entonces, es una satisfacción
degradada que la represión logra sustituir implicando en su descarga el cuerpo
del sujeto. De ahí que Freud afirme que:
“El
yo domina tanto el acceso a la consciencia como el paso a la acción hacia el
mundo exterior, y en la represión ejerce su poderío en ambas direcciones, por
un lado sobre la representación instintiva y por otro sobre el impulso
instintivo mismo”.[3]
A partir de este punto se retoma la
noción del síntoma como un cuerpo extraño y como la lucha contra los estímulos
instintivos encuentran su fin en la formación de síntomas. La lógica sería
entonces, la lucha del yo contra el instinto da paso a la formación de síntomas
y la lucha continúa contra el síntoma ya constituido.
De esta manera serían dos las
posibilidades para el yo en su relación con el síntoma: la primera, restaurar y
conciliar. Un ejemplo de esto, está dado por los síntomas histéricos en los que
se evidencia las transacciones entre satisfacción y castigo. La segunda
posibilidad se da cuando el síntoma es imposible de suprimirse y queda entonces
la alternativa de una adaptación secundaria del yo al síntoma.
En el caso de las neurosis obsesivas y
la paranoia, se evidencia la tendencia del yo a incorporarse al síntoma y
fortalecer su fijación, lo que puede ser entendido como un beneficio secundario
de la formación sustitutiva.
Continuando con el desarrollo propuesto
por Freud, la relación del síntoma con la angustia se planeta a partir del
cuerpo por medio de sensaciones físicas correspondientes a determinados
órganos, principalmente los respiratorios y el corazón.
Freud identifica en el análisis del
proceso de la angustia como un incremento de la excitación, tres características:
1º Un carácter displacentero específico.
2º Actos de descarga.
3º Percepciones de tales actos.
El análisis del desarrollo de los
concomitantes que activan la angustia según plantea Freud, van desde el trauma
nacimiento, la identificación de un estado de peligro, la advertencia de la
falta de objeto vinculado a la castración y por tanto a la separación y el
miedo al superyó.
Finalmente, sobre la relación entre la
formación de síntomas y la angustia, la primera aproximación es que los
síntomas permiten evitar la angustia, porque si se evita la formación de
síntomas, el yo se ve expuesto a las exigencias del instinto, sin los recursos
necesarios para afrontarlo.
Citando a Freud:
“El
desarrollo de la angustia inicia la formación de síntomas y constituye incluso
una premisa necesaria para tal formación. Pues si el yo no despertara por medio
del desarrollo de la angustia a la instancia placer – displacer, no alcanzaría
el poder de detener el proceso amenazador iniciado en el ello”.[4]
El recorrido freudiano de “Inhibición,
síntoma y angustia” permite comprender el estatuto del síntoma más allá del
mensaje cifrado, planteando como premisa fundamental la relación del síntoma
con la pulsión y la satisfacción que será parte de la relectura de lacan para
el desarrollo de la noción de goce.
Referencias bibliográficas
[1] Inhibición, síntoma y angustia, (1925 [1926]), T.
3 p. 2835
[2] Idem. p. 2836
[3] Idem. p. 2838
[4] Idem. p. 2867
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