sábado, 13 de agosto de 2022

Segundo Módulo del Espacio de Investigación "Síntoma y Sinthome"

El pasado miércoles 3 de agosto tuvo lugar el primer encuentro del segundo módulo del Espacio de Investigación Clínica de la Sección NELcf – Santa Cruz de la Sierra. “El síntoma y el sinthome” es el tema que nos invita al trabajo.  Un trabajo que inicia ubicando que el cambio que de ortografía de la palabra síntoma apunta a una “evolución y progreso” en la enseñanza de Lacan y de ninguna manera a una “evolución y reemplazo.” De esto nos ocuparemos de esta evolución. El primer encuentro trabajamos con relación al texto freudiano “Inhibición, síntoma y angustia”, el segundo lo haremos alrededor de los capítulos “El secreto del síntoma y “Síntoma y pulsión” del curso de Jacques-Alain Miller, “El partenaire-síntoma”.

 

Les acercamos en este enlace el texto que presentó Edgar Marcelo Guzmán – integrante de GEPOL, Sucre– a quien agradecemos el animado trabajo y disposición para continuar en este espacio de investigación que genera encuentros en los que ubicar articuladamente episteme y clínica. En este primer encuentro Alejandra Hornos comentó la elaboración de Edgar y puso a la conversación el historial clínico de Isabel Von R para situar en la clínica el síntoma desciframiento, pero también el cuerpo como sustancia gozante.  

 

El próximo miércoles 17 avanzaremos un paso más ubicando la articulación significante y goce. Lo que traerá como efecto el unlust del síntoma y la referencia al cuerpo, hito ineludible para el avance en la última enseñanza de Lacan.

 

Los esperamos el próximo miércoles 17 de agosto a las 19:00 en el espacio del ESIC.

 

 

Coordinación ESIC

Raúl Arancibia

Fabiana Chirino

Alejandra Hornos

 

 

 


                                                            El síntoma freudiano en

“Inhibición, síntoma y angustia”

 



 

Edgar Marcelo Guzmán

 Integrante de GEPOL, Sucre

 

 

El síntoma psicoanalítico se presenta siempre en una doble vertiente, en el caso de “Inhibición, síntoma y angustia” de Freud, de la idea del síntoma como portador de un mensaje cifrado se desprende una lectura que introduce una nueva dimensión ligando el síntoma a la pulsión, relacionado con la inhibición y la angustia.

 

La primera aproximación está orientada por la inhibición. Freud la describe asociada a la función del yo sin ser per se algo patológico – cualidad que si es propia del síntoma - alcanzando esferas múltiples de la vida, como la función sexual, la nutrición, la locomoción e incluso la capacidad del trabajo. A partir de estas restricciones del yo, “el síntoma ya no podrá ser descrito como un proceso que ocurra dentro o actúe dentro del yo”.[1]

 

Entonces, más allá de la inhibición, se puede identificar inicialmente al síntoma como “…un signo sustitutivo de una expectativa de satisfacción de un instinto, un resultado del proceso de represión”[i]. El mismo Freud describe al yo como la instancia psíquica represora encargada de impedir el acceso a la consciencia a determinado tipo de contenido. La relación de la represión con lo sintomático es sin embargo cuestionada desde una reflexión previa ¿Cuál es el destino del impulso instintivo activado en el ello y que tiende a la satisfacción? ¿Cómo el displacer puede ser la satisfacción de un instinto?  La solución freudiana es muy práctica: “…la descarga de excitación propuesta en el ello no tiene efecto a consecuencia de la represión, consiguiendo el yo inhibirla o desviarla”.[2]

 

A partir de una serie de razonamientos sobre la represión como intento de fuga, el papel del yo y el surgimiento de la angustia se van articulando para llegar a una idea: la del surgimiento del síntoma como impulso instintivo obstruido por la represión y la función del yo entre el ello y superyó. Esto evidencia la idea fundamental del yo como extensión del ello, siendo el yo la verdadera sede de la angustia, resultando esta la reproducción de un estado afectivo.

 

Freud recalca la importancia de reconocer en los afectos la implicación de sucesos traumáticos y la noción de pulsión como concepto límite, implicando de esta manera al cuerpo.

 

Sobre la fuente que origina la represión, Freud precisa que solamente en el caso de los estímulos externos existe un mecanismo protector que permite activar un intento de fuga en el yo, lo cual no implica la formación de síntomas. Esto es porque el síntoma surge del estímulo instintivo obstruido por la represión, es decir, proveniente del interior del organismo como concepto límite entre lo anímico y lo somático.

 

El síntoma entonces, es una satisfacción degradada que la represión logra sustituir implicando en su descarga el cuerpo del sujeto. De ahí que Freud afirme que:

“El yo domina tanto el acceso a la consciencia como el paso a la acción hacia el mundo exterior, y en la represión ejerce su poderío en ambas direcciones, por un lado sobre la representación instintiva y por otro sobre el impulso instintivo mismo”.[3]

A partir de este punto se retoma la noción del síntoma como un cuerpo extraño y como la lucha contra los estímulos instintivos encuentran su fin en la formación de síntomas. La lógica sería entonces, la lucha del yo contra el instinto da paso a la formación de síntomas y la lucha continúa contra el síntoma ya constituido.

 

De esta manera serían dos las posibilidades para el yo en su relación con el síntoma: la primera, restaurar y conciliar. Un ejemplo de esto, está dado por los síntomas histéricos en los que se evidencia las transacciones entre satisfacción y castigo. La segunda posibilidad se da cuando el síntoma es imposible de suprimirse y queda entonces la alternativa de una adaptación secundaria del yo al síntoma.

 

En el caso de las neurosis obsesivas y la paranoia, se evidencia la tendencia del yo a incorporarse al síntoma y fortalecer su fijación, lo que puede ser entendido como un beneficio secundario de la formación sustitutiva.

 

Continuando con el desarrollo propuesto por Freud, la relación del síntoma con la angustia se planeta a partir del cuerpo por medio de sensaciones físicas correspondientes a determinados órganos, principalmente los respiratorios y el corazón.

 

Freud identifica en el análisis del proceso de la angustia como un incremento de la excitación, tres características:

 

1º Un carácter displacentero específico.

2º Actos de descarga.

3º Percepciones de tales actos.

 

El análisis del desarrollo de los concomitantes que activan la angustia según plantea Freud, van desde el trauma nacimiento, la identificación de un estado de peligro, la advertencia de la falta de objeto vinculado a la castración y por tanto a la separación y el miedo al superyó.

 

Finalmente, sobre la relación entre la formación de síntomas y la angustia, la primera aproximación es que los síntomas permiten evitar la angustia, porque si se evita la formación de síntomas, el yo se ve expuesto a las exigencias del instinto, sin los recursos necesarios para afrontarlo.

 

Citando a Freud:

“El desarrollo de la angustia inicia la formación de síntomas y constituye incluso una premisa necesaria para tal formación. Pues si el yo no despertara por medio del desarrollo de la angustia a la instancia placer – displacer, no alcanzaría el poder de detener el proceso amenazador iniciado en el ello”.[4]

 

El recorrido freudiano de “Inhibición, síntoma y angustia” permite comprender el estatuto del síntoma más allá del mensaje cifrado, planteando como premisa fundamental la relación del síntoma con la pulsión y la satisfacción que será parte de la relectura de lacan para el desarrollo de la noción de goce.

 

Referencias bibliográficas

 

[1] Inhibición, síntoma y angustia, (1925 [1926]), T. 3 p. 2835

[2] Idem. p. 2836

[3] Idem. p. 2838

[4] Idem. p.  2867

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



 

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