miércoles, 11 de marzo de 2020

Productos de Carteles APEL-SCZ 2019

El obsesivo: Tántalo, Rana y Ser Hablante. Maggie Jáuregui
El niño, la cuidadora y una lógica institucional. Samantha Rojas
La Posición del Analista en la Clínica con Niños. Fabiana Chirino
"Educación Corporal: una articulación posible" Ana Belén Bowles


El obsesivo: Tántalo, Rana y Ser Hablante


Maggie Jáuregui O.  Asociada  APEL- Santa Cruz
Cartel IUFI “Del Sujeto al Ser Hablante”
Más Uno: Ana Ricaurte


El obsesivo es un Tántalo, dice Lacan en el Seminario 5, para dar cuenta del lugar del obsesivo respecto al deseo, Tántalo “es un ejemplo proverbial de tentación sin satisfacción, su castigo consistió en estar en un lago con el agua a la altura de la barbilla (…), bajo un árbol de ramas bajas repletas de frutas. Cada vez que Tántalo, desesperado por el hambre o la sed, intenta tomar una fruta o sorber algo de agua, estos se retiran inmediatamente de su alcance”[1]

Maggie Jaureggie, Psicoanalista Asociada de APEL SCZ
El obsesivo, para mantenerse con el deseo insatisfecho como Tántalo, “se lo hace sostener al Otro, precisamente mediante la prohibición del Otro” [2], dirá Lacan. En este mismo seminario describe las “hazañas del obsesivo”, dando cuenta del escenario que monta en el lazo con los otros semejantes. Estas relaciones tienen que estar sostenidas bajo la garantía del Otro, que lo hace existir. Porque no es lo que le pasa con el otro semejante lo que cuenta para el obsesivo, sino que “el que es importante es el Otro ante quien todo esto ocurre. Éste es el que hay que preservar a toda costa, el lugar donde se registra la hazaña, donde se inscribe su historia”[3].

En La Pirámide Obsesiva, Juan Carlos Indart puntualiza que, cuando un obsesivo cuenta de sus relaciones, sus escenas con el otro semejante, “es un error situar en esas escenas la cuestión del deseo del obsesivo y que es un error suponer que ahí se sitúa la defensa”[4].  Lo esencial de la defensa del obsesivo es ofrecerse como aval del Otro. Hay como un desdoblamiento del yo; una parte se mantiene en sus escenas con los otros semejantes, mientras otra parte del yo está en lo defensivo, procurando que se sofoque cualquier emergencia del deseo, que se obture la falla, se anule la castración del Otro, porque implica su propia castración. Así lo plantea Lacan:
“Está permanentemente ocupado manteniendo al Otro, haciéndolo subsistir mediante formulaciones imaginarias de las que se ocupa más que nadie (…) pues este Otro es la condición esencial de su propio mantenimiento como sujeto. No podría subsistir como sujeto si el Otro fuese efectivamente anulado”[5].
En esta contradicción se mantiene el obsesivo, se defiende del Otro, busca anular el deseo del Otro,  pero a la vez es su garante de que el deseo permanezca, como Tántalo. Desde ahí, sitúa obstáculos para no acceder a su deseo y realiza “hazañas” con sus semejantes bajo la mirada del Otro, a quien se dirige siempre.

Entonces, lo obsesivo no está en su relato, en lo que cuenta sino que él se encuentra, con su goce, como espectador invisible de sus propias escenas, eso es lo obsesivo. “En ninguna de las narraciones de los problemas que tiene con los objetos está lo obsesivo del obsesivo” sostiene Indart[6], dando cuenta del riesgo de que, en la intervención clínica, el analista quede atrapado como espectador del relato del obsesivo, perdiendo el rumbo del goce en el que se sostiene el registro de su hazaña. Lo enfatiza Lacan en diferentes momentos, esta relación entre el “goce de un espectáculo”, nombrado en El Psicoanálisis y su enseñanza[7] y la caracterización del yo del obsesivo como un “yo fuerte”, planteado en el escrito sobre El Estadío del Espejo[8].

En el Seminario 23, Lacan dirá que el obsesivo “es como la rana que quiere volverse tan grande como el buey”[9], dando a notar la fábula en que la rana de tanto hincharse, explota. “El mantenimiento de esta imagen de él - sostiene en el seminario 10 - es lo que hace que el obsesivo persista en mantener toda una distancia respecto de sí mismo, que es, precisamente, lo más difícil de reducir en el análisis”[10]

Esta es la forma que tiene el obsesivo de suturar la división subjetiva, sostenida en un yo fuerte que le permite mantener la ilusión de que todo sería calculable y controlable, desafiando el imposible de evitar las contingencias.  Inflado, como la rana de la fábula, alude también a la representación del propio cuerpo, un cuerpo sin agujeros, “es constante en Lacan – dice Luis Tudanca – la referencia a la geometría clásica para referirse al imaginario corporal: geometría de la sierra, de la bolsa, burbuja, esfera. Y ese es el campo del sentido”[11]. Un yo perfectamente construido sin agujeros, sin fallas que permitan alguna ruptura que ubique al sujeto del inconsciente. Pero más allá de ese yo, el obsesivo goza, y es éste goce el que permite bordear algo de lo real, algo que agujeree ese cuerpo geométrico.

Los tatuajes, el gimnasio, la cirugía estética y otros tratamientos del cuerpo en la época actual pueden ser síntomas contemporáneos que se emparentan con lo que hace el obsesivo con el cuerpo: reforzar el imaginario corporal redondo, pero también pueden ser síntomas del fracaso de esa perfección imaginada. La vigorexia es uno de los excesos de esta época que se nombra como la obsesión por la imagen corporal, un cuerpo esbelto y musculoso.

Sostienen Claudio Godoy y Fabián Schejtman que el obsesivo tiene un modo fundamental de “saber hacer con la imagen”, con la Imagen yoica, “es en esa constante auto-observación controlada en la que radica su modo defensivo propio”[12], sosteniendo que esa es su “armadura obsesiva, es decir, su sinthome específico”[13].

El sinthome del ser hablante, dirá Miller, “se manifiesta como un acontecimiento de cuerpo, una emergencia de goce”[14], dando cuenta de que, será el encuentro con algo contingente, algo que agujeree ese cuerpo geométrico, controlado, la explosión de esa rana inflada, lo que permita abordar algo de lo real del goce del obsesivo. La ruptura del sinthome que lo anuda permite situar la intervención analítica como corte, para que el ser hable.


Referencias

· Freud, S. (1909) A propósito de un caso de Neurosis Obsesiva. Tomo X. Ed. Amorrotu. Bs. As.
· Godoy, C y Schejtman F. (2009) “La neurosis obsesiva en el último período de la enseñanza de j. lacan”. Anuario de investigaciones. Vol. XVI Facultad de Psicología – UBA. Bs. As.
· Indart, J. (2001) La Pirámide Obsesiva. Ed. Tres Haches. Bs. As.
· Lacan, J.; (1962-63) Seminario 10. La angustia, Ed. Paidós, Bs. As., 2006
· Lacan, J.; (1949), “El estadío del espejo como formador de la función del yo tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica”, en Escritos 1, Ed. Siglo XXI, México
· Lacan, J.; (1957), “El psicoanálisis y su enseñanza”, en Escritos 1, Ed. Siglo XXI, México,
· Lacan, J. (1957-1958) Seminario 5. Las formaciones del Inconsciente. Ed. Paidós. Bs. As.
· Miller, J. A. (2016) El Inconsciente y el Cuerpo Hablante. Presentación del tema del X Congreso de la AMP en Río de Janeiro. Versión Digital.
· Tudanca, L. (2015) Lo imaginario enraizado en el cuerpo, artículo compilado en El cuerpo Hablante, Parlêtre, sinthome, escabel. Ed. Grama. Bs. As.
· Wikipedia. La enciclopedia libre. Espacio web.


Del Cartel IUFI: Del Sujeto al Ser Hablante. De junio 2017 a marzo 2019
Más Uno: Ana Ricaurte
Cartelizantes: Maggie Jáuregui. Ana Rosa Arispe. Janeth Llanos



[1] Wikipedia. La enciclopedia libre. Espacio web.
[2] Lacan, J. (1957-1958) Seminario 5. Las formaciones del Inconsciente. Ed. Paidós. Bs. As. Pág. 423
[3] Ibid Pág. 427
[4] Indart, J. (2001) La Pirámide Obsesiva. Ed. Tres Haches. Bs. As. Pág. 76
[5] Lacan, J. (1957-1958) Seminario 5. Las formaciones del Inconsciente. Ed. Paidós. Bs. As. Pág. 495
[6] Indart, J. (2001) La Pirámide Obsesiva. Ed. Tres Haches. Bs. As. Pág. 71
[7] Lacan, J.; (1957), “El psicoanálisis y su enseñanza”, en Escritos 1, Ed. Siglo XXI, México, 1984. Pág. 434
[8] Lacan, J.; (1949), “El estadío del espejo como formador de la función del yo tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica”, en Escritos 1, Ed. Siglo XXI, México, 1984. Pág. 101
[9] Lacan, J.; (1975-76), El seminario, libro 23: El sinthome, Bs. As., 2006. Pág. 18              
[10] Lacan, J.; (1962-63), El seminario, libro 10: La angustia, Ed. Paidós, Bs. As., 2006. Pág. 348
[11] Tudanca, L. (2015) Lo imaginario enraizado en el cuerpo, en El cuerpo Hablante, Parlêtre, sinthome, escabel. Ed. Grama. Bs. As. Pág. 89
[12] Godoy, C y Schejtman F. (2009) “La neurosis obsesiva en el último período de la enseñanza de j. lacan”. Anuario de investigaciones. Vol. XVI Facultad de Psicología – UBA. Bs. As.
[13] Ibid.
[14] Miller, J. A. (2016) El Inconsciente y el Cuerpo Hablante. Presentación del tema del X Congreso de la AMP en Río de Janeiro. Versión Digital.



Productos de Cartel. Psicoanálisis con niños.
Más Uno: Ana Ruth Najles 



En el espacio de "Psicoanálisis y Ciudad " a realizarse todos los miércoles en la Fundación Simón I. Patiño en el mes de abril del 2018 se trabajo los productos del cartel "Clínica psicoanalítica de la orientación lacaniana con niños". Compartimos los artículos que serán el eje de trabajo en nuestras conversaciones de los días miércoles de este mes. Estos textos son producto del trabajo de Cartel realizado por algunas psicoanalistas asociadas de APEL. Cartel cuyo más uno fue la psicoanalista Ana Ruth Najles, miembro de la EOL y la AMP.


El niño, la cuidadora y una lógica institucional.

Samantha Rojas

Todas las organizaciones internacionales de asistencia social o desarrollo humano, proponen una política o plan de acción singular para el participante de sus servicios.  Respecto a las instituciones o casas de acogida de NNJA (sigla utilizada para denominar a los niños y niñas desde sus 0 a 23 años) las particularidades de cada institución, tiene resonancias que se entraman en el tejido singular del ser hablante.
Antiguamente era tuición de la iglesia, el cuidar de los niños errantes y huérfanos de guerra.  El primer orfanato conocido como tal, fue creado a modo de invención por San Vicente Ferrer en 1410, al ver en las calles de Valencia cantidad de niños en condición de abandono. Desde entonces a la fecha, las formas de acogida han cambiado. El Hacer religioso ya no es del todo confiable y surge la ciencia, como en todo, a dar herramientas y cátedras para cuidar a un niño.

En este contexto, una institución entre otras que se dedica al cuidado de niños y niñas, plantea como intervención la conformación de grupos de niños que estén al cuidado de una mujer que ejerza con estos un rol materno: se les llama familia. En este invento singular se identifican dos ideales que comandan su accionar: La madre y la Hermandad. Como cualquier ideal funciona para algunos y para otros no. Para los que no, el psicoanálisis nos enseña del carácter superyoico que hace síntoma.

Quien ocupa el rol materno, tiene como tarea que su cuidado no solo sea afectivo, sino efectivo. Los resultados que evidencien los niños (notas escolares, comportamientos, capacidad de expresión de ideas, entre otros) que cuida, signarán su trabajo o que tan buena madre es.  En algunos casos, esta mujer no solo logra ubicarse como alguien necesario afectivamente para los niños, sino que frente a ese niño, es un deseo no anónimo lo que hace lazo. En otras situaciones, quien sostiene el rol, cambia por periodos, ya sea porque decidió abandonar el empleo o porque se determina que no es una “buena madre.” No hay test psicológico, dinámica, técnica de última generación que garantice un deseo no anónimo en el cuidado de niños de cualquier mujer u hombre. Por otro lado, la presencia de otra cosa más allá del niño es importante, que el niño no obture la falta en la madre que es también una mujer.
Cabe preguntarnos en qué familia la fraternidad aplaca la pulsión. Tótem y tabú, da cuenta del arreglo fraterno para matar al padre; acto que trae sospecha y separación. El intento de borrar la diferencia y la rótula social de huérfano o niño de hogar solo remarca el carácter agresivo entre los que conviven: “No es mi hermanoquiero que se vayaantes que llegara todo era mejor.” La hermandad entonces, es un acto subjetivo tal que no alcanza (para todos) al sostenerse en el ideal de amor o igualdad.

Greta Stecher, menciona  que el superyó es el resto de un goce experimentado por el sujeto niño, cuando estuvo tomado en el lugar de objeto del goce del Otro[i]. En este centro de acogida y en otros el carácter de niño-objeto se redobla. Se observa que en algunos niños, la relación al Otro es por medio el acto o la retención de la palabra. En estos casos, el Otro no tiene garantía de nada, por lo cual su actitud hacia el mundo es cínica y conflictiva. Será necesario con cada niño, instalar los espacios para signar algo de su deseo y su ser tramado en las ficciones institucionales, que hacen parte de su historia personal.

BIBLIOGRAFIA
  •         Najles, Ana Ruth. “Psicoanálisis con niños y problemas de aprendizaje” NEL-Univ. Católica Santiago de Guayaquil. Guayaquil, 2006.
  •          Freud, Sigmund. “Obras completas”. 1era ed. Siglo Veintiuno, editores. Buenos Aires, 2012.
  •          Anna Aromí, ¿Qué es una familia? Disponible en: http://www.nel-mexico.org/index.php?sec=Actividades-internacionales&file=Actividades-internacionales/Textos-Conferencias/14-09-05_Anna-Armoni.html
  •         J.-A. MILLER. Seminarios en Caracas y Bogotá. Buenos Aires: Paidós, 2015. Pág. 236. Disponible en: http://www.nel-amp.org/index.php?file=Actividades/El-Seminario-de-la-NEL/Seminario-de-Formacion-Lacaniana/2015-2016/Boletines/005.html

[i] Greta Stecher. “El super yo del siglo XXI”. Disponible en: http://www.revconsecuencias.com.ar/ediciones/015/template.php?file=arts/Coloquio/El-superyo-del-siglo-XXI.html




“La posición del analista en la clínica con niños”


Fabiana Chirino O.
 El analista, su posición y su acto

Un analista es aquel que sostiene el dispositivo analítico con su presencia, su cuerpo y su acto, aspectos que apuntan a un real ineludible, no sustituible por otros recursos. El cuerpo, en tanto presencia real pone en juego el goce, la palabra y la pulsión, mientras que el acto se sostiene en un vacío de saber ya que el analista opera desde un no saber universal o referencial que indique qué y cómo hacer en todos los casos. El acto analítico apunta a localizar un vacío, podríamos decir que se sostiene y sostiene un vacío.

El corte de sesión, el uso del semblante, el silencio, la interpretación, no son acciones sino actos analíticos cuando no apuntan al sentido e interrogan al sujeto por eso que le es más propio y singular, su modo de goce. De este modo, el acto surge como contingencia y sorpresa que apunta a lo real en cada sujeto.

Miller, en su texto “Acto e inconsciente” retomará a Lacan en su formulación “no hay formación del analista, solo hay formación del inconsciente”, para indicar que el analista se vuelve una formación del inconsciente cuando hay lapsus en su acto; solo en este caso, puede ser interpretado. Para Lacan - dice Miller- el inconsciente “es lo contrario del acto”, formulación que ya aparece en Freud bajo la forma de “actuar y no recordar” [i]. En este momento de su obra, el acto ubica algo del inconsciente y detiene la repetición a la que el inconsciente está convocado, por estructura. Por lo tanto, el acto estaría del lado de la “elaboración” pues constituye un punto de capitón, que limitaría la repetición del goce.

Solo el acto analítico permitirá localizar algo del inconsciente del sujeto. Como señala Miller “que el inconsciente en el análisis pueda solo ser captado mediante la interpretación quiere decir que se trata de un saber respecto del cual el lugar del sujeto es indeterminado” [ii]. Por ello Miller señala que “el acto, el auténtico, el que no es pasaje al acto ni acting out” [iii].

El acto, es lo que le permite al sujeto separarse del significante, abre la dimensión del malentendido de la lengua, “es aquello gracias a lo cual el sujeto se libera de los efectos del significante, para ser, para hacer, no para estar porque el estar se halla precisamente del lado de la indeterminación del sujeto” [iv]. Esta referencia indica que el acto es lo que va a producir un efecto en el sujeto, a nivel de su relación con el significante, de modo que ya no determine su modo de ser y hacer, permitiendo otro modo de ubicarse respecto del significante y el goce que transporta.

El acto del analista es fallido, porque no apunta al sentido que pretende explicar, ordenar o taponar lo real, sino que señala lo imposible de significantizar. Miller dirá “el acto fallido quiere decir precisamente que el acto solo vale como formación del inconsciente, es decir en la medida en que es interpretable”[v]. Por otro lado, un acto analítico es lo que va a producir un efecto en el sujeto, marcará un antes y un después, como señala Miller “ciertamente, es un sujeto quien hace el acto, pero solo hay acto si ese acto lo cambia, si no es el mismo después” [vi].

El acto es realizado por el analista, sin embargo la condición para sostener el acto analítico es que el analista no esté en el lugar del sujeto, puesto que para Lacan “el psicoanalista no es sujeto[vii], no lo es en el acto analítico, aunque sepamos que es un sujeto de su propio inconsciente. En el dispositivo analítico, el analista ocupa la posición de objeto a, como lo señala Ana Ruth Najles “es el analista en cuanto se ofrece como lo que soporta el peso de ese objeto en el discurso analítico lo que permitiría ir en contra de las caídas del deseo que no suponen otra cosa que la irrupción de un goce (satisfacción pulsional)[viii].

Solo como objeto a, semblante de lo que no hay, un analista puede sostener un acto verdadero, que no es ni acting out ni pasaje al acto. Luis Solano, señala que Lacan define el acto verdadero como aquello que sucede en el lugar de un decir y que cambia al sujeto. “En el acto hay destitución del sujeto que lo instaura. En el acto verdadero, que no se confunde con ninguna acción, hay muerte del sujeto [ix]. Por ello el analista en el dispositivo de la cura, no es sujeto y solo puede operar en la cura a partir de un “yo no pienso”.

Luis Solano, dirá que la condición del acto verdadero, el analítico, “no se deduce ni tampoco se calcula. El acto analítico no es del orden de la garantía como tampoco es una suposición. El acto verdadero es del orden de la certeza, del riesgo y también del orden de la impostura”[x]. Contingente y sorpresivo, el acto es el medio por el cual se toca algo de la defensa y con ello algo de lo real en juego en cada caso. Por ello, la impostura indica que el analista “hace como si supiera lo que hace cuando en realidad no lo sabe de ninguna manera”[xi], algo sabrá a posteriori, podemos decir, cuando verifique los efectos de su acto.

De este modo la noción de acto analítico es promovido a suplantar la noción de posición de analista, por la razón de que “el acto verdadero es creador, fundador y primordial. El acto analítico es la respuesta a la inconsistencia del inconsciente a partir de la consistencia lógica de objeto a” [xii]. Esto nos conduce a pensar en la última enseñanza de Lacan que apunta a un trabajo orientado por lo real sin ley, por lo que no tiene consistencia ni modo de inscripción y que, por lo tanto, itera como una singularísima marca en el ser hablante que lo hace gozar, lo mortifica, pero también que lo vivifica.


El acto analítico en la clínica con los niños

En la clínica con niños, ¿cómo sostener ese lugar de vacío?, ¿cómo operar desde el lugar de objeto a que cause un deseo de saber?, ¿cómo sostener un dispositivo no compatible ni con el discurso de la educación, ni el de la tradición, ni de la técnica o la ciencia, pero que sin embargo oferte un espacio para hacer con eso que a cada cual le resulta insoportable?. Son preguntas que surgen a partir de la demanda de los padres y profesionales psi de curar los síntomas en los niños, que emergen como lo que disfunciona en el campo del Otro y su norma universal.
Ante ello podríamos decir que un psicoanalista de la orientación lacaniana, sostendrá su presencia y su acto, frente a un sujeto, un hablante ser y no frente a un niño, adolescente o adulto, donde el tiempo lógico determine qué corresponde a cada edad o etapa. Un analista ofertará su presencia para alojar lo que es para cada sujeto lo más singular que tiene: su síntoma, su modo de gozar. Alojará la palabra y desde allí operará, mientras que su acto será analítico en tanto sostenga y se sostenga en un vacío de saber, que invite a cada sujeto, más allá de la edad que tenga, a reconstruir las coordenadas de su historia y de allí extraer las marcas con las que se armó una respuesta de goce ante lo real de la no relación sexual.

Un analista no es un sujeto, no quiere al niño, ni quiere algo de él, su deseo no se orienta por una norma o moral sino en un deseo de analizar, lo que implica conducir una cura lo más lejos posible, en función del consentimiento del sujeto, uno por uno, caso por caso, más allá de los años de vida que éste tenga.


Notas Bibliográficas


[i] Miller, Jacques Alain (2009). Cáp. “Clínica y Súper Yo”. Conferencias Porteñas. Tomo 1. Buenos Aires, Argentina: Paidós. Pág 166.
[ii] Ibídem. Pág 167.
[iii] Ibídem. Pág 167.
[iv] Ibídem. Pág 167
[v] Ibídem. Pág 167
[vi] Ibídem. Pág 167
[vii] Ibídem. Pág 167
[viii] Najles, Ana Ruth (2006). Psicoanálisis con niños y problemas de aprendizaje. Guayaquil, Ecuador: Universidad Católica de Guayaquil. Pág. 28.
[ix] Luis Solano, 2001. Extravios del acto y de las normas. Acting out, pasaje al acto y acto analítico. Ornicar. Revista Digital Multilingue. Asociación Mundial de Psicoanálisis. Pg. 1. Disponible en: http://wapol.org/ornicar/articles/180sol.htm
[x] Ibídem, Pág. 2
[xi] Ibídem, Pág. 2
[xii] Ibídem, Pág. 3



EDUCACIÓN CORPORAL: UNA ARTICULACIÓN POSIBLE

Ana Belén Bowles



Cuerpo y Síntoma - Cartel Local en Santa Cruz de la Sierra
Rasgo: Articulación Psicoanálisis y Educación Corporal. El cuerpo y el síntoma en lo real.

Más Uno: Alejandra Hornos – Miembro de la NEL y la AMP
Cartelizantes:
Raúl Arancibia – Asociado de APEL SCZ
Ana Belén Bowles – Amiga de APEL SCZ
Fabiana Chirino – Asociada de APEL SCZ
Dayana - Amiga de APEL SCZ
Maggie Jauregui – Asociada APEL SCZ                        
Alejandro Ovando – Amigo de APEL SCZ

Si bien desde sus orígenes, la Educación Física ha estado fuertemente sujetada al discurso de la fisiología y desde allí ha encarado sus prácticas; la Educación Corporal en contraposición, pero sin subestimar los saberes del organismo, no adhiere al discurso biomédico. El organismo no es el objeto que interesa investigar, sus prácticas no reducen el cuerpo a marcadores biológicos, sino que reflexionan y problematizan este concepto para ampliar los alcances y los efectos de las intervenciones.  
Durante este tiempo de investigación, el cuerpo que me interesa investigar, es aquel que se presenta como “dolorido”, “enfermo” o “trastornado” en su imagen. La articulación entre Educación Corporal y Psicoanálisis de orientación lacaniana permite servirse de aportes que vislumbran, a mi entender, el camino a una práctica interdisciplinaria. Una, que aloja al sujeto y a los “embrollos” con su cuerpo desde otra perspectiva, para enfocarse allí donde la medicina encuentra un límite.
Un punto de coincidencia es que no somos cuerpo, sino que tenemos un cuerpo y “tenerlo” no es un punto de partida, sino de arribo. Los fenómenos contemporáneos dan cuenta del escabroso camino hacia esta apropiación. Aunque la ciencia moderna se muestre convencida de la posibilidad de estandarizarlo, el sujeto siempre encuentra una vía de insistencia; se presenta desafiante ante los intentos de invisibilizar “eso” que no puede ser representado. Cuerpos resistentes a los diagnósticos, que incomodan porque no se ajustan a la norma, escapan a la cifra y no se ubican en las clasificaciones, esas que disuelven las singularidades que hacen al sujeto imprevisible. Las prácticas corporales alojan estos estos “restos” de la ciencia, no para curarlos o ajustarlos a modelos ideales, sino para orientar otras formas de hacer con el cuerpo. Un hacer distinto, singular.   
Jean Louis Corby - “Bailarín Africano”
Otro punto de encuentro es que organismo como tal, ha muerto desde su encuentro con el lenguaje. Como enuncia Lacan en Radiofonía: “el cuerpo que creemos nuestro es un regalo del lenguaje” (1). El cuerpo está hecho de las marcas que los significantes han dejado en él, haciendo eco. La medicina y otras tecnologías del organismo intentan silenciar estos ecos y “desembarazan al enfermo de su síntoma” (2), en cambio, el psicoanálisis da lugar al misterio del cuerpo hablante (3), un cuerpo que se presenta como extraño, desconocido, ingobernable. Un cuerpo que grita… “hasta que un Otro lo escucha, resignificándolo” (4). Así también, la Educación Corporal – apoyada en el discurso analítico – puede prestar oídos y propiciar la construcción de un saber que habilite un hacer-con-el-cuerpo, más cerca de su vivificación que de su padecimiento.

En la actual era digital donde el culto al cuerpo bello se magnifica, se erige una industria que ofrece un sinfín de técnicas que aseguran que todo es posible. Sujetos capturados en un goce de la propia imagen (5), o prácticas obsesivas de ejercicio y consumo de sustancias que buscan el aumento exagerado de los músculos. Un real que irrumpe manifestándose en el cuerpo, embarcándolo en la repetición compulsiva de la satisfacción localizada: el comer descontrolado, el goce de la mirada, el placer en el dolor.

La Educación Corporal, advertida del inconsciente y de los registros Real, Imaginario y Simbólico, puede ofrecer prácticas que en lugar de reforzar los significantes del discurso amo de la ciencia, habiliten y amplíen el marco de las elecciones del sujeto y su cuerpo.  

Esto nos posiciona en un lugar epistemológico, ético y político que defiende la singularidad del sujeto de las tendencias actuales, que buscan nivelarlo y estandarizarlo por las vías de su naturalización. El diálogo entre Psicoanálisis y Educación Corporal, puede dar lugar a una práctica interdisciplinaria, que rescate lo único de cada sujeto y le ayude a arreglárselas con su cuerpo por vías menos sufrientes, opresoras y autodestructivas. 

Referencias                                                                                                 

1. Lacan, J. (1993). Psicoanálisis, Radiofonía y Televisión. Barcelona, España: Anagrama. p.18
2. Lacan, Jacques., 1966. Mesa redonda sobre “Psicoanálisis y medicina”.
3. Lacan J., El Seminario, libro 20, Aun, Buenos Aires, Paidós, 1981. p. 158
4. Recalcati, Massimo. (2011). La última cena: anorexia y bulimia. Buenos Aires. Del Cifrado. p. 21
5. Lacan, Jacques (1946) “El Estadio del espejo” en Escritos I. Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores.


*Resumen del trabajo presentado en una de las mesas en el “13º Congreso Argentino y 8º Latinoamericano de Educación Física y Ciencias”, los días 30 de septiembre al 4 de octubre de2019, en la Ciudad de la Plata, Buenos Aires, Argentina.


Mesa de trabajo: Educación Física, Ciencia e Investigación. Coordinador: Ricardo Crisorio


No hay comentarios:

Publicar un comentario

PARA SEGUIR LEYENDO...