EL GOCE COMO TAL
Alejandra
Hornos Harasimuk
La cuestión
de la diferencia sexual entre hombres y mujeres, no escapa a la lógica binaria
de la diferencia significante, a la que estamos sometidos por el hecho de
habitar el lenguaje. Se trata de una lógica que no puede más que hablar de
aquello representable en la dimensión sexual, entendida como “género”. Una
categoría que, a pesar del actual empuje a su multiplicación, acaba por
reproducir la estructura binaria del lenguaje.
Jacques
Lacan, en un primer tiempo de su enseñanza, refiere la diferencia de los sexos
con los significantes “hombres” y “mujeres”, una lógica fálica que funciona con
el símbolo de la presencia o de la ausencia, fálico o castrado. Luego, en
relación a la diferencia entre significantes, advierte que no se encuentra el
significante que pueda definir a La mujer. Un
desencuentro que tiene su antecedente en Freud, quien señaló que no hay una
inscripción de la diferencia de los sexos en el inconsciente, sino que solo
existe el símbolo fálico para representarlos en su divergencia.
Lacan retoma
esta cuestión en los años setenta y piensa una nueva lógica sobre la
feminidad más allá del Edipo, de la lógica fálica y de la diferencia hombre-mujer.
Elabora las fórmulas de la sexuación para abordar las discrepancias entre la
posición masculina y femenina en relación al goce y ubica el concepto de “no-todo”.
Hasta 1974, elabora y comenta sus fórmulas, destacándose los textos de L’étourdit
(1972), Televisión (1973) y el seminario 20 (1972-73). En su
última enseñanza, concluye que el único real que cuenta para el ser hablante es
el goce como tal, tornándolo singular en función del modo de gozar del propio
cuerpo. Se trata de posiciones de goce—femenina y
masculina— que no
remiten necesariamente ni al real biológico del sexo, ni a la forma del cuerpo
como imagen y tampoco al género como simbólico.
Es el
estudio de la sexualidad femenina lo que permitió a Lacan, correr el velo que
recubre a ese goce desconocido. Lo desarrolla en Aún, para encontrarlo más
tarde también en el varón. Presente en él, pero oculto “[…]
bajo las fanfarronadas[AHh1] del goce fálico.”[1],
Miller señala que se manifiesta claramente en los hombres que eligen no
pasar por el goce fálico, como los místicos, que lo sienten como efecto de una
ascesis. También se revela en quienes ubican en el lugar del Otro, otra cosa
que el cuerpo de la mujer, e instalan en él a Dios o a lalengua y gozan
de eso. Así se evidencia, que “[…] el goce como tal, no tiene la más
mínima relación con la relación sexual.”[2]
Ser
macho no obliga a colocarse de ese lado de las fórmulas de la sexuación, pueden
hacerlo también del lado del no-todo. Lacan advierte que hay allí, hombres que
están tan bien como las mujeres y no por ello deja de irles bien. A pesar de lo
que a manera de falo les estorba, “sienten, vislumbran la idea que hay un goce
que está más allá”.[3]
Los seres hablantes pueden colocarse de uno u otro lado de la sexuación
independientemente de su anatomía.
Del
lado mujer de las fórmulas de la sexuación, La (tachada) indica que no
hay universal todo y hace vértice disparando una flecha doble. Una, pasa
del otro lado al Fi, lugar de los comunes asuntos humanos y la otra se va hacia
el S(A/), a modo de escape a un sitio indecible y singular. La doble flecha
origina un resquicio hacia donde lalengua conduce al hombre no-todo o
mujer no-toda. Son los bordes donde se escribe la fórmula del lado mujer, una que
escribe el goce de una mujer como tal. Un goce del que quizás nada sabe, pero
lo siente. Sentirlo “no les ocurre a todas”[4],
ni a todos.
Jacques-Alain
Miller en El Ser y el Uno, refiere que lo designado por Lacan como el
goce femenino lo introdujo en su última enseñanza. Un goce que no apunta a
un binarismo, en el que la mujer tendrá el goce femenino y el hombre el
masculino. Si bien en un primer momento, Lacan cernió lo específico de cada
goce, en un segundo tiempo “[…] lo que entrevió por el lado
del goce femenino lo generalizó hasta hacer de él el régimen del goce como tal”.[5]
Un goce sustraído de la maquinaria edípica y reducido al puro acontecimiento
del cuerpo.
*Elaboración en el
cartel preparatorio para la publicación de SCILICET 2022.
Hacia la Gran conversación virtual de la AMP: “La mujer no existe”.
Presentado
en “Cartelizados” en APEL SCZ en marzo del 2022.
[1]Miller, J.-A. (2011) “El
desnivel entre el ser y la existencia”, Revista
Freudiana, 68, Barcelona, ELP, 2013, p.
[2]Ibíd.
[4] Lacan, J., (1972- 1973) El
seminario, Libro 20, Aún, Buenos Aires, Paidós, 2008, p. 90.
[5]Miller, J.-A. (2011) “¿Qué es lo real?”, Revista Freudiana, 61, Barcelona, ELP, 2011. p.
[AHh1]Se jacta de lo que no es, apariencia y hojarasca
LOS
LOBOS ESTÁN AQUÍ
PEDOFILIA,
PERVERSIÓN, PROGRESISMO*
Alejandro Ovando
En 1697, el francés Charles Perrault publica Cuentos de Mamá Oca[1]. Ocho cuentos
infantiles escritos en prosa, inspirados en las historias que las nanas
contaban a los niños. Caperucita Roja
es el segundo de estos cuentos, una historia en la que una hermosa niña es
engañada por un lobo, quien la invita a desnudarse, a acostarse en la cama con
él y luego la engulle. En la moraleja del cuento, una advertencia para las
niñas en relación al lobo: temor a este porque puede presentarse como un joven
apuesto, seductor, de buena retórica, pero en realidad es un depredador listo
para devorar niñas con sus colmillos enormes. La versión de Perrault fue alterada
por los Hermanos Grimm, quienes a fin de suavizarla, agregaron el personaje del
cazador que rescata a la ingenua niña. Pero, cuando se trata de depredadores de
niños, ¿es acaso posible un final feliz?
Las relaciones sexo-afectivas entre niños y adultos no
siempre han sido tan mal vistas. Sin ir demasiado lejos, en el siglo pasado
surgieron los movimientos pro-pedofilia, que enlistaban entre sus filas a
científicos y artistas notables, también a distintas organizaciones sociales y
políticas. Estos gozaron, en su momento, de un lugar de reconocimiento en las
esferas sociales europeas y estadounidenses.
Estos movimientos no han muerto y tampoco están dormidos,
solo han retrocedido ante la actual cruzada adulta por proteger a las
infancias. La North American Man / Boy Love Association (NAMBLA)[2] es
una organización activa que cuenta con miembros que la sostienen, a través de
donaciones económicas, desde el año 1978; incluso cuenta con un programa que
ofrece apoyo a sujetos encarcelados por pederastía
y a sus familias. Se opone a las leyes relativas a la edad de consentimiento y demanda
la expulsión de la pedofilia de la lista de parafilias.
En tanto a esto último, parece hallarse cierto avance. Léase
sobre el distingo entre la orientación
sexual pedófila y el trastorno de pedofilia,
señalado en el DSM-5[3]. De
esta diferenciación han tomado su yesca las comunidades pedófilas, aunque ciertamente
algunas han avanzado más allá. NAMBLA, por ejemplo, distingue también entre el
abuso sexual de un menor y una relación sexual mutuamente consensuada entre un niño
y un adulto. ¿Puede realmente un niño consentir a las intenciones sexuales de
un sujeto adulto? “Ceder no es consentir”, indica Hamann[4] en
su texto, el cual invito a leer.
Otra propuesta de NAMBLA y de los movimientos pro-pedofilia
en general es que el niño es portador de una sexualidad que es coartada por las
instituciones sociales y por los padres. Sexualidad que ellos conocen y que
están dispuestos a rescatar en nombre de los derechos humanos y la libertad. Este
argumento, ¿no sitúa acaso a estos movimientos en el lugar de quien posee la
verdad en relación a la voluntad de goce del Otro? No arguyo aquí que todo sujeto
de orientación sexual pedófila sea un
perverso, señalo la desmentida en uno de los principales argumentos del
activismo pedófilo.
Por otro lado, sorprende que el movimiento pedófilo no
encuentre su lugar en el progresismo actual, en la época en la que todo goce
pretende el estatuto de derecho. Sucede que el progresismo no se ha sustraído
de la infantolatría que señalaba
André[5] en
el 99, solo parece haberla modificado. El niño, el bien más preciado, deben ser
protegidos de la violencia apartándolos de los pedófilos, no imponiéndoles un
género o no negándoles el acceso a tratamientos hormonales y a procedimientos
quirúrgicos si deciden mutar su sexo.
Los lobos están aquí, han estado siempre. Se revelan al
mundo con sus activismos o se esconden bajo sus sotanas. Su discurso encarna la
desmentida de la castración, de forma más o menos elaborada: “amor”,
“libertad”, “derechos humanos”, “inclusión”; agréguese alguna de estas promesas
a cualquier discurso y se verá crecer el número de sus seguidores.
*Elaboración en el cartel “Laberinto de la
sexualidad: posición sexual y elección de objeto”, cartel preparatorio a las
XII Jornadas de la NEL: “¿Sexualidad(es)?” Presentada en “Cartelizados” en APEL
SCZ.
[1]
Perrault, Ch.; Los cuentos de mamá Oca.
Historias y cuentos de tiempos pasados, Titivillus, 2016, 64.
[2] https://www.nambla.org/
[3] Asociación Americana de Psiquiatría; Manual diagnóstico y estadístico
de los trastornos mentales (DSM-5®) (5ta ed.), Asociación Americana de
Psiquiatría, Arlington, 2014, 949.
[4] Hamann,
M., “Pedofilia(s) y consentimiento”, https://jornadasnel2022.com/blog/portfolio-items/pedofilias-y-consentimiento/
[5] André,
S., “La significación de la pedofília”,
https://www.antroposmoderno.com/antro-articulo.php?id_articulo=159
UN NOMBRAMIENTO QUE SIRVA PARA RESPIRAR
Dayana
Delgado Villegas
Camino
a las jornadas 2022 y conformando un cartel hacia éstas, me convoca al trabajo
esta pregunta ¿Qué estatuto tiene para el adolescente la nominación de género?
Freud
nos habla sobre la pubertad en tres
ensayos sobre teoría sexual en el apartado “La metamorfosis de la pubertad” allí hace referencia a los cambios
corporales como el crecimiento, las transformaciones que se manifiestan en el
orden del cuerpo. Señalaría como parte de la
metamorfosis el cambio en la elección de objeto que supone un duelo por la
pérdida del objeto edípico y la puesta en juego del complejo del semejante, el
prójimo y la identificación con los pares.
La tormenta puberal
desafía la estructura, sorprende, causa angustia, y promueve el tiempo en que
el sujeto pone a prueba las bases con las que se constituye, cuya escritura se
inaugura en la primera infancia. Lacan,
por su parte, toma la obra de Wedekind
“el despertar de la primavera” para abordar la pubertad y los despertares
sexuales propios de esa época.
Un despertar significante
que remite a un pasaje. Un despertar, efecto de un relámpago que en tiempos
puberales comienza a ser convocado por los cambios corporales, los deseos
inconscientes y por las fantasías que allí concurren a anudarse en un
segundo tiempo de la sexualidad, que ha sido inscripta en sus fundamentos primeros
por los efectos leídos a
posteriori y que el Complejo de
Edipo ha dejado como marca estructural en la historia infantil del sujeto.
La
transformación, y otras expresiones de la irrupción de lo real en dimensiones
varias, producen una conmoción estructural que se conoce con el nombre de
adolescencia. una manifestación perceptible de una complejidad estructural, o
como manifestación que denuncia lo traumático de la sexualidad, algo que no puede
ser puesto en palabras. Entonces, referirse a la adolescencia es referirse a un
síntoma.
La precipitación de los
cambios corporales, reestructuran también la relación con el espejo. La estructura se
moviliza por la irrupción del goce pulsional y se traduce en las consecuencias a
nivel del lazo social, que supone el lazo sexual. En la llamada
adolescencia está la posibilidad de lograr otro modo de satisfacción, dada por
el encuentro con el otro sexo y la posibilidad del acto sexual.
Será en este punto en el
cual, todo sujeto se encontrará con ese real que, Lacan nombrará La no relación sexual, por
lo cual en el Seminario
21, dirá: “Todos
sabemos porque todos inventamos un truco para llenar el agujero en lo real.
Allí donde no hay relación sexual, eso produce traumatismo, entonces uno
inventa, uno inventa lo que puede, por supuesto”[1]
El adolescente queda sujeto al S1 e intenta
encontrar sentido a esto que le está pasando, a su existencia. En esta búsqueda
constante de sentido, el adolescente anhela poder encontrar algo que lo alivie
y le ayude a soportar este evento, a veces perturbador, que tiene que ver con
lo real.
En esta búsqueda de nombrar algo de lo que le
pasa, el adolescente optará por ponerse en el lugar que mejor le convenga para
aliviar su sufrimiento, ya que en esta época de pluralización de los nombres
del padre y el empuje de goce femenino, el adolescente cae en una suerte de
desalojamiento y desregulación, frente a esta estas nuevas formas de gozar. Miquel
Bassols advierte algo a propósito del goce de transgresión con la que el sujeto
se encuentra en esta época “…y es que
cuanta más imposición haya de goce, menos puede elegir su forma propia de gozar
y más queda agarrado en esa lógica del capitalismo y neoliberalismo”[2].
Dada que la adolescencia es una etapa lógica,
debe ser superada, debe hallar una solución ante esta imposibilidad de la relación
sexual, la imposibilidad de encontrar una medida común entre los sexos. Cada
sujeto debe “inventar, mas allá de la
supuesta identidad fálica, su forma sintomática de hacer con lo real del goce
sexual”[3] nos
dice Bassols.
Entonces, me evoca pensar que cada uno desde
su singularidad, optará por nominar eso que le acontece y se aferrará a esa
nominación a capa y espada. Para Juan Carlos Indart “Las subjetividades se encuentran a la deriva, producto de un fracaso
de la función del padre, y el orden social crea una suerte de solución sobre la
base del encasillamiento de esas subjetividades según un nombramiento laboral”[4],
agregaría también que este nombramiento también puede concernir a otra
dimensión que no sea solo la laboral. Un nombramiento que puede ser para el
sujeto una especie de arreglo, un respiro más ante este momento que puede ser vivido
como padecimiento. Será solo en la intervención del uno por uno y apuntando
hacia lo singular, que podremos leer lo que sucede o acontece con ese sujeto en
este momento particular de su vida.
*Elaboración
en el cartel Cartel
#12 hacia las XII Jornadas de la NEL ¿Sexualidad(es)? Presentada en
“Cartelizados” en APEL SCZ en marzo del 2022.
[1]
Lacan,
J., Seminario 21, Los no incautos yerran (1973-1974), Clase 8, del 19 de
febrero de 1974, inédito.
[2] Bassols,
M., “LGTB+ entrevista a Miquel Bassols”,
Registros, Goces, tomo arcoíris, N° 15, marzo de 2020, p. 23.
[3] Bassols,
M., “La diferencia de los sexos no existe
en el inconsciente, sobre el informe de Paul B. preciado dirigido a los
analistas”, Grama, Buenos Aires, 2021, p. 66.
[4] Indart,
J.C., “Sobre el Ideal y el ser nombrado
para”, UMSAM EDITA, Buenos Aires, 2019, p. 43.







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