martes, 8 de diciembre de 2015

Textos de la Actividad Preparatoria de APEL-SCZ, para el VII ENAPOL "El Imperio de las Imágenes" 2015



 Los días 4,5 y 6 de septiembre del 2015 se realizó el VII ENAPOL en la ciudad de  San Pablo, Brasil. Con motivo de este encuentro se ha trabajado arduamente. Numerosos grupos de investigación han trabajado en torno a varios ejes relacionados con el tema del encuentro. Las miembros de Apel han participado en estos grupos según los ejes de interés.

Mujeres frente al espejo: Nuevas virilidades. Coordinador: Julieta Ravard

Inés Anderson, Raquel Baloira, Laura Benetti, Esmélin Graterol, Alejandra Hornos, Gerardo Réquiz y Gustavo Zapata.

Niños súbditos de las Imágenes.  Coordinador: Gabriela Urriolagoitia.

Raúl Castañeda. Cecilia Restrepo. Fabiana Chirino. Liliana Bosia. Heidi Gehler.



MUJERES FRENTE AL ESPEJO; NUEVAS VIRILIDADES


Coordinador: Julieta Ravard
Inés Anderson, Raquel Baloira, Laura Benetti, Esmélin Graterol, Alejandra Hornos, Gerardo Réquiz y Gustavo Zapata.

A partir de lo que enseña la clínica, intentamos plantear los aspectos que hemos trabajado, responder las preguntas y hacer nuestro aporte a las Conversaciones para el VII Encuentro Americano de Psicoanálisis de Orientación Lacaniana. Una nutrida bibliografía, sólidas argumentaciones e intensos debates fueron los recursos que usamos a lo largo de nuestros numerosos encuentros.
Desde un primer momento, el punto y coma en el título que nos fue propuesto hizo enigma. La discusión nos condujo a concebirlo como un separador, lo que nos permitió precisar dos temas y sostener su especificidad, para luego abrirnos un significativo abanico de preguntas y vías posibles como orientación a esta conversación. Pronto quedó claro que hay mucho por conversar y que solo podríamos dar cuenta, en el mejor de los casos, de algunos de los interrogantes surgidos.
Las nuevas virilidades no solo se pueden entender respecto a la mujer frente al espejo en esta época. No se trata de una mera enumeración y desarrollo de las nuevas virilidades que la clínica actual nos muestra; para ello la coma o los dos puntos en el título hubiesen sido suficientes. El punto y coma señala en su disposición que se trata de dos oraciones sintácticamente independientes entre las que existe una estrecha correspondencia semántica[i]; por tanto entre Mujeres frente al espejo y nuevas virilidades se evidencia un vínculo consistente, dejando de nuestro lado una hiancia a trabajar. No solo se trata de las nuevas virilidades en las mujeres como efecto de este frente al espejo en una época en la que la feminización del mundo es el empuje imperante, sino que también como efecto de ello, al hombre en lo viril, en lo macho, ya no le resulta tan claro cómo ser un hombre.

Se trata, además, de un enlace inevitable porque una mujer frente al espejo evoca la virilidad inherente a la valoración fálica de la cual desprende una identidad femenina. Sabemos desde Freud que se trata de una mascarada, no por eso menos efectiva bien sea desde el lado de ser o de tener el falo. Si hablamos de virilidad con respecto a la mujer es porque la libido es una para los dos sexos como demuestra Freud. Con más razón, en consecuencia, la virilidad femenina debe ser distinguida de las formas de virilidad que va produciendo la época, no solo para la identificación femenina sino igualmente para el hombre.
¿Qué semblantes se sostienen, cuando los efectos de distorsión de la imagen son más contundentes, en cuanto el Otro está corrido de lugar? El imperio de lo Imaginario empuja y ordena también como imperativo y ello tiene efectos en los elementos identificatorios para ambos sexos, en los Ideales y en el cuerpo como tal.
La histeria participa en el juego en tanto nos ofrece su versión masculina de la feminidad. Ella resuelve su ser entre la mascarada y la identificación con el objeto a. Pero en ambos casos, su mascarada es un velo para camuflar la existencia de algo que diría qué es una mujer.
La mascarada hace un uso narcisista del cuerpo que distingue al hombre de la mujer precisamente a nivel de la imagen del cuerpo. La histeria es quien mejor sabe que el juego se juega con la imagen pero que la verdad de la mujer no está en la identificación al falo. Puede jugar con los semblantes y hacer que el hombre le crea, sabiendo que la verdad es que la imagen no es la mujer, que ser el falo no es el todo de la mujer aunque lo busque sin cesar. Esto permite entender por qué las mujeres erotizan todo el cuerpo.
La falta del órgano no hace lo femenino. Esa es la gran cuestión, lo que la historia del pensamiento recoge como el enigma de lo femenino. La mujer también se enfrenta con ese desconocimiento. La vagina está presente en el cuerpo pero eso no es suficiente para representar a una mujer en su inconsciente, puesto que la vagina no se inscribe como representación de la mujer, de allí que la referencia al cuerpo no es lo que permite decir qué es una mujer.
Sin embargo, ambos sexos no cesan de buscar en el uso del cuerpo la respuesta a la diferencia sexual con la castración como referente fundamental. En el travesti, por ejemplo, lo femenino no es máscara sino un disfraz con una función específica, no se trata de velar nada, sino de presentar un hombre vestido de mujer para decir que la mujer no está castrada, pues tiene un pene escondido debajo de la falda. Es una solución imaginaria, cierto, pero muestra un uso muy eficaz del cuerpo. Miquel Bassols escribe en el Blog de Tiresias que la significación del falo, ya sea por su presencia o por su ausencia, sigue siendo aquello que introduce la diferencia en el continuum de lo real del sexo, y aquello que da al objeto su significación sexual para el sujeto. La multiplicidad de los llamados géneros, índice de nuevas identificaciones, no podría entenderse sin su referencia a la multiplicidad de las significaciones del falo, a sus velos y desvelos para significar el deseo. A falta de esta significación, es el cuerpo del sujeto el que vendrá a ser soporte en lo real de la diferencia imposible de simbolizar. El resultado es una suerte de transformación continua de un cuerpo en otro que aboliría la diferencia, una suerte de morphing[ii], para tomar el término de la técnica informática que hace de esta transformación topológica un juego virtual.
Bassols pregunta si es que a falta de la diferencia introducida por el falo como significante, lo que aparece en todo su relieve es el continuum de lo real y un morphing propuesto a los cuerpos. Cuestiona si el futuro de la sexualidad será una sexualidad con la elisión del falo en lo real. Refiere que nada indica que sea ésta la orientación en la promoción de la diversidad de las identidades y los objetos sexuales. Finalmente dirá que … se trata más bien de un morphing del falo, en especial ahí donde brilla por su ausencia, que reduplica al infinito, en un verdadero juego de espejos, la dialéctica freudiana entre el falo y la castración.
Partimos de la clínica del siglo XXI en la cual lo imaginario toma un estatuto distinto. Todo el trabajo para resituar el concepto de objeto a, el estatuto del goce, nos abre el camino que no da marcha atrás; el que sitúa al objeto como un anudador entre los redondeles de lo Real, Simbólico e Imaginario. No hay primacía de ninguno de los tres órdenes, sino el efecto de sus anudamientos alrededor de un vacío, y sus efectos sobre el parlêtre. La pregunta es ahora por la injerencia del objeto a en la conformación de la imagen femenina.
A partir del seminario X, el objeto a desplaza al falo en los desarrollos sobre la mascarada femenina. El velo ya no cubre solo la ausencia del falo, sino una presencia del objeto anudada al deseo. Se trata para la mujer de proteger con el velo una presencia del objeto que tiene que ver con su deseo, que es la causa de ese deseo. La histeria lo sabe bien cuando finalmente, como último recurso, termina identificada a ese objeto. Es precisamente lo que Lacan escribe en el discurso histérico debajo del sujeto tachado. La histérica se guarda ese secreto y muestra su insatisfacción ante todo lo que no sea del orden de ese objeto que la define.
El deseo de ser otra, presente desde los juegos infantiles, muestra de qué manera en la actuación de ciertas ficciones frente al espejo puede ser otra, más allá de si misma. Es un modo de cerrar el hiato de la identidad con la identificación en el reino del orden Imaginario, más allá de los semblantes, de qué es ser una mujer. Pregunta que no se soluciona frente al Espejo pero que da una consistencia al cuerpo, puesto que la Imagen no es el Cuerpo. Si bien es cierto que es necesaria esa mirada al espejo, ir al espejo devuelve lo que le permite amarrar lo fragmentado como unitario, dado que la imagen corporal desde el inicio es una alienación a otro imaginario.
Lo femenino no lo encontramos en el orden simbólico, en el significante, sino en otra dimensión. Es Lacan quien finalmente retoma la pregunta de Freud por lo propiamente femenino y la responde a partir de la dimensión del goce.
La virilidad está comprometida con la imagen, más allá de su soporte fálico y de ideales,  prevalece una exigencia particular como efecto de la feminización de la época. ¿Qué trastornos produce entonces este empuje y cómo logra un sujeto hombre salir de este impase para conseguir o no una identificación suficiente ante estas Nuevas virilidades?  Las referencias masculinas de generaciones anteriores no sirven, hay un manifiesto rechazo en la época a la lógica patriarcal, entonces surgen Nuevas virilidades teniendo como contexto a la época: el metrosexual, el spornosexual que exhibe su cuerpo desnudo en las redes sociales; son formas de responder a la pregunta qué quiere una mujer. Largo trecho a recorrer para acceder a amar lo femenino, en él y en la mujer que escoja para amar.
Para los que se sitúan como Mujeres o como Hombres, ¿qué encuentran en el espejo, ¿cuál es el espejo hoy, ese gran Otro que dictamina la imagen? ¿cuál es ese objeto en el Yo Ideal, que retorna ante la pregunta: Qué soy? Los síntomas toman allí su consistencia, síntomas contemporáneos como las anorexias y bulimias, los pedazos de cuerpo fetichistas, el duelo por los pedazos perdidos del cuerpo, la prevalencia de la nuevas enfermedades psicosomáticas y más drásticamente en el empuje al cambio de sexo, tomado actualmente como un Ideal de valentía. Nos preguntamos por estos fenómenos a la luz de los movimientos del goce en nuestro tiempo, Ideales del Yo que cubren al cuerpo, de un goce extremo con el que responde a la Demanda del Otro.
Hay una distinción entre las imágenes que conforman el Yo Ideal, que es el encuentro con el júbilo por la imagen, distinto del encuentro con el cuerpo, del que se goza por fuera del espejo, independiente a la imagen. Allí se produce una rendija por donde se entrevé otra cosa diferente de la pregunta qué soy, que no se encuentra en la imagen. De esta dimensión familiar y a la vez extraña, para la cual las palabras no alcanzan, los poetas dan sobrada cuenta. Los espejos también dejan deslizar algo de lo oculto en la superficie, eso que al decir de Pascal Quignar, nos remite a algo de ese reino que no es visible al que todo ser que se muestra le da la espalda [iii].
¿De qué intimidad puede hablarse en este siglo? Hoy día, con el acceso a las redes sociales, se encontró un medio de exponerse y exponer al otro. Lo íntimo pasa por la imagen y queda expuesto a la mirada, incluso el reverso del cuerpo puede ser mostrado en sus pliegues internos.
El tema de la verdad y el engaño, es la pregunta al otro: ¿cómo me veo? que intenta dar cuenta del quién soy; mientras más se esté preso de la captura imaginaria, más fuertes los duelos por el objeto perdido y más posibilidades de acting out o pasajes al acto. Desear lo que desea el otro es la novela histérica, pero es también la neurosis y la dialéctica del deseo.
La dificultad de encontrar quién la ame es una demanda de análisis, en una joven cuyo exceso de peso no la cuestiona. No digo que hago dieta para que no me limiten los demássi me quieren así bien. Busca relaciones por internet, las fotos que pone son desde la imagen del Yo Ideal, delgada, en un engaño a sí misma. Mientras más engorda, más come vorazmente con furia, en una revancha o pelea con el otro, satisface un objeto pulsional que no está en el espejo. Nada o vacío que llenamos con las imágenes que nos sostienen. Hace un descubrimiento: la rabia inmensa es la que la lleva a comer vorazmente, al sentir una frustración dice tener que llenar ese horrendo hueco comiendo. Es el objeto pulsional que empuja una satisfacción, atapuzarme de lo que me enferma está en la línea de muchos otros actings de su vida que va poniendo en serie para tapar un duelo por el padre, con quien se identifica, eso la sostiene para no perder ilusoriamente.
El narcisismo conlleva una relación mortal en el encuentro del sujeto con el espejo, al quedar el sujeto capturado por su propia imagen; el Otro ha de estar en la correcta posición, lo que  permite al sujeto ver su reflejo y lo que está más allá de él: la construcción del cuerpo. De esta dificultad surgen múltiples fenómenos, no solo de fragmentación o disociación histérica, sino fenómenos de borde difíciles de apaciguar y tratar.
Así, una joven trae una enorme dificultad en hacerse un cuerpo, ello afecta todos los actos de su vida. Pasa largas horas en el espejo perturbada ante la imagen que se le devuelve. Síntomas de exceso, habla sin parar denigrando todo; cuando tiene mucha angustia se corta en los brazos.  Es fiel seguidora del blog de Violetta, personaje de la web, quien instruye acerca de su anorexia. El encuentro con lo sexual ha sido perturbador provocándole una serie de fenómenos que la colocaron en una posición de fragilidad. Sin embargo el análisis le permitió hablar de esa experiencia y poner un límite a ese goce: parece un perro…babea, me toca por todas partes y no siento nada, ese pene erecto, feo. …. prefiero tocarme hasta romperme, a ver si mi cuerpo siente algo de satisfacción.
Es la búsqueda de otra satisfacción que lo fálico no abarca, tiene que hacer un corte en lo real de la superficie de su cuerpo para frenar el desenfreno del goce que hace aparecer lo que no hay en demasía. No hay tela que cubra a ese cuerpo, el propio cuerpo tomado como superficie donde no se puede escribir, se extravía.
¿Cómo se anuda en lo imaginario el no hay relación sexual? Sabemos que por vía imaginaria se trata de dar respuesta a la no-relación sexual. También se intenta mediante fórmulas de goce, como el fantasma, puesto que el sujeto supone que existe la complementariedad sexual, que tiene sustancia propia. Pero, como demuestra Lacan, el no hay relación sexual, se refiere a un no existencial. A nivel de la existencia solo hay de lo Uno, como lo formula en el seminario “O peor”, y eso excluye el dos para el cual lo imaginario si provee la ilusión de una existencia.
El objeto como imagen tiene un valor central hoy, se trata de hacer su envoltura en un cuerpo. Si bien siempre existieron los postizos, corpiños, miriñaques ¿qué es lo específico de esta época? Podemos ubicarlo en lo que introduce la ciencia como posibilidad dentro de un Ideal, ser hombre o ser una mujer ya es un asunto de su campo de acción.
Hoy día es un derecho escoger el sexo que se quiere tener, los niños tienen derecho a decidir muy tempranamente sobre ello, la sociedad acoge la demanda fantasmática como un derecho individual legal. No solo es la posibilidad del transexual, como elección individual, sino con el peso con que surge lo Imaginario ante la mirada del Otro de la cultura.
El cuerpo es el Yo del sujeto erotizado y libidinizado, asiento en sus orificios de la pulsión que allí se instala: los afectos tienen allí su eco ¿Qué ocurre ante la pregunta sobre el deseo y el empuje respecto a la imagen? La cuestión se complica más si tomamos en cuenta que el Otro no existe, que sus subrogados ya no lo sostienen, que los ideales no cumplen con la tarea como en épocas anteriores. En consecuencia, el cuerpo deviene el Otro del sujeto. Este cuerpo inscribe los códigos de la época y al mismo tiempo soporta la consistencia del Otro.

Conchita Wurst, cantante que ganó el festival de Eurovisión 2014, es un joven que se transforma en mujer, ya en su nombre recoge la relación del sujeto actual con la nominación y los semblantes, dejándose además una barba en su rostro hermosamente maquillado. El efecto que produce es hacer aparecer algo donde no debía estar, ese gesto es parte de lo perturbador que se hace presente en los cuerpos de nuestra contemporaneidad.
Todo esto afecta las identificaciones para decirse hombre o mujer. Ahora se apela a un cuerpo en el que se desdibujan las diferencia entre cada sexo.
Es también desde la clínica que podemos acercarnos al tema para responder a esta otra pregunta: ¿Qué es ser un hombre hoy? Se escuchan más demandas de análisis por dificultades sexuales: impotencia, eyaculación precoz, el órgano no funciona cuando tiene que hacerlo. A su vez, una mayor compulsión a la masturbación. Tema que es de mucha vergüenza para el hombre, porque allí instala su ser, es la respuesta al quién soy puesto que la imagen no alcanza a responder. La imagen deja al sujeto preso de la paranoia imaginaria, si bien la imagen forma el Yo, ahí está también el objeto, lo que no responde hace reaparecer en el cuerpo el menos de la castración o el más del goce. Pero no da cuenta de lo que se es como hombre.
Si la mujer busca respuestas en el espejo, el hombre la busca en su performance sexual. Los hombres y mujeres tienen en común el goce fálico, pero respecto al Otro tienen un acceso y un modo diferente de responder. Los ideales que se esperan del hombre los lleva a tener una sobrexigencia en su relación con las mujeres. Tener que responder y complacer a mujeres que son independientes, que han tenido otros hombres, los coloca en una evaluación constante. Llegan a la consulta hombres más deprimidos y/o inhibidos respecto a su deseo.
Ante el efecto de la caída del nombre del padre en nuestra época, se hacen presente nuevas formas del uso de lo viril, presentándose sujetos presos del Ideal del Yo de la madre. Un joven viene muy angustiado y deprimido establece como su queja fundamental que en el momento del acto sexual pierde la erección o tiene una eyaculación precoz. De una inteligencia aguda y mordaz, es irónico, y acido con las mujeres, así escamotea su falla en el encuentro. Se enamora de él una chica y para su sorpresa puede tener sexo, comienza a trabajar, a dedicarse a sus actividades artísticas. Pero luego al enamorarse él de una mujer vuelven a surgirle los mismos síntomas, se angustia y comete excesos con el fin de desembarazarse de lo insoportable: se coloca en situaciones muy peligrosas con el alcohol y la velocidad. En una de esas situaciones logra frenar a tiempo y no estrellarse. Se va en vómitos al bajar del vehículo asociando luego: al menos así pude eyacular. Lo simbólico no logra recubrir una protección a este goce mortífero en que ha quedado atrapado en el deseo del Otro. Es un tema en su vida la prisa, cómo aparece como sujeto deseante ante el Otro sin ser devorado.
Si a la pregunta qué quiere una mujer se responde con sexo, siempre se será impotente entonces para colmar la falta imposible; son respuestas desde el falo que cuando yerran el blanco provocan síntomas sexuales. En todo caso, ¿qué es un hombre más allá de lo viril? El que logre amar y consentir lo femenino, permitiéndole desde otro lugar menos endeble una identificación que le sirva más allá del bombardeo de imágenes que coinciden con su fantasma. El que una mujer pueda amar a su pareja tal vez le permita al hombre identificarse a ese lugar en el que lo coloca esa mujer que lo ama y tener un nuevo acceso a su virilidad, es decir, más allá de la castración.
El anudamiento entre las mujeres frente al espejo, más allá de la imagen virtual, y las nuevas virilidades más allá del falo, es el encuentro con el vacío, con lo femenino.



Referencias Bibliográficas

[i] Diccionario panhispánico de dudas ©2005. Real Academia Española © Todos los derechos reservados. Disponible en: http://www.rae.es/recursos/diccionarios/dpd
[ii] Un morphing, anglicismo construido a partir de la palabra griega que significa  "forma". Es un efecto especial que utiliza la animación por computadora para transformar la imagen fotográfica de un objeto real en la imagen forográfica de otro objeto real. Se lo utiliza sobre todo para crear la ilusión de la transfromación de una cosa en otra,como por ejemplo la metamorfosis de un hombrelobo.
[iii] M. Bassols “El objeto (a)sexuado” en Tiresias, Publicación de las 13 ra. Jornada de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis. Disponible en: http://tiresias.jornadaselp.com/2014/06/el-objeto-asexuado/





Trabajo presentado en ENAPOL VII, dentro de la actividad: Las conversaciones
Los niños fascinados, seducidos y educados por las pantallas | As crianças fascinadas, seduzidas e educadas pelas telas.

NIÑOS SUBDITOS DE LAS IMÁGENES POR EL PODER DE LA MIRADA

 GABRIELA URRIOLAGOITIA (NEL/AMP/BO)
•           Raúl Castañeda. (NEL/GT)
•           Cecilia Restrepo. NEL/CO)
•           Fabiana Chirino. (APEL/BO)
•           Liliana Bosia. NEL/AMP/BO)
•           Heidi Gehler: (NEL/AMP/BO)


La época actual nos convoca como psicoanalistas a ubicarnos como partenaires de la civilización. Se trata de poder leer las coordenadas de la misma por un lado y por otro, de poder dar alguna respuesta al malestar que aqueja a la subjetividad de nuestros tiempos. Si bien no se trata de evocar con nostalgia al orden simbólico decadente, ni de hacer una sociología de los fenómenos actuales; los analistas estamos llamados a tener algo que decir sobre el modo en que estos fenómenos se presentan. Pero por sobre todo, la respuesta que estamos llamados a dar, se pone en juego en el día a día, cada vez que lo singular del parletre nos interpela en nuestra clínica.
Es por esto que empiezo esta conversación trayendo a modo de ejemplo, la viñeta de un caso de mi práctica.
Ignacio es un niño de 9 años que pasa su tiempo libre con distintos videojuegos. La mayoría contienen imágenes que lo aterrorizan, aun así no deja de verlas ni de jugar. Un dato importante a destacar es que el niño es iniciado en los videojuegos por su padre. Él se los compra, le enseña cómo jugar, muchas veces juega con Ignacio y muchas otras el niño juega solo. Uno de los juegos se trata de pequeños muñecos que irrumpen, mirando de frente sorpresivamente en la pantalla a lo largo del recorrido, personajes de los que hay que escapar porque si no matan al jugador. Así el niño que está al otro lado de la pantalla queda preso de la mirada cada vez que uno de estos muñecos irrumpe. En otro de los juegos que le gusta, el jugador debe sortear personajes que lo atacan, escapando y defendiéndose. Cuando es atrapado, lo que toma lugar en la escena es el despedazamiento del cuerpo: aparecen al descubierto, la sangre, los órganos y los miembros del cuerpo mutilados. Esta imagen aterroriza al niño al mismo tiempo que lo fascina. Al jugar empieza a mover sus dedos contra sus mejillas como rascándose, dice que es porque se pone nervioso. Me pregunto sobre la función de estas imágenes en relación a su goce.

FUNDAMENTOS CONCEPTUALES
La función de la imagen en la subjetividad está relacionada con la constitución
del cuerpo como imagen de sí mismo, en el Estadio del Espejo. Lacan dirá: “Existe en primer lugar un narcisismo en relación a la imagen corporal. Esta imagen es idéntica para el conjunto de los mecanismos del sujeto y confiere su forma a su 
Unwelt, en tanto es hombre y no caballo. Ella hace la unidad del sujeto, la vemos proyectarse de mil maneras, hasta en lo que podemos llamar la fuente imaginaria del simbolismo, que es aquello a través de lo cual el simbolismo se enlaza con el sentimiento que el ser humano tiene de su propio cuerpo.”[1] Esta primera Imago formadora del Yo, tiene la función de brindarle al sujeto una solución respecto al exceso de satisfacción pulsional propio del autoerotismo y a la fragmentación del cuerpo, a partir de la forma perfecta de unidad, que le ofrece. Así, esta imagen captura y enmarca el goce del cuerpo. La constitución de la imagen especular permite una articulación entre lo simbólico y lo imaginario que tiene como resultado la imaginarización del propio cuerpo, del cuerpo del otro, del mundo exterior y del lenguaje. A partir de esta imaginarización, cada una de estas categorías pueden a su vez, significantizarse; es decir elevarse hasta alcanzar un estatuto significante. Por eso Lacan llama a esta imagen “la fuente imaginaria del simbolismo”. Es gracias a esta imaginarización que “el simbolismo se enlaza con el sentimiento que el ser humano tiene de su propio cuerpo” y a su vez el significante irá recortando y otorgando significación al goce que lo habita.
Con la primacía de lo simbólico de los años 50 y específicamente con los desarrollos del Seminario 4, Lacan introduce un cambio en lo imaginario, la condición para la constitución de la imagen es la falta. i(a) como imagen del cuerpo propio y también como la imagen del otro, se inscribe sobre la falta simbólica de la castración, para colmarla. Cambia entonces el estatuto de la imagen, se trata de la presencia en la imagen, de algo que escapa a la percepción: la imagen hace de pantalla a lo que no se puede ver, muestra para esconder.[2] En esta perspectiva la imagen adquiere su función a partir de un operador que es el velo,[3] que opera sobre el fondo de la nada. Para Lacan la nada en este seminario es la falta que introduce la castración. La imagen es el objeto que puede venir a ocupar el lugar de la nada de manera ilusoria, colmándola. Así el velo (que toma el lugar reservado antes, al espejo) puede a través de la imagen cumplir con dos funciones: puede esconder esa falta porque la imagen aparece en su lugar para obturarla. Y también puede, al velarla, hacer existir, crear ex-nihilo, lo que es inexistente: convertir la nada en un objeto, es decir en imagen. Como el punto de partida para la construcción de esta imagen es la falta propia de lo simbólico, se trata de una imagen regulada por la función del Nombre-del-Padre, entonces la consistencia del campo visual depende de la castración. En esta lógica Miller propone que la función de la imagen es contener, detener y encarcelar el goce del sujeto.[4]
En el Seminario 10 Lacan sostiene que el soporte de la imagen como unidad es el rasgo unario, el Uno de la identificación primordial, cuyo correlato es la existencia del Otro porque opera por una extracción significante del campo del Otro: “En cuanto empieza a hablar, el rasgo unario entra en juego. El hecho de poder decir 1 y 1 y 1 más, y 1 más, constituye la identificación primaria. Siempre se tiene que partir de un 1…, es a partir de ahí que se inscribe la posibilidad del reconocimiento en cuanto tal de la unidad llamada i(a). Este i(a) está dado en la experiencia especular, pero tal como les he dicho, está autentificada por el Otro”[5]. Por otro lado ubica la falta como condición de la imagen, con la diferencia esta vez, de que esta falta anotada como –φ, está regida por la
presencia del objeto a, que gobierna de cerca, dice Lacan pero desde otra parte donde debe permanecer inaprensible para el sujeto[6], es decir por fuera del campo visual. Así el objeto a es una reserva libidinal que está investida en el propio cuerpo en el autoerotismo, y de la cual la castración deberá efectuar una extracción corporal posteriormente; para que la libido quede por fuera de la imagen especular y del campo perceptivo. En este funcionamiento de la imagen soportada por la castración, el telón de fondo es la relación del sujeto con el Otro: se da una extracción significante del campo del Otro para la identificación primordial al mismo tiempo que opera una extracción corporal del lado del sujeto que Lacan anota con la letra a. Entonces podemos afirmar con el Seminario 10 que el fundamento de la imagen es:
S1           i(a)
a
Esta función de corte del objeto a, le permite a Lacan pasar del campo visual al campo escópico en el Seminario 11. Esto implica la esquicia del ojo y de la mirada. La mirada entra en función como objeto a ubicándose por fuera del ojo. El ojo ve, porque la mirada, preexistente y exterior[7], mira al sujeto y al mirarlo lo captura. Así la imagen se constituye como una pantalla que vela la mirada dándole al sujeto la ilusión de que es él quien mira y quedando además, bien delimitada la diferencia entre el sujeto que percibe y el objeto percibido en el campo de la visión. Este ordenamiento se da porque el objeto mirada es para Lacan el lugar mismo del corte y simboliza la falta que se expresa en la castración[8]. Miller explica esto[9] diciendo que la mirada es un vacío, la ranura a través de la cual se ve pero que no se la ve en sí misma porque ella es la condición de la visión.
Por otro lado Lacan nos advierte sobre el poder de la mirada. Este radica en que el sujeto es mirado antes que ver, por lo tanto la fascinación que sufre el sujeto al contemplar una imagen, tiene el efecto de mortificarlo y dejarlo detenido, congelado en esa imagen: “El fascinum es la función antivida, antimovimiento, de ese punto terminal, y es precisamente una de las dimensiones en que se ejerce directamente el poder de la mirada”[10] . Esta referencia explica el efecto fascinador de las imágenes de las pantallas en los niños actualmente.

 COORDENADAS DE LA EPOCA ACTUAL:
En la época del Otro que no existe, las imágenes toman la posta del viejo orden simbólico en un intento de regular el goce de los cuerpos. Esto se debe a que lo simbólico, lejos de ser un orden que atraviesa y perfora lo imaginario porque introduce la función de la falta, actualmente está o dominado por lo imaginario o en continuidad con él[11]. Lo simbólico en continuidad con lo imaginario trae como consecuencia en nuestra cultura, una proliferación de imágenes. Si estas imágenes constituyen hoy un imperio, es porque ellas están sostenidas por el poder de la mirada. Sin embargo hay una diferencia entre la función de la mirada articulada a la castración y la mirada que se hace presente en las imágenes del gran mundo omnivoyeur del Siglo XXI. En lugar de que la imagen como pantalla tenga la función de velar y elidir la mirada, ésta como uno más de los objetos a de nuestra época, aparece en el cenit de lo social encarnada en el mundo del espectáculo y en la sociedad de vigilancia y control. En estas coordenadas, no solo los sujetos se tornan súbditos de las imágenes, sino también el propio orden simbólico, que se pone al servicio de las mismas, lo simbólico contemporáneo se consagra a la imagen:[12] Las palabras aparecen ahora como una imagen en los anuncios de publicidad, o acompañan a las fotografías o a las imágenes que son las principales protagonistas de un mensaje de texto. Es más, en el lugar reservado antes a la conversación para mediar y hacer posible el encuentro entre los cuerpos, actualmente aparecen las distintas modalidades de comunicación con los chats que en su mayoría apelan a imágenes, iconos y fotografías para efectuarla. Asistimos a un desplazamiento de la palabra de su lugar y función por excelencia en el circuito de la comunicación. Lugar donde ahora se posicionan estas imágenes irruptoras producidas en serie por el mercado global, pero también por los mismos sujetos contemporáneos.
Sabemos entonces que lo simbólico no alcanza más para frenar el goce que habita al serhablante. En este contexto al Psicoanálisis le toca ubicar las consecuencias de este nuevo funcionamiento en la subjetividad del niño hipermoderno. Y para el trabajo que hoy nos convoca, tenemos que esclarecer la función que estas imágenes tienen en relación a su goce.
La inexistencia del Otro ha dejado al niño librado a su propia soledad, por lo tanto al lugar reservado para sus padres, muchas veces también ausentes, sumidos en su propio autoerotismo o en las exigencias del mundo laboral, se advienen muy bien las pantallas de la televisión, de la computadora o del celular. Estas ocupan la labor de acompañarlo, entretenerlo, apaciguarlo e incluso muchas veces, educarlo. Entonces ¿podemos afirmar que estas imágenes tienen una función respecto de su goce?
De partida estas imágenes lejos de atemperar su goce, lo producen, lo exacerban. Por lo tanto si lo hay, se trata de un arreglo con el goce, que no es solidario del Nombre-del-Padre, porque el goce se sitúa ahora a partir del plus-de-gozar y no a partir de la función simbólica del I(A). Sin embargo podemos decir con Miller que estas imágenes, si bien no representan al sujeto como lo hace el S1, tienen la función de coordinarse con su goce[13]. Son imágenes que en lugar de estar soportadas por el –φ, contienen el objeto a. Así, el niño se fascina con estas imágenes virtuales y planas porque estas hacen presente la mirada en vez de velarla: al mismo tiempo que el niño ve las imágenes, estas lo miran.
Desde esta perspectiva, estas imágenes a las que el niño del Siglo XXI queda expuesto convirtiéndose en su súbdito, le ofrecen un tratamiento para su goce porque realizan una captura del mismo, allí donde lo simbólico se muestra impotente para hacerlo. Pero a la vez, se da un retorno de goce que termina invadiendo al cuerpo entero, porque este tratamiento opera a partir del ojo voraz que queda atrapado por la mirada puesta en escena, generando de este modo, la repetición de una satisfacción sin límites.
Estas imágenes ya no sirven para velar lo real, ya no lo mantienen a raya. Por el contrario son imágenes que irrumpen y al hacerlo, lo real se infiltra quedando el sujeto a merced del mismo. Ignacio da testimonio de ello, cuando cada vez que juega, queda capturado por las imágenes y es invadido por un terror que se traduce en un exceso de goce que se manifiesta en la agitación de su cuerpo. Las imágenes que lo fascinan ponen en primer plano la mirada por un lado y la fragmentación del cuerpo por otro, haciéndose presente a cada momento y como una evidencia descarnada para él, lo real que acecha[14].
En este contexto en el que los niños están conectados a diferentes dispositivos, observados por el gran ojo que mira de la vigilancia y la evaluación o de la seguridad y el control, pero a la vez y más que nunca, son compañeros de su soledad; el psicoanalista se ve llevado a inventar aquello que podría favorecer el arte del buen encuentro, para lo cual encarna un Otro que no es virtual sino que porta su cuerpo, sustrayendo su mirada de la función de controlar, juzgar o evaluar al niño, constituyéndose en un compañero alternativo a su soledad y sobre todo buscando la oportunidad que le permita promover la producción de un texto[15] y el surgimiento de la palabra del sujeto que posibilite un tratamiento distinto a su goce.
  
[1] Lacan J. “Seminario Libro 1”, Pg. 192, Ed. Paidos, Bs As. 1981
[2] Miller J.A. “Las cárceles del goce” en Conferencias Porteñas Tomo 2, Pg. 237, Ed. Paidos, Bs As, 2009.
[3] Miller J.A. “La construcción de la Imagen” en “Psicoanálisis con niños, Clínica Lacaniana” S. Salman Compiladora, Pg. 18, Grama Ediciones, Bs As, 2004
[4] Idem 2, Pg. 235
[5] Lacan J. “Seminario Libro 10”, Pg. 51, Ed. Paidos, Bs As, 2006.
[6] Idem, Pg. 55
[7] Lacan J. “Seminario Libro 11”, Pg. 80, Ed. Paidos, Bs As, 2013
[8] Idem, Pg. 84
[9] Idem 2, Pg. 242
[10] Idem 5, Pg. 124
[11] Miller J.A. y Laurent E. “El Otro que no existe y sus comités de ética”, Pg. 14, Ed. Paidos, Bs As, 2006
[12] Idem, Pg. 15
[13] Miller J.A. “La Imagen Reina” en Elucidación de Lacan, Pg. 583, Ed. Paidos, Bs As, 1998
[14] Tarrab M. “El ojo bulímico y el lobo” Texto publicado en el Boletín Flash N°4, enoimperiodasimagens.com.br

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